Lee Krasner vivió durante bastante tiempo en los sombríos margenes del anonimato como creadora; a ojos de los extraños, siempre a remolque de la deslumbrante y hambrienta luz que proyectaba su portentosa pareja sentimental: el inolvidable Jackson Pollock.
Mientras permaneció con el titánico Jackson (el matrimonio entre ambos se prolongó de 1945 a 1956), el arte de Krasner se volvió tímido y huidizo, plegado a las exigencias canibalizantes del reconocido precursor del dripping, o goteo. Al lado de su admirado cónyuge, la plástica de la talentosa Lee tendía a defender su identidad a través de los pequeños formatos, siempre ansiosa de encontrar el oxígeno necesario para crecer, y dotar de vida las salvajes líneas que componían sus lienzos de abstracciones épicas.
En la trayectoria de LK hay un antes y un después, frontera medida por la influencia y la figura gigantesca de Jackson Pollock. Tras la muerte de este, ocurrida en un accidente de coche en 1956, las pinceladas de la dama nacida en Brooklyn viraron de los tonos apagados y terrosos, a trazos nutridos por la necesidad de romper las ligaduras sentimentales, y los abismos de la autodestrucción asumida voluntariamente.
El museo Guggenheim de Bilbao ha sabido valorar en su justa medida el legado pictórico de la alumna aventajada de Hans Hofmann; y, a lomos de su extensa producción, ha confeccionado el laberinto visual titulado Lee Krasner. Color Vivo. Una muestra que recopila parte de los mejores lienzos de la neoyorquina con sangre ucraniana; la cual desafió un universo creativo que tendía a menospreciar las aportaciones de la mujeres en el mundo del arte, por muy enriquecedoras que estas fueran.
Como otras compañeras de pasión tintada, empequeñecidas por la proyección mediática de sus admiradas medias naranjas, Lee Krasner tuvo que resistirse a sucumbir, ante los que la consideraban un mero apéndice de las ocurrencias de Jackson Pollock. Tan arraigado estaba este pensamiento entre los entendidos de la época, que la admiradora de Matisse y Mondrian únicamente pudo exhibir sus excepcionales visiones pigmentadas décadas después del fallecimiento de su esposo.
Un error que el mundo del arte subsanó al poco del fallecimiento de Mrs. Krasner, sucedido en 1984.
LEE KRASNER FUE MUCHO MÁS QUE CARNE DE EXPRESIONISMO ABSTRACTO.
Contrariamente a lo que solían buscar muchos de sus colegas de paleta y caballete, Lee Krasner nunca sintió la urgencia de construir un estilo propio, en el que aposentar cada una de sus soluciones plásticas. La creadora nacida en Brooklyn era una fiel defensora de los impulsos evolutivos, de los ciclos con principio y final, de las etapas en las que los motivos de interés variaban al compás de su curiosidad como ser humano.
De esta manera, los colores agresivos de sus primeros años en el Expresionismo Abstracto dieron paso a oscuridades más patentes, aparecidas conforme la depresión -que experimentó ante la inesperada muerte de Jackson Pollock– adormecía su energía frente a las telas y láminas. Un interludio de dolorosos contornos, que generó un apego obsesivo y aventurero hacia los aglutinantes terrosos, y hacia la incorporación de sensualidades carnosas y corporales, de contemplación asfixiante.
Las expertas Eleanor Nairne y Lucía Aguirre tienen pensado sembrar el interior del Guggenheim bilbaíno (el museo plateado) con el nervio palpitante de esta amazona de líneas belicosas, y sinuosidades impactantes.
De los ilustrativos “viajes nocturnos” a los collages fragmentados, de la grandiosidad existencial de Profecía a las sufridas contorsiones de Umber; las piezas firmadas por Lee Krasner explican su génesis y carácter con un lenguaje singular y diferente. como mecidas por la dicción de alguien que no se contentó con ser solo “la señora de…”.
Nota: Lee Krasner. Color vivo tiene prevista su inauguración para el próximo 18 de septiembre de 2020.
Más información, entradas y horarios en
https://www.guggenheim-bilbao.eus