Antígona quema en inglés su pasión trágica de añoranzas tebanas
Razón de estado contra sentimientos a flor de consanguineidad. Seguimiento de la ley contra abrazaderas sentimentales de tintes genéticos. En el ring de boxeo mortuorio que creó Sófocles, el destino conserva la máscara del dolor generado por los recuerdos, ateridos a base del frío de la batalla; al tiempo que los vaticinios de pecados insalvables condenan sin remordimiento alguno a los mortales, con los que juegan los hados sobrenaturales. Ese hábitat de macabras existencias, y fantasmas hasta en los rincones de cada frase, es el que reproducirá el National Theatre londinense, desde el próximo 3 de julio al 21 del mismo mes. Con esta apuesta, Antígona volverá a vestir sus telas vaporosas y sus lágrimas de esparto; aunque en esta ocasión a través de una particular versión firmada por Don Taylor.
El capitalino Olivier Theatre (llamado así en honor del gran Sir Laurence, el rostro de Rebeca y Cumbres borrascosas) alojará en sus espléndidas instalaciones la mencionada operación artística, en la que destaca sobre las tablas desnudas la presencia de actores como Christopher Eccleston (en la piel de Creonte) y Jodie Whittaker (encarnando a la heroína del título).
Pero la representación de esta Antígona del siglo XXI no guarda una correlación literal con su precedente helenístico; ya que la directora de la adaptación (Polly Findlay) ha apostado por un look más contemporáneo. Todo con el objetivo de conducir el espectáculo por las estaciones híbridas de la cercanía conciudadana, para que el público asistente al acto se motive mediante el reconocimiento de su propia rutina diaria.
Sin embargo, el argumento y la fuerza de las declaraciones y escenas redactadas por el genial autor clásico no ha visto mermada su energía tonal. De esta manera, la historia continúa versando sobre unos personajes marcados a fuego lento por los excesos de sus ancestros familiares. De esta manera, la condena de Antígona es algo que ya se venía fraguando a instancias superiores desde antes incluso de que naciera, cuando su padre (el Edipo que había mantenido una relación incestuosa con su madre, y que había asesinado a su progenitor) debe soslayar un futuro próspero lejos de su reinado en Tebas. Junto a la heredera del monarca destituido y de Yocasta se crían Ismene, Eteocles y Polinices. Estos dos últimos estaban obligados a turnarse en el trono que antes había detentado su papá; pero la avaricia hace que se enfrenten en guerras intestinas. Algo que aprovecha Creonte para arrebatarles el lugar y darles muerte.
Ya sentado en el sitial, el nuevo king ordena que no se dé sepultura al cadáver del traidor Polinices. En ese momento, Antígona –como hermana del finado- decide enterrar a su pariente, contraviniendo con ello la ley del mandatario. Semejante hecho genera que la joven sea sometida a juicio, y condenada a la pena de ser sepultada viva. Sin embargo, la protagonista evita el calvario suicidándose en su celda. El cruel fin de la hija de Edipo provoca que el prometido de la dama (Hemón) se arrebate la existencia, al ver sin vida el cuerpo de su amada. La partida inesperada al Más Allá del vástago de Creonte también desemboca en el suicidio de la esposa del gobernante (Eurídice).
Bajo estos vértices humanísticos, Sófocles compuso una de esas obras inmortales, cuya mítica trascendencia inspiró en sus respectivos tiempos a gente como Tommaso Traetta, Jean Anouilh y Frederic Leighton, quienes imaginaron con sus pinceladas -borrachas de pigmentos y aceites- la faz de esa mujer emocional y sufriente llamada Antígona: una señora de porte nobiliario que desafió las normas para dar consuelo a su conciencia como hermana.
Findlay es bastante consciente de la contundencia dramática del texto griego; por eso ha echado mano de la más que competente traslación de Taylor (Londres, 1936- Norfolck, 2003), además de contactar con un elenco de intérpretes fogueados en el teatro clásico. Un cuadro que comandan los ya citados Eccleston (conocido por sus múltiples apariciones en el cine, y por haber sido uno de los últimos alter ego del televisivo Doctor Who) y Whittaker (a la que los espectadores pueden ubicar como la rubia aparentemente ingenua del filme Venus).
Disfrazado con el conjunto de elementos resaltados, el NT da cuartelillo al talento producido en los márgenes de Grecia; país azotado por la crisis que, no obstante, guarda en sus entrañas algunos de los escritos más determinantes, con los que se construyó la civilización tal cual se la conoce en la actualidad.
Más información, horarios y venta de entradas en http://www.nationaltheatre.org.uk