Jake Bugg recurre a la autoconfesión
Jake Bugg da un paso más en su carrera musical, con la edición de On My One (Virgin EMI Records, Atlantic Records).
El joven cantante y compositor echa mano de sus sentimientos interiores, para elaborar los once cortes que reúne el álbum.
Soul, country, indie pop, hip-hop… El trovador isleño aglomera estilos y géneros, para sacar adelante su tercer trabajo de estudio.
Después de un disco tan salvaje y extensivo como Shangri La, era realmente complicado continuar en la senda de la distinción sonora con otro bombazo semejante.
No es que Jake Bugg se haya contentado con cocinar un producto de baja estofa, pero en las entrañas de su tercera obra existe un aire de ingenuidad juvenil, que se pensaba fuera de lugar en los pentagramas orquestados por este veinteañero nacido en Nottingham.
Sin Iain Archer ni Rick Rubin para avalar los versos de los cortes, la inspiración parece como cortada a ráfagas de genialidad en On My One: cancionero que el británico ha querido adornar con las emociones asociadas a su cuna y raíces, a sus ásperas encrucijadas existenciales, a los amores añorados, y a las horas de carretera y escenario.
Tales ingredientes aliñan un compacto de paisajismo heterogéneo, con arranques realmente brillantes (Love, Hope and Misery es uno de ellos) y otros que no funcionan en exceso, debido sobre todo a que los compases rítmicos no se ajustan demasiado a la discreta voz del súbdito de Isabel II.
JAKE BUGG ACUMULA CARGOS
“Este disco reivindica el segundo escalón dentro de mi madurez y desarrollo profesional en calidad de cantautor“, argumenta Jake Edwin Charles Kennedy; y razón no le falta al muchacho del flequillo abundante, tras degustar los temas incluidos en On My One.
Aunque habría que puntualizar que la asunción de una mayor responsabilidad creadora no siempre es sinónimo de mejoras desde el punto de vista del resultado final.
De esta manera, pese al esfuerzo del chico por mantener un denominador común visible en su propuesta, lo que prevalece es una sensación de cierta confusión rectora, en la que lo nuevo y lo viejo protagonizan una acerada dualidad a lo largo de los once tracks.
Hace unos años, Bugg contó que la llama de la pasión por la lírica le vino tras escuchar la inolvidable balada setentera bautizada Vincent, de Don McLean. Y ese sabor a épocas pretéritas, cargadas con la sencillez irrepetible de los songwriters clásicos, parecen apuntalar este homenaje desenfocado a la tierra de Robin Hood y a los paraísos deformados de los que se dedican a interpretar notas ante audiencias masificadas.
“Sólo soy un pobre chico de Nottingham/ Tuve mis sueños/ Pero en este mundo ya se han ido, se han ido/ Oh, estoy tan solo dentro de mí mismo“, asume JB en la song titulada On My One. Y esta misma plegaria extiende sus tentáculos al resto del material, en el que hay espacio para extravagancias inconmensurables (Gimme The Love), guiños al country socarrón y oscuro de Johnny Cash (Put Out the Fire), y travesuras de melifluo hip-hop (Ain’t No Rhyme).
Como si fuera el relato de fin de vacaciones de un universitario con ganas de hacer méritos académicos, On My One ofrece una más que decente producción y un notable perfeccionismo auditivo. Sin embargo, en la fórmula activada por Jake Bugg faltan unas leves perlas de sudor voraz y desbocado.
Un toque de rebeldía bestial que suele inclinar la balanza hacia la singularidad convertida en talento, y que el inglés sí desplegó con sagacidad en sus dos anteriores grabaciones.
Vídeo oficial de Gimme Love, por JakeBuggVEVO
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