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El r&b, acunado por los acordes del pop melódico de mechero humeante, tuvo en los ochenta una de sus estrellas más sobresalientes, en la voz del líder de los míticos The Commodores . La capacidad todoterreno del polifacético cantautor de pelo a lo afro y sonrisa permanente le hizo alcanzar, en más de una ocasión, lo más alto de las listas de éxitos en poco más de diez años, tanto en Estados Unidos como en Europa. Una hazaña que efectuó con un puñado de buenas canciones, bolsa de rapsoda de las ondas de la que el norteamericano sacaba con alegre sintonía métricas de elevada gradación sentimental. De la efervescente Dancing On The Ceiling a la romántica Hello, de la emocionante Truly a la estimulante My Love… la escalonada sucesión de excelentes singles le valieron al pupilo del sello Motown millones de seguidores que, entre lacazos bienintencionados y hombreras al viento, sentían en sus propias carnes la inspiración constante del natural de Alabama. El tiempo transcurrido desde entonces ha hecho que la fama del baladista haya ensombrecido sus otrora focos de divismo; pero el pálpito de su talento aún sigue latiendo en cada uno de sus trabajos, máxime si se trata de un ejercicio de esforzado revival. Y de eso va el nuevo trabajo de Lionel Brockman Richie, Jr.: de remover el recuerdo de esas tardes de cromatismo desteñido, alertando a los sueños punteados con la aguja de un tocadiscos rebosante de gomina.
Los trece cortes que componen Tuskegee (bautizado así como homenaje al lugar donde nació el artista) cuentan con brevedad y mesura la historia de un señor que lleva más de cuatro décadas en el negocio. Un tipo que, entre otras gestas, puede vanagloriarse de haber ganado un Oscar (por el tema Say You, Say Me, incluido en la banda sonora del filme Noches de sol) y haber sido el responsable directo (galardón compartido con Michael Jackson y Quincy Jones) de la campaña USA for Africa, con la eufórica song coral We Are The World.
Acompañado de algunos de sus más estimados colegas profesionales, Richie comparece ante sus admiradores con un CD que se rige como declaración de intenciones de su pasado glorioso; con revisiones de sus clásicos, a modo de actualización de un puñado de estribillos que ya forman parte del acerbo cultural de los terrícolas. De esta manera, aunque comience la singladura con You Are (arropado por el timbre de Blake Shelton), la naturaleza triunfalista toma cuerpo con el segundo track, con la celebrada Say You, Say Me; que don Lionel interpreta al lado de Jason Aldean (seguro que más de uno repasará la imágenes de Baryshnikov en el filme Noches de sol de Taylor Hackford, cinta de 1985 donde el trovador entonaba la mencionada balada).
Pero, aparte de la letra por la que ganó una estatuilla dorada en 1986, hay mucha más tralla en Tuskegee. Así, una vez pasado el prolegómeno de la exitosa y premiada Say You, Say Me, comparecen ante los tímpanos del respetable legendarios títulos del cancionero de hace algo así como seis lustros. Una lista en la que LR ha visitado nuevamente los márgenes sentimentales de la vibrante Stuck On You (con Darius Rucker), la profunda My Love (con Kenny Chesney), la inspiradora Hello (con Jennifer Nettles) o la aventurera Sail On (con Tim McGrath).
Como colofón de la obra, no podían faltar en este álbum de tributo tres de los himnos más coreados de la producción de Richie: en concreto, los relativos a Endless Love, Easy y Lady. ¿Quién no ha escuchado alguna vez en su vida, sea de la generación que sea, la desgarradora declaración de amor eterno efectuada a medias entre Lionel y la simpar Diana Ross? Bajo semejantes premisas, Endless Love reactiva su sensualidad en este 2012, con la peculiar dulzura melódica de Shania Twain; aunque en esta puesta a punto se eche de menos a la antigua musa de The Supremes (por cierto, el creativo r&b man obtuvo una nominación al Oscar en 1982 por este tema, diseñado para la B.S.O. de Amor sin fin, película de Franco Zeffirelly). En cuanto a Easy; este poema lírico es parte del pretérito del cantante de Alabama cuando comandaba el grupo The Commodores (track que en Tuskegee ha grabado junto al veterano Willie Nelson). Por último, Lady fue en su día un encargo para el genial Kenny Rogers; pero eso no quiere decir que no represente una de las estaciones curriculares más florecientes de la senda de Richie. Motivo más que suficiente para que el estadounidense haya incluido esta balada, sobre el engaño y las horas en vela por una pasión no confesada, en el repertorio de su nuevo disco (como sorpresa para los amantes de esta pieza, el poeta de los pentagramas ha conseguido meter en el estudio al maestro Rogers con el fin de recuperar el sonido country del vinilo ochentero).
Después de deleitarse con Tuskegee, es recomendable recuperar las versiones originales y comparar; aunque también es una experiencia más que enriquecedora acercarse sin obligaciones al legado en clave de pop de un señor que ha apuntalado (como pilares silenciosos) muchas de las tonadas de herederos estilísticos del pelaje de Beyoncé.
Más información en http://www.lionelrichie.com
