Bangkok revienta sueños en el Teatro María Guerrero
Bangkok llega a la Sala de la Princesa con sus reflexiones sobre las mentiras que secuestran los futuros colectivos. Antonio Morcillo concibe un espectáculo con dos actores subidos a un decorado desnudo, en el que solo despega el ingenio.
¿Puede la corrupción crear espacios para los fantasmas, siempre ausentes de actividad humana?
La especulación ha conllevado a la orfandad vital en muchos edificios, proyectos faraónicos que en la España del pelotazo inmobiliario han tenido el apoyo de las instituciones viciadas.
Uno de esos monumentos a la inutilidad es el aeropuerto que protagoniza la obra Bangkok, de Antonio Morcillo; texto que estará presente en el Teatro María Guerrero de Madrid (Tamayo y Baus, 4), del 30 de octubre al 29 de noviembre.
BANGKOK NO ES SOLO UN DESTINO
A altas horas de noche, un viajero sin nombre ni ganas de luchar se presenta en un aeropuerto con la disposición de viajar a Bangkok. Sin embargo, en el lugar únicamente se encuentra un joven vigilante, que le avisa de que el sitio es un agujero negro, sin aviones ni peregrinaje turístico.
“Bangkok no es solo un inquietante horizonte al que podríamos dirigirnos al final de la historia, sino también la expresión de esa oscura fuerza que parece perseguirnos desde tiempos inmemoriales. Fuerza hecha de resignación y pesimismo, de estulticia, de pérdidas y de lamentaciones”, explica Antonio Morcillo, autor y director de esta pieza que fue galardonada en 2013 con el XXII Premio SGAE de Teatro.
Dos únicos personajes, tan solitarios como la sobria escenografía ideada por Paco Azorín, conforman la evolución argumental de este texto: una charla ácida y fugitiva, que lideran con complicidad de gladiadores sin coraza el joven Dafnis Balduz y el veterano Fernando Sansegundo (quien accedió al papel después del repentino fallecimiento de Carlos Álvarez-Nóvoa). Ellos son los que ponen físico a las contradicciones constantes que toca el libreto, el cual guarda una voraz conexión con la actualidad (a nadie se le escapa la similitud del imaginario aeropuerto de la obra con el levantado por Fabra en Castellón).
Entre el sueño y la pesadilla, la crítica y la sinrazón, la ironía y la sana rabia por los comportamientos irresponsables, la desilusión y la amargura existencial; Bangkok es ante todo un lienzo de veladuras emergentes, en las que el espejo de la sociedad contemporánea muestra una faz a lo Dorian Gray, repleta de profundas arrugas en eterno bucle temporal.
En el sentido de las tragicomedias calderonianas, en las que la percepción de lo tangible modifica su volumen aguerrido y sensitivo; Morcillo eleva sus palabras para confeccionar un retrato donde los rasgos son los de la España de la codicia política y la evasión fraudulenta de capitales, los de la Europa de los engaños multitudinarios, los de la América de las promisiones desabastecidas… En definitiva, un mapamundi de soledades asumidas.
Vídeo promocional de Bangkok, elaborado por el CDN
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