Series míticas: Paper Chase (Vida de estudiante)
En la Ivy League School –institución dedicada al Derecho- de Estados Unidos, el propósito final era el de hacer que los matriculados salieran pensando como abogados. Por lo menos, eso proclamaba en cada uno de los capítulos de este educativo serial el prestigioso profesor de mercantil y contratos Charles W. Kingsfield, Jr. Y lo hacía ante un aula normalmente llena de alumnos, que le temían y admiraban a partes iguales.
Inicialmente emitida por la CBS Television y posteriormente en Showtime, Paper Chase se mantuvo en antena de 1978 a 1986, cincuenta y ocho horas en total en las que el genial John Houseman (Bucarest, Rumanía, 1902- Malibú, California, EE. UU, 1986) fichó físicamente y trajeado semana tras semana, sin dejarse un solo día de asueto. El reputado productor del grupo formado con Orson Welles en torno al Mercury Theatre, y cerebro gestor de hitos del séptimo arte como Julio César y Ciudadano Kane, enfundó su planta de más de un metro ochenta -como si metiera su nervuda mano dentro de un guante- en la personalidad excesivamente estricta de Mr. Kingsfield; tanto que el personaje acabó transformándose en una especie de alter ego del nacido bajo el nombre de Jacques Haussmann.
Sin embargo, Vida de estudiante no empezó ni siquiera como un proyecto televisivo tal cual. Basada en el homónimo libro original de John Jay Osborn Jr., la serie fue concebida como película destinada a ser proyectada en una sala oscura. Corría el año 1973, y por entonces Houseman era una consagrada celebridad en los campos de la dirección escénica y la producción; aunque todavía no había podido mostrar sus dotes interpretativas, salvo en un par de ocasiones algo erráticas (un corto de 1938 y poco más). Por esa decena repleta de camisas floreadas y pantalones campanudos, el realizador encargado del filme titulado Paper Chase, James Bridges, había estado en conversaciones con James Mason para el papel de Kingsfield. No obstante, el actor británico no estaba precisamente emocionado con la obra; y su viaje inesperado a España confirmó la escasez de entusiasmo que albergaba en su espíritu al respecto. Así, sin protagonista, Bridges no se lo podía creer cuando el grandioso John Houseman (mentor de jóvenes talentos como Christopher Reeves y Robin Williams) aceptó hacer una prueba para el rol. Y, sentado frente al objetivo de la cámara, John lo clavó. Él era el mejor Charles W. que los responsables de la cinta podrían haber contratado, y lo sabían.
No hay que decir que la actuación de debut del “novato” de setenta y una primaveras -bautizado en la tierra del Conde Dracula– fue todo un acontecimiento. Una celebración de comienzo en la senda profesional que el rumano completó con tal gracia y donaire que le valieron un Oscar de la Academia en 1974, al Mejor Actor Secundario.
La fama cosechada por la movie, que narraba los enfrentamientos entre un anciano e inteligente maestro universitario y un avispado pupilo llamado James T. Hart (encarnado en el largometraje por Timothy Bottoms), llamó la atención de los ejecutivos de CBS, quienes vieron muchas posibilidades para convertirla en un intenso serial. De esta manera fue alumbrada la existencia catódica de Vida de estudiante.
El verdadero visto bueno para que se empezaran a buscar las localizaciones tuvo lugar en 1978, cuando el máximo aliciente de la obra en pantalla grande -la inconmensurable presencia de Houseman- fue asegurada para su adaptación a las seiscientas veinticinco líneas. Aunque el resto del cuadro artístico fue otra historia. Timothy Bottoms a finales de los setenta era una estrella que brillaba en el mundo audiovisual con inusitada fuerza, a través de títulos como Traficantes de dinero y Johnny cogió su fusil; por lo que era comprensible que no quisiera repetir papel. Mientras que la chica de la creación de Bridges, la esbelta Lindsay Wagner, ya poseía su propia franquicia con La mujer biónica. Así que los responsables se habían quedado sin oyentes para las charletas del regañón Kingsfield.
Después de un casting más o menos efectivo, el por entonces aún desconocido James Stephens (Mt. Kisco, Nueva York, 1951) se hizo con la parte del brillante James T. Hart; y no se desmontó del despistado y cerebral muchacho hasta la clausura de Paper Chase. A su lado, la trama seriada se animó con un grupo de colegas entre los que destacaban el pijo Franklin Ford III (Tom Fitzsimmons), el simpático y algo desastre Willis Bell (James Keane) y la solidaria con estética hippy Elizabeth Logan (Francine Tacker).
Al final, el fallecimiento del aparentemente incombustible John Houseman provocó la desaparición de un producto de esos que, sin alcanzar las cifras millonarias de otras coetáneas de la pequeña pantalla, era de los que enganchaba por la calidad del sobresaliente elenco dramático. Además, pocos de los que hayan escuchado su tema central podrán olvidar los pegadizos sones de la cancioncilla (está en youtube y es agradablemente nostálgica).