Las emociones como leitmotiv

El investigador y ensayista británico Richard Firth-Godbehere presenta "Homo Emoticus. La historia de la humanidad a través de las emociones" (Editorial Salamandra): un divertido e ingenioso texto, en el que autor explica la importancia de las emociones en acontecimientos tan importantes como la caída de Roma, o el nacimiento del Cristianismo.

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Las emociones
“Homo Emoticus” es un ingenioso compendio de cómo las emociones han marcado el devenir de la historia

Las emociones son unas extrañas y vaporosas compañeras de viaje, protagonistas invisibles y seductoras en la firma de importantes tratados, campañas bélicas devastadoras, revoluciones determinantes, y decisiones trascendentales para el futuro de pueblos e imperios. Cuando estas musas apasionadas e irracionales entran en juego, la mente se suele nublar y el juicio racional cortocircuita, mientras el deseo por alcanzar la gloria a través de la impetuosidad domina el subconsciente de manera irreparable y provocativa.

El pensador británico Richard Firth-Godbehere ha intentado seguir el sinuoso curso de estas amigas fantasiosas y viscerales conocidas como emociones, en el libro Homo Emoticus (Editorial Salamandra): un conjunto de páginas reflexivas sobre el papel de semejantes accesos sensoriales y apasionados, en el que comparecen célebres episodios históricos, desde la caída de Roma a la revolución francesa de 1789, sin olvidar los ejemplos sustraídos de realidades más cercanas en el tiempo.

Firth-Godbehere ilustra cada uno de los capítulos con su conocimiento diverso y su prosa fácil de esgrimir. Una fórmula de atracción transversal, con la que el isleño disuelve sutiles dosis de psicología deductiva; posos aligerados de neurociencia; grajeas artísticas de soluciones intangibles; píldoras de filosofía del encantamiento individualista; y granos efervescentes de fervor religioso de naturaleza abstracta, inexplicable dentro del universo reverencial de las percepciones comprobables.

Las emociones
Richard Firth-Godbehere se adentra en diversos campos del conocimiento humano

Las emociones son solo un puñado de sentimientos que los occidentales decidieron meter en una misma caja conceptual, hará unos doscientos años“, explica Richard Firth-Godbehere, en el comienzo de Homo Emoticus. Una afirmación que el mismo creador pone rápidamente en tela de juicio, cuando reconoce que, antes de la catalogación decimonónica, el término de emoción estaba solapado aparentemente por el de pasión, sufrimiento, fervor, sentimiento, o por el de la experiencia de las existencias enervadas y nerviosas.

LAS EMOCIONES HAN CONFORMADO RELIGIONES E IMPERIOS

Según la primera acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (R.A.E.), la emoción es una “alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática“. Una identificación de enorme significancia colectiva e individual, que explica muchas de las decisiones tomadas a lo largo del tiempo y en distintos contextos pretéritos y presentes; tanto para reunir fieles en un templo, como para engrosar las filas de los ejércitos, en favor de campañas orquestadas al calor inmaterializado de las consignas panfletarias y de las neurosis masificadoras.

Bajo estos parámetros, Richard Firth-Godbeherer llega a asociar el nacimiento del Cristianismo (por ejemplo) con el manejo de las emociones, en torno a un mensaje de grandeza espiritual. La necesidad de elevarse por encima de los perseguidores y de los poderosos en la antigua Roma y en la dogmática Judea alimentó la fe de muchos de los primeros seguidores de la doctrina cristiana, quienes mostraban profundas alteraciones del ánimo frente a las escrituras bíblicas y a los sermones de los predicadores.

De similar forma, Platón (al que recurre el autor de Homo Emoticus como un insigne referente de la filosofía de los sentimientos) desplegó su conocimiento filosófico en torno a sensaciones que lubricaban sus encendidos debates. Jornadas que él consideraba como vaivenes en el estado del espíritu, muchas veces hermanadas con el pathos y el sufrimiento existencial. Una idea que RFG enlaza con el verbo de sentir, el cual supera con creces -según el ensayista- el curso de las emociones pasajeras y puntuales.

Las emociones
Las emociones suelen liderar la toma de decisiones en los hombres y las mujeres

De la India milenaria, con sus numerosas revelaciones de la idea de deseo, al imperio otomano y a Estados Unidos, los argumentos de Homo Emoticus dejan claro que los sentimientos, travestidos en ocasiones como emociones inaprensibles, han sido los recursos habituales para el desarrollo de la humanidad, siempre presentes a través de las centurias. Unos elementos que no siempre sirven para adoptar las mejores opciones respecto a la convivencia planetaria, como pasó con el apego a los nacionalismos patrióticos y dictatoriales del siglo XX, tales como el Nazismo, el Fascismo y el Franquismo (movimientos totalitarios que transmitían emociones tan alienantes como el miedo a la disensión, y la propagación de una visión única e inapelable de la terminología política).

Richard Firth-Godbehere juega con las sucesivas alusiones a la evolución emocional de las civilizaciones, y monta con ello un irónico puzle discursivo, en el que subyacen -no de manera literal- teorías sensitivas de fuerte calado intelectual y filosófico, como las orquestadas por Blaise Pascal, y que chocaban de lleno con el empirismo y las percepciones sensoriales defendidas por David Hume.

Los humanos no sentimos emociones” recuerda el autor de Homo Emoticus. Una frase que permite establecer un marco de invisibilidad afectiva, en el que las emociones se transforman en interesados resortes culturales, esgrimidos para explicar el comportamiento impetuoso de los seres humanos. Sin embargo, y como puntualizó William Shakespeare en Romeo y Julieta, el hecho de que algo no posea un nombre concreto no implica que no exista. ¿Pueden ser las emociones como el aroma de una rosa?

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