U2 recurren a la experiencia
La banda irlandesa edita "Songs of Experience", su decimocuarto álbum de estudio.
U2 es una banda con múltiples capas estilísticas, y sonidos reconocibles en cualquier extensión melódica del planeta de las ondas.
Del rock inicial y adrenalítico de sus primeros discos, los isleños viraron a una suerte de pop emulsivo y trazas punk, muchas veces entonado a base de electrónicas resultonas y funk de diseño elitista.
Un completo muestrario en el que la personalidad de la voz de Bono, los punteos guitarreros de The Edge (cada vez menos determinantes), los acompañamientos prodigiosos de Adam Clayton al bajo, y las percusiones explosivas de Larry Mullen Jr dignificaban cualquiera de las fórmulas mercantilistas acogidas por los autores del seminal The Joshua Tree.
U2 saben cómo animar al personal mediante himnos contagiosos, pensados para ser coreados en estadios de fútbol y pabellones llenos hasta la bandera. Pero en ese camino acelerado por convertirse en auténticos ídolos de masas -y por parecerlo-, los europeos han perdido la capacidad para sacar la sangre electrizante a sus letras y para activar la sensible armonía de las neuronas mediante notas memorables.
Cuando acaban de cumplirse treinta años de la salida al mercado de uno de sus mejores obras (The Joshua Tree), Bono y sus muchachos dan a conocer la segunda entrega de la saga musical inaugurada con Songs of Innocence (2014): secuela titulada con toques a poema de William Blake, y que reza bajo el emblema de Songs of Experience (Universal).
Si en la anterior entrega (un CD que contenía un agradable apego al rock de antaño) los isleños se dedicaron a recordar su juventud en Irlanda e Inglaterra durante los años setenta, el mundo actual es lo que les ocupa en los trece cortes de los que consta Songs of Experience.
Estas líricas, selladas con el número prohibido para supersticiosos (13), conjuntan un presente teñido de cansancio, incomprensión, misticismo trovadoresco y mestizaje de seducciones instrumentales.
Curso definido desde la vastedad a la hora de la catalogación, y que hacen posible productores de la talla de Jacknife Lee y Ryan Tedder.
U2 NO OLVIDAN SU POSE DE MUSIC STARS
La perfección con la que están servidos cada uno de los tracks de Songs of Experience consigue elevar muy por encima de sus posibilidades el listón de calidad, a la hora de degustar el álbum. No en vano, entre los surcos de esta escuchable obra hay colaboradores del tronío de Kendrick Lamar, Julian Lennon y Lady Gaga, entre otros.
Sin embargo, y pese a su costosa factura de elaboración, el disco no consigue emocionar más que de manera puntual y a cuentagotas.
Como si de una premonición subliminal se tratara, U2 confían al descafeinado e introspectivo Love Is All We Have Left el comienzo del CD, el cual logra sobreponerse dos cortes más adelante, con el divertido y vitaminado tema Get Out Of Your Own Way (canción que en algunos momentos recuerda a The Killers en su versión más triunfalista).
Precisamente, la citada song enlaza con una de las mejores partes del disco: la conjuntada por American Soul (mucho mejor la aportación de The Edge, al estilo de la vieja escuela, que la filosofía deslucida que recrea Bono), Summer Of Love (bajada de tensión que muestra al Bono de las grandes ocasiones) y Red Flag Day.
Tras este interludio de genialidad medida, Songs Of Experience vuelve a caer en los abismos de los tortuosos senderos de la indefinición, para regresar a los paraísos inspirados con The Little Things That Give You Away (partitura que, en sintonía y a cierta distancia, emula a la mítica estructura de Where The Streets Have No Name), Landlady (balada que está entre lo mejor de la obra) y la conclusiva letanía contenida en 13 (There Is A Light), donde Bono comparte protagonismo con su esposa Ali (Alison Hewson).
Estas teselas componen un mosaico poco desafiante, aunque de notable vigor escénico. Un cuadro multicolor destinado a levantar pasiones de laboratorio en la gira mundial que la banda ya efectúa por la geografía estadounidense.