István Szabó medita sobre la vida
El legendario cineasta húngaro de "Mephisto" vuelve a trabajar al lado de Klaus Maria Brandauer (su actor fetiche), en el film "El médico de Budapest": una historia existencialista, sobre el paso del tiempo y las experiencias intergeneracionales.
István Szabó ha aprendido a lo largo de las décadas a tratar el paso del tiempo como si este fuera un personaje más en la trama, capaz de desmenuzar las alegrías y las penas de los seres que deambulan por sus películas ingrávidas, normalmente pendientes de las transformaciones telúricas de eternidades falseadas.
Maestros del séptimo arte como Ingmar Bergman y Carl Theodor Dreyer sentaron las bases inmateriales sobre la manera más adecuada para acercarse a las arrugas del espíritu; siempre con la mirada puesta en congelar los fotogramas y las palabras, bien con paisajes discursivos o con monólogos silenciosos, relativos al miedo a lo desconocido.
El médico de Budapest (la última obra del director húngaro István Szabó) se nutre de semejantes emociones personales y sinuosas, en las que resulta imposible esconderse tras máscara alguna, y donde se sincronizan el pasado, el presente y el futuro. Tales sensaciones alimentan el guion original de esta oda a la ancianidad, que nunca renuncia a los momentos humorísticos y trágicos, y en la que se manifiesta la humanidad latente que existe en la disolución de las épocas y de las generaciones pretéritas.
Szabó ha reconocido en algunas entrevistas que El médico de Budapest viene a ser un sutil homenaje hacia los que sufrieron en sus carnes las angustias de la Segunda Guerra Mundial y los duros años de la Guerra Fría. Un grupo de habitantes de la desolación, que ha moldeado la fisonomía de Hungría en la actualidad; y, por ende, de la Europa tecnificada del siglo XXI.
La estrella austriaca Klaus Maria Brandauer (Memorias de África) lidera el elenco interpretativo en este último largometraje de ISz. Una unión que reverdece las jornadas más laureadas de un tándem artístico que aún es recordado por títulos tan emblemáticos de la cinematografía magiar como Hanussen (1988), Coronel Redl (1985) y Mephisto (1981).
ISTVÁN SZABÓ RECUPERA LA ESENCIA DE SU ARTE CINEMATOGRÁFICO
En el argumento de El médico de Budapest existe un acerado y efectivo elemento de desintegración temporal, voluntario y singular. Un ingrediente que consigue diluir las identificaciones precisas con el presente, y que potencia el arma de la añoranza pretérita, que siente y transmite el protagonista del relato: el médico jubilado llamado S Doktor (Klaus Maria Brandauer).
Mientras la ciudad remite a futuros sombríos y desangelados, la aldea y el entorno rural escenifican -desde el aparente conflicto- una paz bucólica y agreste; aunque esta frágil y cambiante tregua no sea controlable con facilidad, y se halle indomesticada. Precisamente, el regreso a su lugar de origen proporciona al facultativo la energía necesaria para afrontar su nueva existencia, ajena a los retiros forzados y apremiante ante los giros del destino.
A modo de engranaje creativo, es fácil establecer una relación entre el hastiado y hambriento S Doktor y el galeno Isak Borg, de Fresas salvajes (Ingmar Bergman, 1957). Sin embargo, el personaje principal de El médico de Budapest no exhibe las depresivas costuras de un ente consciente de su muerte cercana, sino que este aún mantiene caliente la llama de la pasión por seguir transitando los sorprendentes meandros de su propia existencia.
Una actitud que revela el compromiso de István Szabó con lo que todavía está por venir, y que enlaza determinantemente con las décadas quemadas por sinsabores colectivos y personales, y con los recuerdos apergaminados de los otrora jóvenes; ahora sometidos a procesos necesarios de análisis y de reflexión universalista.
Nota: El médico de Budapest tiene previsto su estreno en España para el próximo 13 de agosto.