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Éric Vuillard se cuelga las gafas de la historia pretérita para intentar desentrañar cómo se forjó el Tercer Reich, hechos con los que compone el paisaje de L’Ordre du Jour (Actes Sud).
El texto, que mezcla con notable imaginación y sentido argumental anécdotas y acontecimientos conocidos, se hizo con la última edición del prestigioso Premio Goncourt.
El jurado destacó el sentido de la verosimilitud reflexiva y literaria, que despliega este esforzado trabajo de un narrador especializado en jugar con la naturaleza audiovisual de las palabras.
¿Cómo es posible que el mayor genocida de la historia contemporánea pudiera seducir a millones de alemanes, para gobernar con su dogmatismo excluyente y racista durante el período comprendido entre 1933 y 1945?
La eterna pregunta sobre la capacidad de malversar la realidad de un partido como el NSDAP, que condujo a la muerte a gran parte de la población europea durante la Segunda Guerra Mundial, está siempre presente cuando los especialistas y escritores acuden a esa oscura época del desenfreno homicida.
Muchas han sido las voces autorizadas por la intelectualidad que han intentado afrontar la cuestión, con un desarrollo lógico de los desencadenantes del ascenso al poder del Nacionalsocialismo en las elecciones de 1933.Unos análisis que suelen recalar en la lacerante crisis económica y moral, que sufría el país germano tras la finalización de la Primera Guerra Mundial.
Éric Vuillard parte precisamente de la asunción de semejante pretexto de sometimiento generalizado; pero el autor de la excelente Tristesse de la Terre va más allá de las afirmaciones simplistas, para enlazar el hilo con los miedos ancestrales que experimentan los seres humanos en momentos en que el abismo colectivo se percibe como especialmente cercano.
Con una prosa física y emotiva, el creador nacido en Lyon desborda los datos objetivos, para vestir con ironía profunda los distintos movimientos de las hordas nazis para acallar a los oponentes en las urnas, y convencer a los dueños de las riquezas nacionales con sus psicóticos planes de expansionismo agresivo.
ÉRIC VUILLARD NO ESCONDE SU SENTIDO SATÍRICO
1933, fecha en que Paul von Hindenburg entregó las riendas del poder al flemático y xenófobo Adolf Hitler, es el año en que arranca La orden del día (título que la obra llevará en su edición en español).
En esas jornadas, en las que la incertidumbre se cernía sobre la sociedad teutónica, los corrillos de empresarios saltaban de un candidato a otro, con el ansia de hallar al individuo capaz de aportar estabilidad a sus negocios.
Las grandes compañías centroeuropeas -según la novela- tenían más miedo a un ascenso de los comunistas que al gobierno de alguien como Hitler. Una ingenuidad que les llevó a apoyar al personaje que arruinaría por décadas el futuro de la nación de Goethe.
Los veinticuatro dirigentes de firmas como Opel y Siemens son los auténticos protagonistas de L’Ordre du Jour; un grupo de señores con alma de capitales florecientes e inversiones arriesgadas, a los que no les importó apoyar con su dinero las soflamas criminales y racistas de las campañas de Hitler y sus esbirros.
Archivos de imágenes, películas propagandísticas, transcripciones de los juicios de Núremberg, y documentales sobre ese momento histórico han sido los principales soportes con los que Vuillard ha elaborado el premiado libro; cuyas páginas levantan múltiples incógnitas, de imposible resolución sin usar las lentes de los pretéritos espectrales.
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