Laure Prouvost triunfa en el Turner Prize con su té sin sacarina ni azúcar
Catorce minutos dan para muchas charlas frente a una taza humeante de infusión con leche. Aunque las pastas no acompañen, las palabras surgen al vapor de los olores, y la conversación vuela con armadura de tiempo disfrutado. Sin embargo, para la artista francesa Laure Prouvost (Croix, 1978) ese cuarto de hora escaso adquiere evocaciones de objetos destructores de la rutina, reflexiones de canto de piedra sobre las tradiciones más enraizadas en el ciudadano occidental.
Por esos paisajes reconocibles y socializadores es por donde transita la vídeo-instalación Wantee: una obra con disfraz de crisálida artística, que le ha servido a la alumna aventajada de John Latham para alzarse con el último Premio Turner (uno de los más prestigiosos en materia plástica de cuantos pueblan el circuito internacional).
Tras las huellas de Kurt Schwitters
Desde sus primeros trabajos, Prouvost siempre ha exhibido una capacidad innata para traspasar los límites de la sobriedad, a través de una educación multimedia. Criada al calor de las tecnologías ajenas a las disciplinas de escuadra y renglón cerrado, la compatriota de Victor Hugo ha bebido voluntariamente en las fuentes asociadas a los nuevos caminos de expresión audiovisual. Una obsesión que desembocó en su pasión declarada por el cine; puente de arcilla que ella concibió como una vía para construir su andamiaje discursivo, y que desplegó alas cobijado en el conceptualismo de mentores como Latham (hombre al que llegó a definir como un abuelo más real que el suyo propio) y en las posturas rompedoras de mitos de las galerías del tipo de Richard Hamilton y Robert Rauschenberg.
Eléctrica en cuestión de fotogramas, y compleja en su filosofía activa, Laure absorbió parte su magistral lenguaje con voces de calado inclasificable como las de Yoko Ono (también galardonada con el Turner Prize, en 2006) y Gustav Metzer. Aunque fue en el figurado regazo del gigantesco Kurt Hermann Edouard Karl Julius Schwitters (Hanover, 1887- Kendal, 1948) donde la europea obtuvo las claves necesarias para dar con Wantee.
Al parecer, la idea original de la exitosa pieza germinó a partir de la costumbre de KSch por ofrecer una infusión a sus invitados (Do you want a tea?). Este esquelético guion alumbró el cerebro de LP para montar el premiado cortometraje, en el que juega con las dimensiones y las atmósferas; y donde el tema central se nutre de la supuesta y ficticia relación (breve e intensa) del abuelo de la autora con el citado miembro de la histórica academia de Dresde.
La creadora nacida en Croix toma ese mínima balsa argumental para soñar con una tea party de pesadillas cotidianas, dentro de la que el cuestionamiento de las etiquetas queda desnudo en su faz más misteriosa y telúrica.
Tales virtudes espectrales y sorpresivas han sido algunos de los elementos valorados especialmente por el jurado, grupo selecto de personas que ha distinguido a Prouvost por encima de las propuestas de los otros competidores en esta edición (Tino Sehgal, David Shrigley y Lynette Yiadon-Boakye). Un caldo escénico que resaltó el director de la prestigiosa Tate Gallery por su arriesgada perspectiva, justo en el momento de entregar el mediático prize a la treintañera (la cual relevó a la anterior ganadora, Elizabeth Price, en el marco de la ceremonia celebrada por primera vez en la ciudad norirlandesa de London Derry).
Los miles de libras que acompañan al Turner sin duda servirán para alimentar las búsquedas universales de esta singular mujer, hecha de imágenes teñidas de libertad expresiva. Sendero pedregoso donde los diccionarios se vuelven complejos, y las alternativas de comunicación adquieren el filo peligroso de los sentidos de ida y vuelta.
Más información en http://www.laureprouvost.com