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Foo Fighters amplían sus registros musicales a base de pop melódico, psicodelia agresiva y baladas de inspiración setentera, en su noveno álbum de estudio: Concrete and Gold (RCA).
La banda de Seattle, liderada por el polifacético y elocuente Dave Grohl, recurre a la solapada crítica social contra el actual presidente de USA (Mr. Donald Trump), para distinguir el leitmotiv argumental del disco.
Entre los artistas que han colaborado en este esforzado y arriesgado trabajo, Foo Fighters han contado con Justin Timberlake, Shawn Stockman, Inara George, Alison Mosshart, Dave Koz y Sir Paul McCartey.
Cuando Foo Fighters exhibieron su poderío escénico en la sala Barts de Barcelona (concierto celebrado el pasado 16 de septiembre), el sexteto norteamericano ya llevaba bajo el brazo (incrustado en el extenso repertorio que ofreció en la noche barcelonesa) las nuevas tonadas de su recién estrenado álbum: Concrete and Gold.
Y, pese a algún que otro problema de sonido ajeno a la actuación, el público respondió apasionadamente, ante la inédita aventura protagonizada por Dave Grohl y sus muchachos.
Evolutivo y desconcertante, el curso de este compacto -de experiencias e inspiraciones heterogéneas- es como un viaje regresivo a esa época de creatividad latente, disfrazada con pantalones de campana y camisas floreadas; tiempo que hace más de cuarenta años nutrió el hambre estelar de movimientos ancestrales, como el rock progresivo y el pop de naturaleza subversiva.
“Este disco es como Sgt. Pepper hecho por Motorhead“, confiesa Grohl, en la página web del grupo. Y, a tenor de la doble dirección con la que está elaborado Concrete and Gold, resulta una afirmación sustancial y necesaria para introducirse en los laberintos melódicos que propone la banda norteamericana.
FOO FIGHTERS NO SON TAN FIEROS COMO PARECEN
Tras una carrera alojada en las afiladas geografías del post-grunge y el hard rock, Dave Grohl, Chris Shiflett, Pat Smear, Nate Mendel, Taylor Hawkins y Rami Jaffee han parado en seco para coquetear con paraísos menos metaleros que los de antaño, capaces de potenciar un tímido cambio de rumbo. Aunque la mencionada operación de cirugía estética no sea excesivamente radical.
Resulta sorprendente que una balada de la fisonomía relajada y sentimental de Happy Ever After (Zero Hour) forme parte del cuerpo sinfónico de una formación asociada con las notas atronadoras y la rebeldía instrumental.
Inclusión que incita a pensar en una metamorfosis de perfección creativa y casi hipnotizadora, la cual está protagonizada desde la mesa de control por el productor Greg Kurstin (asociado a artistas de estilo multitudinario, como Adele y Beck, entre otros).
Tal relación profesional se hace notar sobre todo en la segunda parte de Concrete and Gold, la cual queda materializada en una sucesión estimulante de letras agradecidas y melodías absorbentes.
Con ellas, los de Seattle dibujan un decorado de imágenes voluntariamente deformadas; en el que triunfan por su efecto de espejismo pretérito el espectacular riff de Sunday Rain, los asfixiantes timbres de Concrete and Gold (tema que cierra el disco), los pronósticos visionarios de T-Shirt , o la belleza conceptual de la sorprendente balada titulada Arrows.
Aparte de la proyección calculada por el citado Greg Kurstin, destinada a lavar la cara de Foo Fighters; la implicación de Justin Timberlake (quien pone su voz a Make It Right), Shawn Stockman (sus gorgoritos telúricos potencian la narrativa del épico corte Concrete and Gold), Inara George (Dirty Water), Alison Mosshart (en La Dee Da y en The Sky Is a Neighbourhood), Dave Koz (cuyo saxo suena en La Dee Da) y del estratosférico Paul McCartney (increíble batería en Sunday Rain) da un vaporoso aire de levitación -entre el pop intimista y el rock explosivo- realmente atractivo.
Parece que el retiro al que se sometió Dave Grohl en Airbnb (Ojai, California), semanas antes de componer el álbum, ha dado sus frutos…
Making of de Concrete and Gold, por FooFightersVEVO
