Anne-Marie Schneider y sus cuentos cotidianos
Anne-Marie Schneider encadena sus obsesiones y sueños de cartón, en la primera retrospectiva que se realiza en España de su trabajo.
La creadora francesa inunda la tercera planta del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid con sus imágenes de líneas rompedoras, y sus escenas secuestradas de la deformante normalidad.
Hasta el próximo 20 de marzo de 2017, un pedazo bastante extenso de la existencia de la pintora y realizadora estará a disposición de los visitantes de la pinacoteca situada en la Villa y Corte.
Un colorido paisaje de abstracciones atrayentes sale a recibir a los que suben hasta la tercera planta del Edificio Sabatini: parchís figurado a base de azules y blancos colindante con Piet Mondrian, en el que es posible intuir la presencia de seres del universo infantil, tales como los protagonistas de Pinocho y de La bella y la bestia.
Divertida y cambiante, Anne-Marie Schneider (Chauny, Francia, 1962) es una artista que se mueve con soltura por el desconcierto, en la que hay huellas de sobriedades nocturnas al estilo de Goya, y de perversiones lúdicas a lo Sol Lewitt; sin menospreciar los fondos subliminales que no desentonarían en una exhibición de Yves Klein.
Las influencias visuales de la autora de Trépasser (1996) son diversas y poliédricas; pero, con el rigor entintado de sus láminas, adquieren una contundencia coherente y compacta. Heterogeneidad no exenta de sarcasmo y humor, que ensalza los mensajes subyacentes a las piezas; y que hablan de violencia en las calles, madrugadas enfermizas, rituales sociales y aposturas vacuas en pos de mantener comportamientos grupales.
El MNCARS se acerca a la figura de esta señora de los tópicos agrietados por la inmediatez, la cual atesora un amplio catálogo de obras, destinadas a mantener la energía primigenia de su explosivo cerebro.
ANNE-MARIE SCHNEIDER DEFIENDE SU EGO
La imponente vista de Sans Point (1991) da la bienvenida al público, en el aguerrido recorrido propuesto por la institución madrileña. Desde sus trabajos de líneas casi huérfanas de paletas, a sus mosaicos de color apremiante, solo median unos metros en la sala; pero para el mundo de la creadora francesa esto se traduce en miles de emociones pasadas a gran velocidad, sugeridas por momentos imantados con la pasión por los trazos.
Aunque en apariencia Schneider podría ser catalogada como una transgresora de la rutina, en el fondo hay un campo de minas que interactúa ante la sinrazón y los abusos de legitimidad y de fuerza. En este contexto de seriedad obligada, su serie sobre las acciones contra los refugiados alojados en la iglesia de Saint-Bernard (1996) revela el espíritu solidario de esta madame, siempre abierta a los dolores de los más necesitados.
Polifacética y multidisciplinar, Anne-Marie ha saltado con seguridad aérea por el dibujo y las acuarelas, sin dejar de experimentar con medios más universales como el cine.
Una faceta que no ha querido olvidar la muestra del Reina Sofía, y que se concreta en la proyección de las cuatro películas que filmó la compatriota de François Truffaut; en las que queda fielmente inmortalizado el espíritu rebelde de esta expresionista, empeñada en sacar el rubor al siglo XXI.
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