Olivia Wilde y la mirada de Big Brother
Olivia Wilde y Tom Sturridge son los torturados Julia y Winston Smith en la adaptación teatral de 1984, que se representa en el interior del Hudson Theatre neoyorquino hasta el próximo 8 de octubre.
Procedente del Playhouse Theatre londinense, la obra fue un éxito en la tierra de William Shakespeare por su alta imaginación, a la hora de plantear la asfixiante escenografía imaginada en 1949 por el escritor George Orwell.
Los responsables del montaje (los premiados Robert Icke y Duncan Macmilan) han introducido elementos de la actualidad política en la narración, como es el caso de la presencia del Presidente de Estados Unidos: Mr. Donald Trump.
Cuatro ministerios dominan la existencia de los insensibilizados ciudadanos de la Franja Aérea 1, situada en un Londres de sueños ausentes y pantallas carceleras.
Sin posibilidad para acceder a un mínimo de intimidad, los habitantes de esta región (antigua metrópoli de imperiales signos) pasan sus días con las alforjas vacías de esperanza; carentes de ambiciones, amores, sufrimientos, alegrías y tragedias.
En semejante lugar de agrestes horizontes, todo lo controla el Partido Único, comandado con la imagen de hierro -totalitarista en esencia y efectos- del Gran Hermano o Hermano Mayor. Nada escapa a la mirada pixelada de este señor de rostro severo y ajeno a la misericordia. Ni siquiera, la mínima revolución de los seres que gozan con su anonimato voluntario es susceptible de volar lejos de su rabia destructora y amenazante.
Dentro de ese decorado es donde transcurre la trama de 1984: esclavizada por un futuro distópico y alienante. Una estructura con pilares caníbales que Robert Icke (La Orestiada) y Duncan Macmillan (Lungs) han trasladado desde el Playhouse Theatre del West End, al Hudson Theatre situado en Broadway.
Como si fuera una sesión en grupo de personajes tocados por la neurosis de la persecución permanente, la escenografía pensada para el montaje enfatiza la idea de la asfixia colectiva; siempre acorde con chispazos de realidad, que traslada a los espectadores -en algunas de las escenas del libreto- al presente 2017.
OLIVIA WILDE ENTRA EN LA CONSULTA DE BIG BROTHER
El gran videowall que preside el interior del Hudson Theatre es como una ametralladora de palabras y frases sentenciosas.
A base de imágenes omnipresentes, los más variopintos personajes se asoman a la rendija de la celda en la que penan Olivia Wilde y Tom Sturridge. Pareja que encarna uno de los discursos más ácidos y elocuentes contra los dogmatismos políticos y sociales de la literatura contemporánea.
1984 habla de una particular manera de controlar a los demás: la consistente en la posibilidad de que la tecnología esclavice al ser humano con sus invisibles látigos de subliminales quiebros, traducida al mundo de hoy a base de chpis y códigos binarios. Con cada herida infligida en el cerebro de las víctimas, las mujeres y los hombres se convierten en piezas sustituibles de un enorme engranaje de vacuidades alienantes y alucinatorias (como si se tratara de una Naranja mecánica en clave estatal).
Al final, lo que enmarca esta actitud es un tiempo de terroríficas consecuencias, que se torna más cercano en la era de las redes sociales y las relaciones mediadas por pantallas y teclados.
Hundido en ese universo sin sentimientos legalizados, Winston Smith (un trabajador del Ministerio de la Verdad, al que pone físico el actor británico Tom Sturridge) se ve sumido en un laberinto de secretos inconfesables, al conocer a la rebelde y sensual Julia (Olivia Wilde). Ambos saben que, si son descubiertos, recibirán la ira de la Policía del Pensamiento; pero el miedo no puede evitar que se acaricien, toquen el cuerpo de cada uno, y padezcan la ansiedad de la ausencia.
“La ignorancia es fortaleza“, propaga el texto de 1984. Una afirmación que anuda las cadenas de los tipos que deambulan en el neoyorquino Hudson Theatre hasta el 8 de octubre; justo como lo ideó George Orwell hace ahora sesenta y ocho años.
Más información, entradas y horarios en
http://www.thehudsonbroadway.com
Tráiler de 1984, por Playhouse Theatre