Todo a la vez en todas partes
La película de Daniel Kwan y Daniel Schienert triunfó anoche en la 95 gala de los Oscar de Hollywood, al obtener siete estatuillas de once nominaciones. La historia sobre universos paralelos protagonizada por la malaya Michelle Yeoh (El mañana nunca muere) convenció a los académicos, y dejó en blanco a la mayoría de sus oponentes.
Todo a la vez en todas partes es una obra singular, cuyo guion exhibe la imaginación fantasiosa de la pareja de cineastas Daniel Kwan y Daniel Scheinert. Sin una factura técnica excesivamente compleja o multimillonaria, el film derrotó a ilustres largometrajes competidores en las siete categorías en las que la obra de los “danieles” se alzó con el éxito de la estatuilla dorada, trabajos tan esmerados como Los Fabelman, de Steven Spielberg; o Tár, de Todd Field. Tan solo la cinta alemana Sin novedad en el frente, de Edward Berger, pudo aguantar el tirón de la locura asiática protagonizada por Michelle Yeoh.
Sin embargo, y pese a haber obtenido el beneplácito de la Academia de Hollywood, Todo a la vez en todas partes no ha convencido mucho entre los espectadores y la crítica especializada, debido sobre todo a su arriesgada propuesta a varias bandas argumentales y a su relato voluntariamente quebradizo; el cual se desarrolla a base de realidades contrapuestas, en las que se muestra la capacidad o impericia para ensamblar los constantes giros en la trama curvilínea.
Deslavazada por la propia naturaleza de su historia, la obra surgió como una aventura carente de pretensiones, salvo las artísticas o exploratorias. Un presupuesto bastante limitado y un equipo muy poco nutrido (nada que ver con los habituales blockbuster) fueron las coordenadas que iniciaron el recorrido de la premiada movie. Unas características que dejaron sus huellas en la elaboración de los ingenuos efectos especiales, normalmente realizados a base de superposición de planos, vestidos por la excesiva gestualidad de la convincente Michelle Yeoh.
No es ninguna perogrullada afirmar que Todo a la vez en todas partes adolece del perfeccionismo milimétrico e informático de Avatar 2: El sentido del agua y del de Wakanda Forever, pero tampoco le hace falta; ya que su fuerza reside en el excéntrico costumbrismo que destila la galería de personajes. Un conjunto de seres disfrazados hasta en sus movimientos más simples, y a los que es fácil acompañar por los continuos laberintos psicológicos que encierran sus problemas con el “alphaverso“.
TODO A LA VEZ EN TODAS PARTES ES UNA COMEDIA CON ALTO CONTENIDO EXISTENCIAL
Daniel Kwan y Daniel Scheinert no deseaban diseñar una obra de ciencia ficción tipo Matrix, ni aplicar sus respectivos talentos a ilustrar un relato con carne y cuerpo de Isaac Asimov. Si hubiera que escoger algún escritor adalid de semejantes cosmos poliédricos y satíricos, probablemente sería alguien como Roald Dahl o Ray Bradbury; ya que el guion de Todo a la vez en todas partes goza de una atmósfera enloquecida y de un ritmo vertiginoso, que sellan la excelente puesta en escena de un trabajo en el que se traspira un ambiente amigable y sumamente empático.
La contundencia dramática de Michelle Yeoh (muy esforzada con su caracterización, aunque sea mucho menos impactante que la de Cate Blanchett en la derrotada Tár) sirve de timón para que los saltos en el tiempo sean por lo menos creíbles, y no caigan en la incongruencia del sinsentido filosófico y metafísico en el que se basan.
Junto a Yeoh, Jamie Lee Curtis (la hija de Tony Curtis y Janet Leigh está sorprendente, como la extraña agente del fisco que amenaza a Evelyn Wang) y el recuperado Ke Huy Quan (el pequeño Tapón de Indiana Jones y el templo maldito cumple a la perfección, como el marido multiverso de Michelle Yeoh) favorecen a que la película avance con premura por sus tesis rocambolescas, en las que las luchas intestinas revelan la confusión existencial que imprime la cinta desde su peculiar y colorista arranque.
El alphaverso de Kwan y Scheinert se antoja como un vehículo carente del suficiente peso existencialista, y las inconexas ramificaciones en las que se embarca la trama generan profundas perturbaciones mentales en los que intentan comprender todas las claves que marcan las diferentes existencias de la aguerrida Evelyn Wang (Michelle Yeoh).
Acumulativa en cuanto a los problemas, y con una contundente traca explosiva próxima a su desenlace, Todo a la vez en todas partes ha seducido en los Oscar por su falta de previsibilidad y su aura underground; sensaciones que a veces son buenas de cara a unos premios de este estilo, pero que pierden eficacia conforme transcurre el tiempo (a lo mejor, en un alphaverso distinto al vivido, la triunfadora anoche en el Dolby Theatre habría sido Sin novedad en el frente).