0
0
Tras la pantalla del ordenador, los abrazos suenan a huecos, como traspasados por la gélida perfección de los códigos binarios. Sin el calor del crujir de los huesos y las rozaduras febriles de la piel contra los cantos rodados del sentimiento, la simple acción de achuchar a alguien puede parecer un acto de valentía tendente a la derrota anunciada. Sin embargo, para un artista de los timbres ahormados con las maderas del hemisferio sur –como es Caetano Veloso– la pantalla de un portátil es susceptible de convertirse en la evocación de una persona amada, de un amigo ausente o de un ser hacia el que desplegar toda clase de emociones de guitarra y balanceo marítimo.
Esas líneas precisas, esbozadas por besos al aire y cruces de manos con posdatas de e-mail, fueron las musas que lanzaron al nacido en la localidad brasileña de Santo Amaro (Bahía) de Purificaçao a levantar el CD titulado Abraçaço, en un intento por verbalizar las coordenadas globalizadoras de este tercer milenio, continuamente comunicado mediante las nuevas tecnologías. Unos caminos de desengaños e infortunios que también hacen posible la comprensión entre habitantes de cualquier rincón del planeta Tierra.
Editado a finales de 2012, el álbum más reciente de Veloso narra su existencia a través de once tonadas de raíces étnicas y rítmicas asociadas al mestizaje de estilos y géneros, como un mosaico en el que la voz del hermano de la inspiradora Maria Bethânia guía al oyente por los surcos, cual Virgilio lo hizo en su época con Dante.
Desde el definitorio y paisajístico track A Bossa Nova É Foda al poético e irónico Estou Triste, la fisonomía del disco se nutre de las esperanzas y anhelos de un compositor al que siempre le ha tirado más la experimentación que los senderos trillados por el triunfalismo, el riesgo más que la comodidad de las actuaciones estelares (a las que tampoco ha renunciado a lo largo de su extenso currículo, como lo reflejan participaciones en trabajos mainstream con el sello de gente como Nelly Furtado).
En ese universo de pruebas conscientes y voluntarias, el compatriota de Jorge Amado y Haroldo Campos exhibe su magisterio de cuerdas y teclas, siempre apoyado con las melodías del terceto BandaCê (formación esculpida con notas de guitarra, bajo y batería, que acompaña a don Caetano desde hace algo más de un lustro).
Todos juntos (a los que se suma Moreno, el vástago del enérgico seguidor del tropicalismo) elaboran un edificio de sonidos acompasados y cadenciosos, a los que el propagador de la frase “prohibido prohibir” les otorga el sabor del café regado con la lírica de los trovadores errantes.
Arropado en esas consignas de envoltura cosmopolita Caetano Emanuel Vianna Telles Veloso envía a los humanoides del abismo del siglo XXI testimonios de salud férrea, con píldoras de crítica sociológica (O Império Da Lei), análisis psiquiátricos de significación individualista (Quero ser justo), documentos de ironía ideológica (Um Comunista) y excentricidades de fusiones de discoteca y DJ de sala de estudio (Funk melódico).
“Dei un laço no espaço/ Para pegar um pedaço/ Do universo que podemos ver/ Com nossos olhos nús/ Nossa lentes azuis/ Nessos computadores luz…” (“Tomé un bucle en el espacio/ para conseguir un pedazo/ del universo que podemos contemplar/ con nuestros ojos desnudos/ nuestras lentes azules/ nuestros computadores de luz…”). Así, con semejantes palabras de neurótico visionario, comienza el corte Abraçaço: un viaje sin escalas embutido en una cápsula galáctica, que en el gremio de Veloso está marcada con el logotipo de la Música. Dentro de esa factoría de la sugerencia es donde este compacto tiene su escafandra y traje protector; ya que, en ambientes ajenos a los pentagramas y los atriles, su incapacidad para tomar aire eclipsaría seriamente su existencia…
Más información en http://www.caetanoveloso.com.br/index.php
