Andrzej Wajda alimenta las barricadas cinematográficas de Lech Walesa

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A finales de los sesenta, Polonia vivía sus días cegada con el capuchón del Telón de Acero. La nación de la enseña roja y blanca quedó en el lado soviético tras la Segunda Guerra Mundial, y la dictadura comandada desde el Kremlin por Leonid Ilich Brézhnev mantuvo las riendas de su destino, con el Mariscal Wojciech Jaruzelski al frente: el perro de presa presidencial más adecuado para someter a los compatriotas de Chopin. Pero la llama de la libertad no se extinguió con la aparición de los tanques de fabricación moscovita, y los habitantes de la tierra de Juan Pablo II encontraron su espita de sublevación a través de un sindicato llamado Solidaridad. Un grupo de luchadores de bocadillo en tartera y quemaduras en los monos que armó sus consignas en torno a la figura de Lech Walesa (Popowo, Polonia, 1943): el electricista hijo de un carpintero que, con su atronadora voz, consiguió librar a su cuna del yugo de la U.R.S.S.

Más de treinta inviernos después de la fundación de la organización laboralista, el octogenario director Andrzej Wajda (Suwalki, Podlaskie, Polonia, 1926) recrea la existencia política y humana de este personaje imprescindible en los acontecimientos históricos del siglo XX, en el filme Walesa. Man Of Hope: obra especialmente emocionante, para un realizador que lleva más de cincuenta años transmitiendo el sentir de sus congéneres, escondido tras el objetivo de una cámara.

De Gdansk a Varsovia, pasando por Oslo

Más de 3.674 extras y un total de 112 actores con papel componen la poblada Torre de Babel sobre la que se sustentó el rodaje de esta cinta, que acaba de ser escogida como la representante de Polonia en la próxima ceremonia de los Oscar, y que comenzó su circuito internacional durante el pasado Festival de Venecia. Gesta titánica, en la que el responsable de la portentosa El director de orquesta y la clarificadora Katyn adquiere la magnitud de un maestro versado en las aventuras más arriesgadas, siempre con un deje de calidad innegable. “Esta es la obra más difícil de mi carrera. Pero el trabajo ha sido realmente satisfactorio. Aparte, no veo cómo podría haber evitado grabar este largometraje”, explica Wajda con una sonrisa, en la página web de Walesa.

A modo de flashback sensible, el argumento de la movie arranca en un hotel escandinavo, donde la periodista Oriana Falacci (interpretada por la actriz italiana Maria Rosaria Omaggio) se propone entrevistar al futuro Premio Nobel de la Paz: Lech Walesa (que en el filme posee el físico de Robert Wieckiewicz). Y así, mientras charlan, el hombre recuerda cómo empezó todo, en unos astilleros perdidos de la región de Gdansk.

De esta manera, mediante el mencionado recurso narrativo, el espectador se sitúa en la Polonia de 1970, cuando el entonces joven Lech se ganaba la vida como un simple electricista, recientemente casado con la dulce Danuta (Agnieszka Grochowska, en la ficción). Sin embargo, el protagonista estaba llamado a embarcarse en empresas más determinantes para el curso de su existencia; viaje hacia la gloria, que enciende su llama con el llamamiento de huelga de 1980, fecha en la que queda instaurado el sindicato clandestino Solidaridad.

Con la proclamación institucional de la organización nacida al calor de los astilleros, el germen de lo que sería más tarde el Partido Unificado de los Trabajadores de Polonia estaba plantado y listo para crecer, nutrido con un puñado de raíces libertarias que intentaron arrancar violentamente la cúpula del Kremlin y la ambición dictatorial de Jaruzelski y sus esbirros; quienes proclamaron una castradora ley marcial en 1981.

“Deseamos la paz, y por eso es por lo que nunca hemos retrocedido ante la fuerza física. Nos agarrábamos a la justicia, y eso es por lo que persistimos a pesar de los obstáculos: por la consecución de nuestros derechos”, declaró al respecto Walesa, después de salir de prisión. Una batalla dialéctica que dio como resultado el posterior alejamiento de Polonia de la órbita soviética, y la instauración del primer gobierno democrático tras la Segunda Guerra Mundial (votado en 1990), con el antiguo electricista como cabeza dirigente. El mandato de LW se prolongó hasta 1995 (cuando le pasó el testigo a Aleksander Kwasniewski); pero sus logros pasados siempre otorgarán, a este señor de voluminoso bigote y ojos vivarachos, un lugar privilegiado en las enciclopedias del pensamiento.

“Algunas veces, el hombre debe luchar por la libertad. Y en otras debe defenderla, aunque las circunstancias nos acompañen treinta años después de los acontecimientos”, puntualiza Wajda; sabia frase de un catedrático de la imagen, ante la cual sólo queda guardar el silencio de los aprendices.

Más información en http://www.walesafilm.pl

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jesusmartin

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