Loïe Fuller despliega sus alas en Madrid
La Casa Encendida dedica una amplia muestra a Loïe Fuller: la mujer que revolucionó los escenarios del planeta con sus creaciones de inspiración vanguardista.
Un silencio sepulcral solía preceder a las actuaciones de la bailarina de Chicago en el Folies Bergère. El templo parisino del entretenimiento y el can-can, reino colorista de la farándula francesa y de las pinturas de Henri Toulouse Lautrec, colgaba carteles de boletos agotados al son de las vaporosas serpentinas de esta Salomé procedente de Estados Unidos.
Musa de muchos y amante de las pasiones desbocadas, la profesional del arte visual nacida como Marie Louise Fuller (Fullersburg, Illinois, 1862- París, 1928) acaparó las portadas de los medios más famosos del siglo XX, al tiempo que cimentaba con hormigón de piruetas los pilares de la danza contemporánea.
Tal señora con ánima de luces y bambalinas, de aplausos enloquecidos y voladuras de seda, es la auténtica protagonista de la exposición Escenarios del cuerpo. La metamorfosis de Loïe Fuller. Decorado de recuerdos en blanco y negro y goterones cromáticos que inunda las salas de la sede madrileña de La Casa Encendida, hasta el próximo 4 de mayo.
Pionera y experimental
De espíritu burlón y titánico, la hermana de la actriz teatral Mollie Fuller trascendió muy rápido de la simple categoría de bailarina, para acoger la denominación de vanguardista y visionaria.
Desde sus inicios en los circuitos norteamericanos, Loïe (cuyo nombre adoptó tras una intensa estancia en la urbe del Sena) se caracterizó por mostrar al público algo diferente a lo habitual, siempre preocupada en ir más allá de los rígidos límites que le imponían los cuadros de cartón piedra.
Sugerir más que interpretar, así podría resumirse la fórmula a la que ató su carrera artística.
Un sendero de tejidos exóticos que comenzó a ofrecer magia y fantasía a partir de la célebre coreografía titulada The Serpentine Dance.
Arropada por unas alas de mariposa de tamaño considerable, la que fuera valedora de Isadora Duncan en USA y pletórica estrella del vodevil inventó un deslumbrante sistema de varillas y complementos, destinado a dotar a la compatriota de Hemingway de la capacidad para elevarse al ritmo de la música.
Tal era la brillantez de sus movimientos que genios de la época, como Camille Flammarion, Paul Valèry, Georges Mèlies o Auguste Rodin sucumbieron ante sus embrujadoras levitaciones.
Incluso Auguste y Louis Lumière vieron en la danzarina un objeto de deseo, que inmortalizaron en su filme The Serpentine Dance (rodado al socaire de unas de sus actuaciones en 1896).
El más de centenar de piezas que generan la exhibición de La Casa Encendida (muestra que se nutre de la labor de la experta comisaria Aurora Herrera) habla con discurso de cabriolas de una fémina comprometida con sus sueños en pos de superarse; a la que no le importaban las barreras tradicionales, impuestas a las de su género en un planeta y una época dominados por el machismo sin dobleces.
Un legado vivo y estimulante que ha servido a La Ribot y a Carles Santos para idear una película de acrobáticas resonancias, la cual acompaña a la exposición.
Luz, movimiento, espacios inventados de la nada, cuartas paredes que se transforman en abismos de contorsiones… Las leyes de la gravedad de Loïe Fuller parecían ser otras muy distintas a las que impulsaban al resto de los seres humanos. Y eso que la creadora nunca llegó a pisar la Luna…
Más información en http://www.lacasaencendida.es