The Square, una metáfora en clave distópica que pone en jaque los conceptos morales y éticos de la sociedad contemporánea, proporcionó el pasado domingo la Palma de Oro al director nórdico Ruben Östlund (Fuerza mayor).
El filme narra la situación surrealista del responsable de un museo de arte moderno en Suecia, quien tiene que lidiar con el caos que supone el contenido de una polémica instalación.
El danés Claes Bang (Anna Pihl) encabeza un elenco de naturaleza internacional, en el que destaca la presencia de Dominic West (The Wire) y de Elisabeth Moss (Inocencia interrumpida).
Un acceso de sorpresa generalizada inundó el Palais de Cannes el pasado 28 de mayo, cuando la actriz Juliette Binoche y el director Pedro Almodóvar entregaron el máximo galardón del certamen, a la cinta escandinava The Square.
Nombres tan sonoros como los de Michael Haneke y Roman Polanski cedieron su importancia en el escenario a un creador nórdico de recorrido aún escaso (aunque no ausente de reconocimientos internacionales), llamado Ruben Östlund (autor de la valorada movie Fuerza mayor). Un tipo de elocuencia probada, que cifra su ADN cinematográfico en torno a las imágenes de Luis Buñuel; y al que le cayó el premio como si hubiera ganado la lotería de Navidad.
Sin armar mucho jaleo mediático previo, el joven cineasta se plantó en Cannes con una visión distópica de su país natal, basada en una de las instalaciones que había presentado en 2014 en el Museo Väramo, y cuyo nombre era el de The Square.
“La obra representa un santuario de confianza y del cuidado. Dentro del espacio que marca The Square todos compartimos de manera igualitaria derechos y obligaciones”, reconoció Östlund, cuando presentó la citada pieza dentro de las entrañas del circuito artístico.
THE SQUARE AMPLÍA LOS LÍMITES DEL SÉPTIMO ARTE
El mundo occidental tiene un alto componente de neurosis colectiva en el guion de The Square.
En el argumento pensado por RÖ, todos los personajes gozan de un punto de locura compartida, que entronca muchas veces con un nihilismo acentuado por la vanidad de las eternidades mercadotécnicas.
A modo de visión futurista, la película dibuja una Suecia carente de monarquías reinantes; lo que ha llevado a los responsables de Patrimonio Nacional a convertir el antiguo Palacio de Estocolmo en un museo de arte moderno, tan iconoclasta como carente de lógica rectora.
Al frente de la mencionada institución se encuentra el aparentemente perfecto Christian (al que dota de físico el actor danés Claes Bang): un padre de familia modelo, conductor de coches eléctricos que no contaminan el medio ambiente, y amante de las causas humanitarias.
Pero un infortunado día, se cruza en el camino del mencionado individuo una relaciones públicas llamada Anne, con un delirante proyecto denominado The Square; y ya el mundo de Christian nunca volverá a la normalidad.
Penetrante y sincero, Claes Bang (Anna Pihl) realiza una interpretación meritoria, siempre sustentada por el derroche de excentricidades que marca la cinta. Un decorado que remite al de producciones de venenosa naturaleza, como High-Rise; y en el que también participan Elisabeth Moss (Mad Men) y el británico Dominic West (The Wire).
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