Eco hace palidecer los restos inmortales de la Historia
Los vestigios del pasado enciclopédico bien podrían semejarse a un nutrido camposanto de elefantes. A tan tétrico lugar, plagado de lápidas con y sin nombre, suelen acudir los investigadores y curiosos en busca de los huesos subyacentes a los acontecimientos y personas desaparecidas, que han llevado a la Humanidad a convertirse en el monstruo devorador y carente de memoria de este recién iniciado siglo XXI. El tiempo pertérito regresa con inusitada fuerza cuando los hombres, mujeres y niños están más desprevenidos; y Umberto Eco (Alessandria, Piamonte, Italia, 1932) acepta su papel como guardián certero, dispersando su intelecto literario y vivencial para preservar a sus congéneres de la inocencia más sonrojante, transformada en no pocas ocasiones en ignorancia u olvido.
Siete años hacía que el experto en Semiótica, Filosofía y Comunicación no editaba una novela, género tardío en su producción creativa que le trajo los mayores parabienes tras el éxito de El nombre de la rosa. Y cuando lo ha hecho ha sido para narrar, bajo el título de El cementerio de Praga, un particular recorrido –mitad irreal y verídico- de la mano de reconocibles personajes, que sirven de ánforas que derraman a conveniencia del piamontés algunos de los hitos más estudiados en las escuelas del planeta. Eco publica así un diario de opiniones y tesis, fundamentales desde el punto de vista de su pensamiento, relativas a la unificación italiana; la masonería o la cultura y creencias judaicas. Sus visiones son casi góticas y pretendidamente folletinescas, con un estilo que se enriquece de las experiencias literarias de maestros del claroscuro terrorífico y misterioso, como lo fueron Alejandro Dumas o Wilkie Collins (también se podría incluir en este apartado de influencias más o menos directas el realismo escénico más difuminado de un tardío Charles Dickens o la rabia incontrolada de la prosa de Zola).
Un guía, cual Virgiilio en La divina comedia, acompaña al lector por el fresco exitencial -empolvado casi- de unos fastos de cartón piedra. Este tipo es el inestable, y aquejado de una crisis de identidad galopante, capitán Simone Simonini, que se transforma en individuos como el abate Dalla Piccola, Dreyfuss o Garibaldi. Esta pasarela de modelos ilustres e imaginarios da pie al filósofo y profesor universitario para expresar no pocas ideas incendiarias sobre grandes cuestiones, que perturban a los seres llamados racionales de todas las eras. Los nacionalismos decimonónicos, las teorías antisemitas o la tendencia creativa a sucumbir ante las drogas de cualquier tipo tienen un sitio especial este volumen –sexto en la producción novelística del italiano- editado en español por Lumen. Amparado contextualmente por la introspección hacia la Historia contemporánea, Umberto Eco habita nuevamente como pez en el agua dentro de sus habituales laberintos lingüísticos y situacionales, que se complican con dobles lecturas y caminos de ida y vuelta.
Muchos pensarán que el siglo XIX no les afecta; sin embargo, los herederos de Adán y Eva no han cambiado tanto. Tal vez, incluso la supuesta evolución quemando centurias sea nada más que un simple espejismo tecnológico… Ya se sabe: todo -aparentemente- se regenera, pero el viento en contra hace que la saliva vuelva a golpear el rostro del que escupe en cubierta.