Chavela Vargas recupera la juventud con los versos de García Lorca
Por los surcos de su piel terrosa cabalgan todavía los salvajes potros de los corridos mexicanos, rancheras de amores contrariados y tequila al gaznate que esta dama alumbró con la llama de su voz somnolienta, como sonámbula en busca de un constante ajuste de cuentas con la creación artística. Cuenta la poetisa del gabán rojo y la pelambrera rizada, en la página oficial de la discográfica Corason, que todos los crepúsculos mantenía –en la soledad de su refugio montañoso de Tepoztlán, ubicado en el Estado de Morelas del país centroamericano en el que habitaron Pancho Villa y Frida Kahlo– diálogos de lírica espiritualidad con el rapsoda granadino, el héroe cercenado en 1936 por la bastardía del dogmatismo caciquil de una España con aroma a camposanto y a martirio de la genialidad.
Fruto de esa relación de nocturnidad y galantería fantasmal surgió el disco-libro La luna grande, en el que Chavela Vargas (San Joaquín de Flores, Costa Rica, 1919) desnuda sus conversaciones al alba con García Lorca, mientras la falda del inmenso cerro que comulga diariamente la propiedad de esta charra de adopción testificaba los sones de melodías inmensas.
Un CD con dieciocho temas grabados para una mujer en cuyo pasaporte está escrito, con el debido rigor burocrático, lo de noventa y tres primaveras es algo que muy pocas estrellas de los escenarios pueden vanagloriarse en mostrar. Pero María Isabel Anita Carmen de Jesús ya no ansía medallas con las que deslumbrar el paño de su vestimenta; por lo que cede el protagonismo al arquitecto de renglones ausente, ese individuo andaluz que legó a la humanidad obras de belleza y sentimiento monumentales como El romancero gitano o Así que pasen cinco años.
Tal es el magnetismo que el autor nacido en Fuente Vaqueros ejerce sobre la mejor intérprete de la mítica letra La llorona, que la casi centenaria cantante no ha podido resistir la tentación de “cruzar el charco” para aterrizar en Madrid, y reunirse con los ecos ancestrales de este amigo, del alma y el ánima trabajada verso a verso, en la Residencia de Estudiantes; donde esta noche tiene previsto ejecutar un concierto alimentado con las lecturas apasionadas y aguardentosas de las rimas del perteneciente a la llamada Generación del 27.
Miguel Poveda y Martirio son los amigos que acompañarán en su cita en la Villa y Corte a la responsable de la impactante El preso número 9; en un aquelarre provocado en el centro donde Lorca vivió parte de sus jornadas más intensas. Allí, con la complacencia de la canícula veraniega (ascua ardiente de una ciudad que huele a incienso de creatividad, por lo menos en este 10 de julio de 2012), doña Chavela entonará los acordes apaciguados de Noche de ronda fundidos con el “arbolé, arbolé” lorquiano, la prestancia juguetona de Sombras pegada a las poliédricas emociones del “yo soy la madre de doña Rosita…”, la tersa llanura del habano humeante de Macorina esparcida por los aires de “cabellos de emperadora…”; o las espinas sangrantes de Amor y vivir profundizadas en su dolor con “el poeta habla por teléfono con el amor…”.
Sin duda, la velada será de las que merecen degustarse con el calor de las horas, de las pistolas en alto cargadas con palabras, de los discursos de aciago caminar por el filo entre la realidad y la ficción. Aunque la actualidad relacionada con la inmortal solista natural de San Joaquín de Flores no se acabará con la edición de su nuevo álbum; ya que el director Rubén Rojo tiene planeado estrenar, a finales de 2012, el documental titulado El ruiseñor y la noche. Chavela Vargas canta a Lorca. Mientras que la biógrafa más destacada de la trovadora, la periodista María Cortina, igualmente tiene en el postigo de la publicación el libro Dos vidas necesito: Las verdades de Chavela, un texto clarificador y aclaratorio sobre el pensamiento y la filosofía de la mujer que ganó su puesto en un mundo de “machos” con sombrero, ataviada simplemente con su aplomo y energía (el volumen será presentado en La Casa de América de Madrid el próximo 12 de julio).
Un homenaje como el mencionado, que reconoce con justicia indiscutible el talento conectado entre Vargas y García Lorca, probablemente evocará imágenes de “jardines en el Cielo”; o subtitulará, con rúbrica de rojo capote, las declaraciones al borde de la fatiga de “Noche del amor insomne”: unos coros rendidos a la imaginativa hipérbole desintegradora que comienza con un “noche arriba los dos con la luna llena,/ yo me puse a llorar y tú te reías…”
Más información, entradas y horarios en http://www.residencia.csic.es y http://www.corason.com/lalunagrande_prensa/