Iris Murdoch y los clásicos
La editorial Impedimenta recupera la apasionante novela "Monjas y soldados": un texto de simbología deslumbrante, en la que existen constantes referencias a "La odisea" de Homero.
Iris Murdoch nació en la Irlanda (Dublín, para más señas) dominada por la prosa de James Joyce.
Las aspiraciones literarias de los escritores de esa tierra salvaje y siempre verde solían venir acompañadas de intentos fructuosos por recrear o acercarse mínimamente a los paraísos narrativos del autor de Ulises y Retrato del artista adolescente. Sin embargo, como en el caso de Ícaro, volar cerca de un astro de excesiva potencia calórica derritió las figuradas alas de la mayoría de los creadores animados con el ansia de repetir la maestría del esposo de Nora Barnacle.
Iris Murdoch optó desde sus inicios como literata por un camino diferente. La imaginación y producción de esta mujer de inmensos recursos creativos desplegó una serie de relatos cargados de rutinas y momentos sensibles, en los que hasta los silencios cubren espacio de diálogos nunca pronunciados por boca alguna.
Dentro de ese esquema curricular, Monjas y soldados (Impedimenta) supuso un capítulo esencial en la carrera de esta dama de frases precisas y fantasías aguerridas.
Aparecida inicialmente en 1980, la novela mostró una manera completamente novedosa de enfocar una relación sentimental, mediada por intereses diferentes y antagónicos. Un romance que esconde la lucha interna entre el bien y el mal, entre la inmoralidad y la decencia, entre la añoranza y el desapego, entre la felicidad comprada y la imposibilidad para resucitar los sentimientos perdidos en el crepitar de la vida.
Entre las peculiaridades de la obra, Monjas y soldados diseña una madura reflexión y dependencia simbólica de Odisea de Homero, por encima de la urbanidad rembrandtiana del Ulises de Joyce. La autora dublinesa parece equiparar el personaje de la viuda Gertrude con el de Penélope: la esposa del Ulises ausente por su participación en la guerra de Troya; y con este juego de identidades intercambiables, la isleña establece los acosos a los que es sometida la protagonista de la historia, tras el fallecimiento prematuro de su cónyuge. Un marido moribundo, que escoge La odisea de Homero como última lectura para transitar al Más Allá.
IRIS MURDOCH Y SU UNIVERSO DE IDEAS CONTRARIAS
Los ecos de Virginia Woolf, y de sus singulares poderes para confrontar las ausencias y soledades eternas, prenden con fuerza en la trama de Monjas y soldados; cuyas descripciones quedan sujetas con débiles y sutiles alfileres, para dejar claro que lo importante sucede en las acciones y movimientos de cada uno de los personajes.
La trama comienza con el intelectual Guy Openshaw sujeto a la cama de su apartamento en Londres, mientras intenta acallar los dolores que le provoca un cáncer terminal. A su lado, su esposa Gertrude atiende a las numerosas visitas y amigos, que acuden al lugar para pedir favores al moribundo.
Cuando Guy fallece, Gertrude se refugia en su amiga Anne Cavidge, quien ha abandonado el convento, después de quince años como monja. Juntas son testigos del acercamiento de Tim Reede: un joven artista que no goza de mucho éxito en el mercado; por lo que requiere de ayuda monetaria urgente, procedente de la generosidad de Gertrude.
La viuda no se niega; pero, en vez de dar dinero al pintor, le propone un trato: si accede a comandar la finca que esta posee en Francia, y que espera vender en un futuro próximo, le entregará la cantidad que exija.
En el país de Victor Hugo, Gertrude y Anne encuentran una realidad diferente a la que experimentaban en Inglaterra, y el contrato con Tim acaba deviniendo en un matrimonio mediado por la diferencia de edad.
Como si fuera un lienzo impresionista, Murdoch establece un cuadro completo de personalidades enigmáticas y sorprendentes; lo que se convierte progresivamente en un estudio apasionante de naturaleza cercana a los textos existencialistas de Henrik Ibsen o August Strindberg.
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