Nora Helmer vuelve a cerrar la puerta
La frialdad de los fiordos noruegos no pudo apagar la pasión volcánica del dramaturgo y poeta Henrik Johan Ibsen (Skien, 1828- Cristanía, 1906). En una sociedad donde estaba prohibido ir en contra de las normas establecidas, los textos del escritor nórdico sacudieron con fuerza los cimientos del pensamiento moralista y tradicional de sus coetáneos; haciendo temblar con ello el teatro de guiñol en el que las mujeres eran simples marionetas, cuyos hilos manejaban los maridos y tutores. El rebelde autor fue uno de los creadores que se dio cuenta de que el llamado sexo débil necesitaba la ayuda de los reglones torcidos del arte de la imaginación; y fruto de ese auxilio premeditado y militante surgió Casa de muñecas.
Estrenada originalmente en 1879, en el Teatro Real de Copenhague en Dinamarca, la obra fue objeto de una airada polémica por la fuerza de su posicionamiento, y por la ácida crítica que vertía en sus personajes de carne y hueso más que de mero papel. Cada una de las frases de sus diálogos dinamitaba con sus sentencias los avejentados pilares los tiempos de la sinrazón, a la vez que pisoteaba consecuentemente el suelo fragmentado de los que perseguían el método de la mordaza a la modernidad.
Más de un siglo después de su elaboración a la luz de los quinqués, la directora y actriz Amelia Ochandiano abre el telón de la temporada de 2011 en el Teatro Fernán Gómez de Madrid con una representación del emotivo texto nacido de la imaginación del literato de Skien. Hasta el próximo 1 de mayo, la sala Guirau de la mencionada institución se estremecerá con la acción marcada por la relación y los silencios entre Nora Helmer y su marido Torvald. Un asunto de extraña trascendencia y la sombra de la sospecha son los ejes vertebradores por los que se desliza el argumento de una pieza que tuvo su resurrección en otros títulos del autor, como Espectros (hay muchas similitudes entre Nora y la señora Alving) y, por supuesto, Hedda Gabler (el otro epicentro de trascendencia feminista elaborado por el dramaturgo decimonónico).
La constante actualidad de las situaciones descritas en Casa de muñecas provoca que su escenificación nunca pase de moda, y que entre sus laberintos emocionales siempre se localicen nuevos planteamientos y maneras de reproducir su discurso liberador; al igual que su moraleja, en la que se concita la primacía de ser ante todo una entidad en sí mismo, sin diferenciaciones marginadoras entre hombre y mujer… entre Adán y Eva.
La actriz catalana Silvia Marsó (Barcelona, 1963) ha sido la escogida por Ochandiano para dotar de rasgos físicos a la incomprendida Nora Helmer. Con este papel, la intérprete -conocida por los espectadores tras sus apariciones en populares series de televisión- hace realidad el sueño de encarnar a una dama de las de antes, que descubre en sus silencios las cadenas de su existencia al lado de un marido al que desconoce. A su lado, el asturiano Roberto Álvarez comparte el rutinario hogar desmembrado por la costumbre, dando vida al poco complaciente y escasamente intuitivo Torvald Helmer. Rosa Manteiga, Pedro Miguel Martínez y Pep Muné, entre otros, completan un elenco artístico que se sube cada tarde a las tablas del teatro madrileño, para sensibilizar a los espectadores con la tragedia sexista -y falsamente familiar- diseñada por Ibsen.
Hoy en día puede resultar complicado meterse de lleno en la psique asfixiada de una protagonista como la de Casa de muñecas. Pero no lo será tanto si se desempolvan los años en los que las riendas del poder diferenciaban claramente entre los que portaban pantalones y las que llevaban faldas y bordados, entre los que afeitaban sus barbas cada mañana y las que se empolvaban la nariz… La distancia temporal genera normalmente el olvido; aunque, ante las ausencias del conocimiento, existe el antídoto de los grandes de las letras. Personalidades tan insignes, pese a haber estado estigmatizadas en su época con el eslogan de lo prohibido, como la del noruego Henrik Johan Ibsen.
Más información, horarios y ventas de entradas en http://www.teatrofernangomez.esmadrid.com
Nota.- Las fotografías del montaje de Amelia Ochandiano tienen el copyright del Teatro Fernán Gómez.