Rinoceronte, embestidas surrealistas en Madrid
Rinoceronte exhibe los mecanismos del Teatro del Absurdo en el interior del María Guerrero. Pepe Viyuela y Fernando Cayo protagonizan esta adaptación de la homónima obra de Ionesco, que dirige Ernesto Caballero.
En 1959, los totalitarismos aún tenían enaguas de movie star en la política internacional.
Apenas una década después de la caída del Fascismo italiano y del Nacionalsocialismo alemán, Eugène Ionesco imaginó una obra de teatro en la que la metamorfosis anulaba la voluntad, y en la que subyacía la conversión de las masas a través de la sinrazón de los cambios sociales.
Rinoceronte llegó a las salas cuando el mundo se dividía entre barras y estrellas y las hoces y los martillos sobre fondos rojos; cuando los terrícolas seguían las corrientes dominantes de las ideas colectivas; cuando la escena cultural demandaba a grito pelado propuestas ajenas a las camisas de fuerza, normalmente impuestas subrepticiamente por los poderes ejecutivos.
En esa época, que presagiaba el desembarco rabioso del mayo parisino del 68 y que ya dormía pesadillas con el chute literario de la generación beat, España todavía andaba sometida al yugo férreo de una dictadura de grisáceas perspectivas, sin ánimo para levantar la cabeza en busca de un hermanamiento oficial con las corrientes del pensamiento más renovador y surrealista.
Han pasado muchos inviernos desde entonces, pero las ascuas de semejante fuego compartido aún están más que vivas en las palabras de Rinoceronte. Un calor necesario y esclarecedor que resurge como el Ave Fénix en la Piel de Toro del 21% de IVA y de las corruptelas en las cúpulas mandatarias; alojado para tan especial ocasión dentro de la egregia arquitectura del Teatro María Guerrero de Madrid (Calle de Tamayo y Baus, 4)
RINOCERONTE Y EL VIRUS DE LA ALIENACIÓN
“El tema de la voluntad es el eje central de este mordaz relato que se emplea a fondo en la suscitación de múltiples preguntas sobre nuestra responsabilidad, tanto individual como colectiva. Así por ejemplo, qué postura debemos o podemos adoptar con respecto a la degradación generalizada de la sociedad, o ante determinadas propuestas para su radical transformación”, explica Ernesto Caballero, el director y máximo responsable de la nueva versión de la pieza, que estará en La Villa y Corte hasta el próximo 8 de febrero de 2015.
La acción arranca en un figurado pueblo de una geografía kafkiana, lugar espectral donde viven dos amigos llamados Juan y Berenger. Ambos tienen una estrecha relación, hasta que tienen noticias de un rinoceronte fugado. Es entonces cuando empieza a cambiar la naturaleza del primero de ellos.
Sin saber muy bien por qué, el resto de los habitantes del enclave también sufren los mismos síntomas que Juan, los cuales les convierten en bestias sin capacidad para preservar su individualidad. Tan solo Berenger permanece indemne ante los efectos desatados por el misterioso mal.
Como en la mayoría de las obras concebidas por Ionesco, lo singular se impone como una dolorosa elección en medio de lo considerado como normal y mayoritario: una paradoja de voluntariedad que subyacía igualmente en algunos de sus títulos más celebrados, como “La cantante calva” y “El nuevo inquilino“. Dentro de semejante realidad, los juegos de palabras pergeñados por el dramaturgo rumano sirven a Caballero para enlazar una trama reflexiva y de rabiosa actualidad, muy emparejada en esencia a esta virtual tristeza del siglo XXI; llorosa dama de infortunios poblacionales, muy dada a dejarse manipular por las mentes maquiavélicas.
Un ecosistema de engranajes expresionistas (con un aura casi de boceto de Chagall y de Kokoschka) en el que los actores se mueven como enfermos encerrados en un manicomio existencial. Un elenco donde participan -con los uniformes de la pasión visceral- Pepe Viyuela, Fernando Cayo, Janfri Topera y Fernanda Orazi, entre otros.
Vídeo de “Rinoceronte“, proporcionado por el CDN
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