Poesía para amortajar la falta de sensibilidad
Europa ha colgado el cartel de territorio en ruina moral. Los grandes almacenes del Viejo Continente llenan calvas en los escaparates con peluquines de rigor financiero, mientras los edulcorantes de tarima y vocerío intentan teñir -con recortes e impuestos- la depresión existencial de los herederos de los romanos, los griegos, los germanos, los celtas, los íberos, los galos y los britanos. Aunque, más allá de los placebos supuestamente alentadores que esgrimen los cuadriculados políticos de este siglo XXI, los rapsodas atan las liras a su cuerpo para enjugar las lágrimas de los ciudadanos desmembrados por el capital, de los peregrinos sin sandalias de futuro y con suelas de esparto en el presente. Tal vez no consigan reunir los millones de almas que concitan los autores entregados en carne y entrañas al nuevo becerro de oro conocido como best-seller; pero con una simple retina estremeciéndose ante un soneto de fuego y agua, ante un endecasílabo de costillas adheridas al gaznate, es suficiente para reclamar la necesidad de un mundo versificado. Universo de rimas y ritmo vital que celebra su día mundial el 21 de marzo, fecha que le otorgó la UNESCO desde el ya lejano 1999.
Y, como los aniversarios hay que festejarlos con guirnaldas de apaño y escenificaciones de postín, España se suma a lo largo y ancho de sus urbes y pueblos a los guateques en los que las palabras y las figuras literarias son las auténticas protagonistas. Melodías de resonancias heroicas que llevan los nombres y apellidos de ilustres maestros de tinta y cuartilla de la casta de Federico García Lorca, Pablo Neruda, Rubén Darío, Miguel Hernández, Pedro Salinas, Tomás Segovia… Citas con las lecturas hay cientos durante esta inspiradora jornada; aunque, si hubiera que escoger una en concreto para materializar la importancia de los poetas en esta sociedad del desencanto y la confusión, lo más apropiado sería adentrarse en las tripas de la Biblioteca Nacional de Madrid, para seguir con pasión la declamación competente con la que recitarán –a partir de las 19:00 horas– compañeros de Góngora tales como Luis Alberto de Cuenca, Juan van Halen, Laura Casielles y Benjamín Prado, entre otros.
No obstante, la verdadera celebración tiene que estar acompasada por el simple hecho de abrir un buen libro de odas aderezadas con la emoción, fruto de autores desnudos frente a la página en blanco, con las únicas armas de su imaginación y la perspectiva mediada por el dominio del lenguaje. Así que, a estas alturas del texto, bueno es recomendar el acercamiento a una selección breve de posibles enganches, con un género que elevó por encima de sus expectativas a emperadores, y que ofreció terciopelo de sosiego a los individuos anónimos que buscaron -entre sus ritmos acompasados- la seguridad que les faltaba en su rutina diaria. Aquí viene el quinteto de novedades que esperamos, desde este blog de bisoñez asumida, sea de su agrado.
1) ATENAS (Visor), de Juan Vicente Piqueras
Rutas de emigración se dejan sentir en las composiciones del valenciano instalado en la sucursal del Instituto Cervantes en Argelia, creador de kilómetros en la mochila que se llevó con este texto el último Premio Loewe de Poseía. Lo que el lector encontrará en sus versos tiene su hilo constitutivo en la nostalgia del que dibuja su tierra, del que ansía un sendero hacia un hogar que se antoja sumido en las nieblas de la memoria. Traductor de Tonino Guerra e Izet Sarajlic, Piqueras descarga sus experiencias en la capital griega con la sencillez de un admirador de la obra de Antonio Machado, siempre dotando de timbre a los derrotados por el triunfalismo de los sueños meramente crematísticos.
2) EL LIBRO DE LAS BALADAS Y ROMANCES DE COLORIDO (Visor), de Luis Rosales
El simbolismo del genial líder de los rapsodas del 36 vuelve a lucir sus rincones surrealistas y clásicos. Apasionante en cada renglón, este volumen descubre la capacidad innata de Rosales para transmitir las sensaciones alumbradas por los discursos solemnes y juguetones de sus coetáneos, que aún poseían la fuerza de la enérgica generación del 27. Sólo un simple apunte: una vez termine de degustar cada pieza, cierre los ojos y comprobará por qué las imágenes trascienden a través de las letras del granadino.
3) ANOLOGÍA POÉTICA (Visor), de Leopoldo Lugones
El indispensable pensador argentino recupera actualidad en la tierra de Lope de Vega con esta reedición de algunas de sus creaciones más proteicas, testigos de un modernismo no exento de identificación con los desfavorecidos. En sus rimas hay misterio, vanguardismo y esperanza, tres ejes con los que el natural de Villa de María del Río Seo montó una producción en la que hallarán refugio los espíritus cansados de vagar.
4) A MIL BESOS DE PROFUNDIDAD (Visor), de Leonard Cohen
El septuagenario cantante canadiense de Take this waltz es también un autor de nocturnidades, romanticismo de caballería andante y quijotesca, y psicólogo de las enfermedades críticas de la época contemporánea. Al igual que en las letras de su repertorio auditivo, Cohen otorga fisonomía de confesionario a su almanaque de querencias, cual enamorado desprovisto de los guarismos de la veteranía, continuamente animado por el aroma de las hipnosis a golpe de evocación baladista.
5) EL SILENCIO VASCO (Visor), de Gabriel Celaya
Para finalizar esta escasa selección, pocas cosas mejor que descansar en el hostal editorial del poeta de Hernani. En sus composiciones sociales, a la vez de bellas por su humanidad latente, es posible toparse de cara con la atmósfera de comprensión de un artista que ensambló su coraza en la fragua de Blas de Otero; y que se convirtió en el mejor embajador, en la España hemofílica posterior a la Guerra Civil, de las ilustraciones verbales de Arthur Rimbaud, Paul Éluard, Rainer María Rilke y William Blake, entre otros (labor que Celaya efectuó con clamor de riesgo pendiente, desde su atalaya de talento bautizada Norte).
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