Michael Fassbender y el ánima de Macbeth
El europeo Michael Fassbender da vida al criminal gobernante inmortalizado por Shakespeare, en una película que rueda Justin Kurzel.
Según la leyenda, una maldición marcó la existencia del asesino del rey Duncan; destino con el que William Shakespeare construyó Macbeth: la obra que éste dedicó a la figura del citado magnicida, diseñada entre 1603 y 1606.
Las palabras del bardo de Stratford-upon-Avon dotaron de oscuridad la faz de un hombre ambicioso, sin fuerza moral suficiente para oponerse a los deseos de su esposa, y carente de la más mínima pátina de determinación para ser un vasallo honorable. Es decir, un metafórico Adán enmarcado en la Escocia del siglo XI, que comió con ansiedad el fruto prohibido proporcionado por su Eva de ropajes medievales.
Hechizado por las tres brujas de infernales conjuros, el texto dividido por don William en un puñado de actos es portador de malos augurios para los actores anglosajones, quienes se suelen referir a él como “la pieza escocesa”, en vez de por su título. Aunque, para Michael Fassbender pronunciar el nombre de Macbeth se va a convertir muy pronto en algo demasiado habitual (no obstante, siempre podrá cruzar los dedos, por si acaso).
El motivo de tal afirmación no es otro que el del inicio del rodaje de una nueva adaptación de esta tragedia de William Shakespeare (protagonizada en esta ocasión por la mencionada estrella de masculina de Shame), versión que corre a cargo del director australiano Justin Kurzel.
MICHAEL FASSBENDER ENTRE SALONES PALACIEGOS
El pasado mes de febrero, el realizador oceánico de la interesante y valorada Snowtown se reunió con su equipo técnico y artístico en la localidad de Surrey (Inglaterra), con el objetivo de dar el claquetazo inaugural a la grabación de Macbeth, empresa financiada por la resucitada compañía de los hermanos Weinstein.
Concentrado en Hankley Common (Elstead), los portavoces de la producción anunciaron a la prensa el arranque de una película que también contará más adelante con los paisajes escoceses de Quiraing, en la región de Skye.
LA SOMBRA DE WELLES, KUROSAWA Y POLANSKI
A pesar del gafe al que se arriesga la gente del teatro que osa pronunciar el nombre del rey homicida, todo profesional de la escena nacido en Gran Bretaña se echa a la espalda la maldición, con tal de cumplir la liturgia escénica de las “tres etapas fundamentales en la formación ideal de un actor“.
La primera, la de la juventud, está presidida por la figura de Hamlet. Con respecto a la de la ancianidad, el Rey Lear se antoja como el rol interpretativo por excelencia. Mientras que Macbeth se sitúa como el papel añorado para todos los colegas gremiales de Laurence Olivier que se hallan entre los treinta y cinco y los cincuenta años.
A tenor de lo narrado, Fassbender, que cumplirá en abril treinta y siete primaveras, se encuentra en ese lapso vivencial en el que las gestas del monarca isleño tienen el tonelaje de los sueños curriculares. Así que el nacido en Alemania no le iba a hacer ascos a una oportunidad semejante.
Tablas no le faltan al protagonista de Jane Eyre, a quien no le temblarán las piernas el enfrentarse a un personaje que, antes que él, hicieron suyo los excelentes Orson Welles (en 1948), Toshiro Mifune (en 1957, en Trono de sangre, de Akira Kurosawa) y Jon Finch (en 1971, a las órdenes de Roman Polanski).
Aunque gran parte de culpa en esa ausencia de vértigo seguro que la tiene el elenco que acompaña a Michael en esta aventura.
Para empezar, su pareja en el set de rodaje responde al nombre de Marion Cotillard. La oscarizada actriz parisina de La vida en rosa se mete en la insana piel de Lady Macbeth, la Jezabel del noble norteño que en cintas precedentes tuvo el físico de Jeanette Nolan (en la versión de Welles) y de Francesca Annis (en la movie de Polanski). Grupo artístico en el que también -a la par de Cotillard– comparecen estrellas de genética inglesa como David Thewlis y Paddy Considine.
A través de ellos, la sangre que no se limpia ni con litros de agua volverá a gotear en los cines con singular intensidad, cuando Kurzel dé el visto bueno a la creación más ambiciosa de su emergente carrera en calidad de filmmaker.
Hasta entonces, a los espectadores les toca imaginar cómo será el renovado caldero del trío de brujas más famoso de la Historia, las cuales bañaron en ponzoñosos misterios la “obra escocesa” de William Shakespeare.
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