The Glamour Factory da clases de estilismo setentero desde la ciudad de John, Ringo, Paul y George
…Y Ziggy Stardust despegó con destino a la inmensidad oscura del universo en busca de su propia odisea espacial, con Freddie Mercury componiendo rapsodias alicatadas de bohemia como eficiente motor diesel, y las pelucas multicolores de atléticas drag queens bordando las enseñas patrióticas sobre plataformas de encaje. Esa nave se conoció en el planeta como Glam, y su embalaje lo atornillaron los telúricos y exagerados cortes fluviales de una generación cargada de exageración, desenfreno, hedonismo, extravagancia… y una creatividad innata de cuento de hadas y focos de cartón piedra.
De finales de los sesenta hasta el crepúsculo de los setenta (según las enciclopedias oficiosas, de 1971 a 1975), el imperio de la elegancia a lo Oscar Wilde alentado por David Bowie y sus acólitos, a la par de la androginia heredada de Amanda Lear y otros seres de esencias vip (ambos extremos ataviados con las telas elásticas de los leotardos multifantasía y los timbres del rock de las poses y la provocación), formaron el set del movimiento que deparó al Arte un período de barrocas connotaciones, mucho más deudoras de la estela del exceso bacanal de Rubens que del claroscuro recio y sobrenatural de Rembrandt.
Esa década escasa de intensidades noctámbulas es a la que rinde tributo la exposición Glam! The Performance Of Style, que alberga la Tate Gallery de Liverpool (Inglaterra) hasta el próximo 12 de mayo de 2013; y en la que el espíritu enérgico de precursores de la libertad iconográfica -como David Hockney, Andy Warhol, Cindy Sherman y Jack Smith- dialoga con el espectador y su manto espectral para reclamar su protagonismo en el devenir de la fisonomía del ciudadano contemporáneo.
Siete salas, repartidas a lo largo del amplio inmueble institucional por sus insinuaciones temáticas, dan cuerpo muestral a cerca de cien obras, entre las que se alternan pinturas, esculturas, instalaciones, películas, dibujos, portadas de discos, fotografías y retazos de vida de una juventud a la que perdió su afán por la experimentación de rápido consumo, subida los veinticuatro horas a lomos de una figurada montaña rusa de emociones, sin tomar en cuenta las lagunas reflexivas del paso del tiempo.
Ese gusto por el impulso y por un famoseo cercano a los manifiestos gestores del Pop Art (del que bebió muchas de sus esencias y sabores) fueron dos de los signos que marcaron el nacimiento y evolución de la corriente bautizada como Glam, la cual dio sus primeros berridos iniciáticos a finales de los sesenta (coincidiendo con la aparición en el panorama cultural de tipos tan abiertamente eclécticos como Gilbert & Geroge y el ya mencionado David Hockney, quienes ayudaron a montar el engranaje animados por la promulgación de la ley que daba por finalizada la persecución de los homosexuales en Gran Bretaña).
Así, en la hoguera de vanidades declaradas de esos amantes de The Velvet Underground y los trabajos de The Factory, los impulsores del aún balbuciente sentimiento colectivo se hicieron fuertes en las islas comandadas por Isabel II, a través de las visiones de creadores con gafas acristaladas por la imaginación, y que respondían a las señas de identidad de Cecil Barton, Patrick Procktor, Celia Birtwell, Ossie Clark y Bruce McLean.
Eran años del mediático “haz el amor y no la guerra”, de las bifurcaciones olvidadas en el arcén, de los mensajes contraculturales y del relativismo intelectual, de los mayos franceses y las dudas afectivas sobre la única existencia de dos sexos… En ese ambiente de pantalones ajustados terminados en campana y completados con camisas transparentes, el hombre empezó a calzar tacones de aguja y a usar pintalabios, mientras que la mujer se aderezaba con trajes de chaqueta y parafernalia de cabaret berlinés de los años 30. Un camerino constante y continuo en el que triunfaban las imágenes sobre el despiste al tradicionalismo, y se coronaba de laureles la diversión y el juego ante espejos de feria.
El erotismo de Allen Jones y Guy Bourdin, las influencias neoyorquinas relacionadas con la importancia del absurdo en la rutina diaria, la crítica a los bastiones de la injusticia social de David Lamelas, la necesidad de transformarse por dentro y por fuera expresada por Eleanor Antin y Jürgen Klauke, y la bienvenida a la dictadura del hedonismo y la vacuidad ecléctica de Sigmar Polke y Robert Malaval son estaciones por las que circula esta reveladora exposición (generada por el cerebro bicéfalo de Darren Pih y Eleanor Clayton, y que se traladará el 13 de junio al Schrin Kunsthalle de Frankfurt, y el 11 de octubre al Lentos Kunstmuseum de Linz).
…Y mientras todo esto sucede durante el presente y frío invierno de tempestades y zozobras, Ziggy Stardust sigue buscando su horizonte, tal vez escenificado con alguna artificiosa coreografía en las entrañas del monolito ideado por Stanley Kubrick. Aunque, entre vuelta y cabriola, seguro que el eléctrico astronauta de las ondas se toma un respiro en la ciudad de The Beatles… Una bocanada de aire de lentejuelas y de pianolas, de guitarras y paletas, de collages y vinilos. Paisajes de discoteca y gramola arrugados por las luces intermitentes de la Historia… siempre simulando arcoíris otrora deslumbrantes…
Más información, horarios y entradas en
http://www.tate.org.uk/whats-on/tate-liverpool/exhibition/glam-performance-style