Florence + the Machine consiguen revelarse como una de las bandas británicas del momento, tras la edición del tercer disco en su carrera: How Big, How Blue, How Beautiful (Island Records).
Por su melena tendida al viento y su holgada vestimenta, a nadie le extrañaría que Florence Welch fuera una de las musas del folk tecnológico propio del tercer milenio. Pero las apariencias engañan.
La voz de esta inglesa, nacida durante la cosecha de 1986, ruge mucho más entonada cuando sus compañeras de viaje son notas sustraídas del rock profundo y del soul de aspiraciones legendarias.
Con solo tres discos en el mercado, Florence+ the Machine exhiben un punto de inspiración admirablemente vitalista y poético en How Big, How Blue, How Beatiful (Island Records): la más reciente obra de su aún breve repertorio, que presentarán en directo este verano por festivales como el de Glastonbury (el 26 de junio), el FIB valenciano (el 16 de julio) y el Sziget húngaro (el 11 de agosto).
FLORENCE + THE MACHINE SE ATREVEN CON EL ESTILO DE BJÖRK
Después del brillante álbum Ceremonials (2011), los aficionados estaban preocupados por saber qué camino iba a tomar el sexteto londinense. La perfección sonora en la que se habían embarcado desde su ópera prima, titulada Lungs (2009), cargó con un plus de riesgo y complicación asumida cada una de las futuras estaciones profesionales de la banda. Pero los miedos a la caída -en cuanto a presupuestos artísticos- se disiparon el pasado 5 de junio, cuando fue presentado en el mercado How Big, How Blue, How Beautiful.
Los once temas que conforman el compacto exhiben la calidad melódica de la garganta de Florence con unos tonos por encima de lo habitual, acoplada con suma comodidad entre los muelles de pentagrama esgrimidos por las teclas de Isabella Summers, las percusiones confesionales de Chris Hayden, las guitarras evocadoras de Roger Ackroyd y Mark Saunders, y el arpa de Tom Morgen.
Mucho más relacionado con las existencias terrenales de lo que mostró Ceremonials, el disco gana en transgresiones electrónicas, a través de los inteligentes arreglos llevados a cabo por el productor Markus Dravs; quien fue tentado por Welch con el fin de acercar los resultados de la obra a los obtenidos por los paisajes sinfónicos de Homogenic, de Björk.
El veterano músico, junto al normalmente brillante Paul Epworth, son los encargados de extender la alfombra roja por la que Florence + the Machine elevan sus versos trovadorescos y mitificadores, observados desde el atrio de las colaboraciones estelares por Will Gregory (miembro de Goldfrapp).
Dentro de los surcos de How Big, How Blue, How Beautiful es posible encontrar poemas tan soberbios como el esculpido por las estrofas de What Kind of Man; declaraciones de ámbito utópico, como Queen of Peace; monólogos de heroísmos épicos, como Delilah; armaduras familiares, como Mother; y variaciones espirituales en busca de literaturas salvadoras, como St. Jude.
Florence Welch y sus muchachos firman con este cancionero uno de los trabajos mejor orquestados por los nuevos grupos que transitan la esfera de las ondas. Ellos no parecen confundidos por el poder de la mercadotecnia, y hunden sus raíces autorales en los bosques inmensos de las experiencias compartidas: híbridas, si se prefiere.
Unos alicientes que, independientemente de los beneficios dinerarios que obtengan, estimulan el ansia para seguir creyendo en la música del futuro, o en el futuro de la música.
Vídeo oficial de “Ship To Wreck“, por FlorenceMachineVevo
Más información en
http://www.florenceandthemachine.net