Greenaway graba a Eisenstein
Peter Greenaway da las últimas pinceladas a “Eisenstein In Guanajuato“, una película en la que narra la aventura americana del responsable de “El acorazado Potemkin“.
Siempre en busca de talentos determinantes, el Hollywood del star system y los sueldos millonarios quiso contratar a Serguéi Eisenstein (Riga, Letonia, 1898- Moscú, U.R.S.S., 1948); pero él prefirió el polvo del desierto mexicano.
Las ardientes colinas por las que transitaban las estrellas del celuloide no eran el sitio ideal para un revolucionario convencido, un señor que -cámara en mano- grabó con pulso de enloquecido poeta imborrables obras como Octubre y La huelga.
Al arrope de sus fotogramas en movimiento, la Rusia zarista emitió su alarido mortuorio con las sacudidas de un cochecito de bebé, mientras éste caía por las escaleras portuarias de Odesa.
Virtuosismo que igualmente mostró su apego a las exaltaciones patrióticas de una U.R.S.S. capaz de mirar hacia el pretérito, siempre escondida detrás de un armazón de epopeya y con enredadera sanguínea desbordada; hilando tapices del calibre de La conjura de los Boyardos y Alexander Nevsky.
Sin embargo, pese a ser un cerebro conservado en los arados gélidos de la estepa bolchevique, Serguéi Eisenstein también quiso probar lo que el cine estadounidense podía otorgarle.
Y, aunque la aventura no fue todo lo aprovechable que él anhelaba en un principio, sí que sirvió para internacionalizar su instinto fílmico, y para que el creador letón rodara una excelente e inconclusa obra, titulada ¡Qué viva México! (1932).
Más de ochenta años después de ese episodio trascendental para la historia del Séptimo Arte, el pintor y realizador galés Peter Greenaway refresca las experiencias centroamericanas del grandioso eslavo, en la película Eisenstein In Guanajuato.
GREENAWAY SE TOPA CON EL GENIO
Ambientado en la década de los treinta (aún renqueante de la hambruna de la Gran Depresión), el filme del responsable de Los libros de Próspero y The Baby Of Mâcon inicia su guion con la noticia del viaje a USA del portentoso Serguéi Eisenstein (quien se hallaba en París en esos momentos).
El motivo del traslado es el de un supuesto contrato que un directivo de Paramount Pictures ofrecía al ruso, para que éste transmitiera su espectacular virtuosismo a través de la mastodóntica industria norteamericana.
Pero la filosofía de la Meca del Cine no encajaba muy bien en las arterias conceptuales de un director capaz de deslindarse del maestro -y gloria en las extensiones de las barras y estrellas- D. W. Griffith, para buscar su inspiración en los ideogramas japoneses, y en el entramado sensitivo consistente en provocar emociones más envolventes que las sujetas a las estrictas reglas de la linealidad.
Bien por ser sospechosas de ideología comunista o por constituir un desafío evidente al American Way Of Life, las propuestas de Eisenstein en la colina angelina se quedaron en el arcón de los proyectos que nunca vieron la luz, y el compatriota de Fiódor Dostoyevski se cansó de ser considerado simplemente una eterna promesa sin salidas comerciales.
Razón más que comprensible para que el autor de Octubre -tras una invitación previa- se marchase a México, donde tenía previsto rodar una epopeya más allá de los encorsetamientos hollywoodienses: una pieza épica titulada ¡Qué viva México!
Avalado por el apoyo financiero del escritor Upton Sinclair y de la esposa de éste, Serguéi recaló en un país que primero le persiguió como ciudadano non grato, y luego le colmó de honores.
Mano a mano con el guionista Grigori Aleksandrov, el creador alumbrado en Riga grabó 60.000 metros de película, los cuales estaban destinados a contar la historia de la tierra de Pancho Villa en cuatro capítulos (más un prólogo y un epílogo), relato que iba de los antecedentes precolombinos del país a las raíces más ancestrales y profundas de sus habitantes.
Al final, lo que surgió fue un largometraje cargado de atmósferas y sinceridad simbólica, que no pudo ver la luz tal cual lo había imaginado Eisenstein, debido sobre todo a la retirada del proyecto del matrimonio Sinclair.
No obstante, después de muchas tiranteces, el literato norteamericano -motivado por su labor en la producción- estrenó una obra con algunas de las escenas pergeñadas por el soviético, pero la carencia de fuerza en el montaje condenaron a ¡Qué viva México! al más injusto de los olvidos.
Y así fue hasta 1979, cuando Grigori Aleksandrov compuso una cinta mucho más en la línea con lo que había soñado Eisenstein.
Asentado en los espacios reales donde transcurrieron los hechos, Peter Greenaway ha desarrollado un libreto lleno de imágenes brillantes, casi de laboratorio museístico: tal cual le suele gustar a un cineasta cada vez menos comprendido por los exhibidores.
Un hecho lamentable que queda refrendado con la espera de dos años que ha tenido que sufrir la movie anterior del galés (Goltzius And The Pelican Company) para ser estrenada en Reino Unido. Fecha fijada para el próximo 7 de julio de 2014, en la National Gallery.
Sin muchas estrellas en el elenco, Eisenstein In Guanajuato tiene en el actor finlandés Elmer Bäck al alter ego perfecto del insustituible director letón. Inolvidable disfraz audiovisual a través del que es posible enloquecer; y vomitar de paso encuadres grandiosos, poética en blanco y negro y vida ensordecida ante los martillazos de claquetas orquestales.
Más información en http://www.imdb.com/title/tt1702429