William Christenberry, Misisipi arde en la Fundación Mapfre de Madrid
Al compás de los raíles herrumbrosos por los que transitaron Tom Sawyer y Huckleberry Finn, la humedad de los pantanos incinera las desigualdades sociales. El Sur profundo, el mismo en el que los azules y los grises salpicaron de pólvora y sangre la faz decimonónica de USA, adquiere tic de diablo emergente a través del objetivo de las cámaras; maquillado con la imparcialidad de lo instantáneo, y descrito con frases de nostalgia y monólogos hirsutos de barbas milenarias. Ahí, en ese paisaje de bíblica trascendencia y odios raciales, es donde toma su fuerza el trabajo de William Christenberry (Tuscaloosa, Alabama, EE. UU, 1936): trasiego de imágenes profundas y familiares, relativas muchas veces al rencor colectivo y a la ausencia ciudadana de las anatomías invisibles.
Fiel a su estilo pretendidamente amateur, cercano y sensible, el artista norteamericano (quien se entiende más cómodo en la órbita de la experimentación plástica, que como representante de una disciplina concreta) desembarca sus secuencias vivenciales en la sala Azca, de la Fundación Mapfre de Madrid (Avda. General Perón, 40). Una visita necesaria, que prolongará su estancia de inquilino militante hasta el próximo 24 de noviembre.
Álbum de recortes
Más de trescientas fotografías, tomadas entre 1961 y 2007, llenan el espacio de la institución de la Villa y Corte cual dardos venosos de la geografía estadounidense: adormecidas con el curso de las aguas del eterno Misisipi, y acunadas con el ritmo sudoroso del jazz de herida supurante y las suaves reverberaciones del blues de la calle Beale (mítica arteria musical levantada en Memphis, Tennessee).
El currículo de Christenberry se compone de miles de flashazos en blanco y negro y en color, pedazos de la historia de su Alabama natal que el creador empezó a reunir en la lejana década de los sesenta; cuando, inspirado por un libro de James Agee y Walker Evans, decidió ilustrar la rutina diaria de su localidad (constantemente acompañado por su pequeña cámara Kodak Brownie Holiday).
A modo de un John Steinbeck de la Depresión, los rasgos que inundan los primeros acordes profesionales del autor de Tuscaloosa hablan de hundimiento moral y de existencias intoxicadas con la pesadilla capitalista, muy al margen del triunfalismo poblacional que se podía atisbar en las millonarias extensiones del norte. Esas jornadas en Hale County fueron además el preludio de un declarado apego al color de revelado industrial, un posicionamiento estético que distinguió a WCh del resto de sus colegas (mucho más dados a las técnicas personalistas del arte fotográfico).
Habitualmente mediado por el realismo de los escenarios escogidos, el arquitecto sureño de los pigmentos se dedicó a multiplicar su producción a golpe de cliqueo; aunque siempre con el ojo más puesto en dotar de perfeccionismo a su faceta como pintor, que a apuntalar una posible dedicación exclusiva al campo de los cuadros en negativo.
No obstante, pese a la proliferación de sus aventuras con los carretes y a su asunción profesional en calidad de painter, el que fuera documentalista visual de revistas como Life ha aspirado en todo momento a una identificación integral de su figura como creador; lo que ha ayudado a dotar de relevancia unitaria e imaginativa a su labor con la cámara, la paleta y el plinto. Un universo de vasos comunicantes, en el que también han tenido el debido protagonismo las instalaciones de inspiración multimedia.
Según esa norma filosófica y activa, la Fundación Mapfre recoge la gran variedad de ese conjunto de visiones iconográficas; y con ellas monta un salón donde se exhiben, al lado de las famosas instantáneas, diez esculturas moldeadas con el pulso analítico y social de Christenberry. Sin pasar por alto su colección de anuncios y carteles publicitarios, más los impresionantes tonos sombríos de la serie titulada The Klan Room.
Tras la pequeña mirada de la célebre Brownie: las urbes de Tennessee, Greensboro, Akron, Newbern, Moundville y Marion adquieren rasgos de musas imperecederas, tocadas con el sello crepuscular de este individuo carente del elitismo de los genios de postín. Un captador de relatos mohosos por las capas del tiempo transcurrido, que tomó buena parte de sus vitaminas fantásticas a partir de los prospectos cosmopolitas de gente como Picasso, Duchamp, Rauschenberg y Jasper Johns.
Más información, entradas y horarios en http://www.exposicionesmapfrearte.com/christenberry/es/