The Caretaker monta guardia en el Old Vic londinense
The Caretaker (El portero o El cuidador) llega a la cartelera teatral de la urbe del Big Ben, a través del claustrofóbico montaje de Matthew Warchus. Timothy Spall encabeza el trío de actores a los que Harold Pinter encierra entre las paredes de un apartamento capitalino: decorado escueto, en el que los personajes confiesan sus miedos y fobias existenciales.
La Inglaterra de los sesenta solía mirar la realidad con la ira de los outsiders, subida a los circuitos revolucionarios de los Angry Young Men. En esa era de pensamientos libertarios, la rigidez pretérita dio paso a una especie de templo intelectual, construido con pilares de ruptura y alumbrado con vidrieras historiadas, a base de derrotas ajenas a la resignación de los caídos.
Ante estas barricadas de energía vital contra las correcciones deformantes, el teatro de Harold Pinter fue un testamento de fuego, esgrimido por individuos de valentía aguerrida que cargaron con las heridas de los antihéroes voluntarios. Dentro de ese paisaje minado por las desilusiones, The Caretaker toma el sentido de los retratos abismales, confeccionados con la paleta de la psicosis colectiva.
Cincuenta y seis años después de su estreno original (acaecido en 1960, en el Arsts Theatre de Londres), la obra en la que tres hombres descubren su faz más oscura desembarca ufana en el Old Vic, con la inteligente visión del director Matthew Warchus (Círculo de engaños); y aliñada con la inmejorable aportación biliosa de la que es capaz el camaleónico Timothy Spall (Mr. Turner).
THE CARETAKER Y SUS PALABRAS PONZOÑOSAS
Los focos ubicados en la sala de The Cut proyectan los desconchones de la pared; mientras, en el interior, un camastro convierte el espacio en una cámara de los horrores cotidianos. Allí se mueven, como leones enjaulados, Davies (Timothy Spall), Aston (Daniel Mays) y Mick (George MacKay). Ellos son los protagonistas de un texto cuyo leitmotiv podría definirse como el posicionamiento humano frente a la escala de valores éticos y morales. Tesis fundamentada por la pregunta: ¿Cómo sobrevivir en un ecosistema altamente hostil?
Davies, Aston y Mick responden de distinta manera a la citada cuestión. El primero es un hombre con vivencias suficientes como para esconder sus intenciones detrás de un aspecto desamparado y necesitado. Este tipo entra en la casa de Aston y Mick con la escusa de no poseer ni dinero ni alojamiento, y pronto consigue sembrar la discordia entre los dos hermanos.
Aston es quien lleva a Davies a su hogar. El joven presenta evidentes problemas para sentirse integrado en la vastedad salvaje de la metrópoli londinense. Una vulnerabilidad lacerante, que aprovecha D para conseguir medrar a su costa. En medio de esta relación de intereses contrapuestos, Mick representa la parte más reactiva y alterada del triángulo. El hermano menor de Aston posee un espíritu desconfiado, siempre alerta ante a las artimañas del extraño; aunque él acaba siendo quien propone al recién llegado para el puesto de vigilante de la finca.
Con el referente del inolvidable Donald Pleasence en la memoria, Timothy Spall hace suyas las parásitas intenciones de Davies. Caracterización de necesario perfeccionismo, en la que el inglés recibe la no menos profunda réplica de sus dos compañeros de escena: los jóvenes Daniel Mays (Aston) y Geroge MacKay (Mick).
Matthew Warchus entrega el resto del protagonismo al decorado, amueblado con las chinches de la sobriedad y la rabia medioambiental. Geografías del desamparo eterno, donde la pluma de Harold Pinter se movía con la ansiedad de los maestros de la acidez.
The Caretaker estará en cartel hasta el próximo 14 de mayo.
Vídeo sobre The Caretaker, por The Old Vic Theatre
Más información, entradas y horarios en
http://www.oldvictheatre.com/whats-on/2016/the-caretaker