C. J. Tudor arrasa con su “hombre de tiza”
La autora británica protagoniza un fulgurante debut como novelista, con su obra de misterio y terror psicológico titulada "El hombre de tiza" (Plaza&Janés)
C. J. Tudor llegó a la literatura más por convicción en sus posibilidades, que por una formación específica como escritora.
Precisamente, cuando C. J. recibió la noticia de la próxima publicación de su primera obra, la creadora británica ejercía como paseadora de perros, mientras soñaba con que un sello potente descubriera su talento innato para unir palabras en torno a argumentos impactantes.
Esa tenacidad y constancia por lograr la trama perfecta tuvo los resultados esperados, desde el momento en que Penguin Random House se puso en contacto con ella, para proponerle editar El hombre de tiza.
Tras inspirarse en el regalo de una caja de tizas a su hija de dos años, Tudor hiló un texto con guiños hacia los miedos infantiles universales, muy en consonancia con la figura telúrica del Hombre del Saco.
Aunque en su apuesta, la autora nacida en Salisbury (Inglaterra) también se dejó seducir subliminalmente por una suerte de influencias variadas; donde la presencia de Stephen King, y de su clásico It, cobró una relevancia más que notable a través de las páginas.
Quizá sea por el citado parentesco lejano entre El hombre de tiza e It, por lo que el responsable de Christine aparece encabezando el trabajo de C. J., con una opinión realmente estimulante sobre el contenido de la obra: “¿Quieres leer algo bueno? Si te gusta lo que escribo, te gustará El hombre de tiza, de C. J. Tudor“, sentencia el veterano maestro del terror.
C. J. TUDOR Y LA MALDAD INTRÍNSECA
El argumento de la novela comienza en 1986, cuando un adolescente llamado Eddie y sus amigos se divierten mandándose mensajes elaborados con tiza. Sin embargo, el inicial juego se convierte en pesadilla, desde el momento en que el joven conoce al espectral Hombre de tiza, en una feria que llega a su localidad.
Este fatídico hecho concluye con la aparición del cadáver de una niña, la cual es encontrada por la policía con la ayuda de los dibujos que utiliza la citada pandilla de chavales para comunicarse.
Tras ese cruento crimen, pasan treinta años sin que las autoridades hayan podido aclarar nada al respecto al asesinato de la pequeña.
Eddie y sus colegas de la adolescencia son ahora un grupo de adultos traumatizados por lo sucedido en el pasado. Unas pesadillas que regresan a sus vidas, con la vuelta a su mundo del peligroso homicida conocido como El hombre de tiza.
Tal argumento de oscuridad palpitante ha elevado a C. J. Tudor a la palestra de los descubrimientos literarios del año, sorpresa avalada con miles de ejemplares de ejemplares vendidos en todo el mundo. Un inicio en el mercado editorial que recuerda vagamente al protagonizado por otras autoras del Reino Unido, como Mo Hayder y Fiona Barton.
Tudor ha logrado llamar la atención con una prosa sencilla, exenta de fórmulas laberínticas; muy en la línea del lenguaje audiovisual que ha consumido a lo largo de su existencia. Este estilo revierte en favor de la trama de El hombre de tiza, ya que el texto cobra fuerza en los pasajes en los que es posible confeccionar una escena clara y diáfana, respecto a lo que acontece en la página.
Aún es pronto para saber por dónde tirarán la futuras creaciones de esta seguidora de Foo Fighters; pero, a tenor de lo conseguido con su ópera prima, no es arriesgado pensar que estas intentarán reproducir parte del de interés despertado entre los lectores con El hombre de tiza.
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