Adam Johnson aliena la violencia
Adam Johnson llega a las librerías españolas con la novela que le convirtió en ganador del Pulitzer en 2013: un texto bautizado “El huérfano” (Editorial Seix Barral).
Compartir el nombre con un famoso futbolista inglés del Sunderland AFC ha otorgado a este escritor una cierta privacidad en Internet; algo que en cierta forma resulta interesante, ya que con ello el literato se asegura el interés claro de los que buscan su persona entre las entradas mejor situadas en la Red.
No obstante, la identidad de este profesor asociado de la Universidad de Stanford ha saltado a la palestra de la actualidad merced a la concesión del Premio Pulitzer 2013.
Un galardón que ha pillado casi por sorpresa a un novelista de breve currículo (nutrido solamente por tres obras), aunque de innegable calidad -pese a su escasez- para tratar los estados de ánimos más complejos, normalmente determinados por realidades conflictivas.
Los contados volúmenes firmados por Adam Johnson (Dakota del Sur, USA, 1967) muestran la pluma encendida de alguien al que le mueven los personajes en continua lucha consigo mismos: seres surgidos de los infiernos afectivos, a los que los actos más violentos no apartan de un rutina artificial e intrínsecamente falseada.
Así podría definirse el cosmos de Jun Do, el tipo sin decisión individual que protagoniza la creación damnificada con el Pulitzer: un mural de letras e insomnios dictatoriales, que lleva por título El huérfano (Seix Barral, Colección Biblioteca Formentor).
ADAM JOHNSON DOTA DE RASGOS A UN VERDUGO
Un escenario de portada de rotativo, Corea del Norte, es el sitio escogido por el estadounidense para desarrollar el argumento de su exitoso libro.
En él, un joven llamado Jun Do explica con sus actos las contradicciones por las que este antihéroe ha deambulado desde su nacimiento.
Sin conocer a sus progenitores, el chico fue carne de educación programada dentro de los muros de un orfanato, perteneciente al Estado liderado entonces por Kim Jong-II (sucedido en el presente por su vástago, Kim Jong Un).
Ausente de preocupaciones relacionadas con poseer un pensamiento libre y versado, el niño únicamente expone lo agradecido que estaba por ser ciudadano del que él concebía como “mejor país del mundo”.
Bajo esas coordenadas intelectuales, el personaje crece agazapado dentro del amparo gubernamental, hasta transformarse en una máquina de matar; hecho que coincide con su reclutamiento por el ejército norcoreano, nada más cumplir catorce aniversarios.
Fiel a su estilo de no cuestionar orden alguna, el chaval va ascendiendo en el escalafón gubernamental: primero como secuestrador y asesino profesional, y luego como oficial de la inteligencia militar.
Período de desintegración ética y moral que queda enmarcado por la fluidez lingüística con la que Johnson lubrica el relato.
Estilo depurado y emocional que metamorfosea las páginas en sinceros testimonios de los mecanismos que anulan la humanidad.
Fórmula con la que el writer retrata las tripas de los mecanismos del poder, los cuales masacran el poso ilustrado de los herederos de Adán y Eva.
En definitiva, unas confesiones desde la culpa no asumida tan inspiradas en su exposición, como sólidas en sus parámetros reflexivos…
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