Terry Gilliam busca la génesis de la fuerza vital
¿Pueden las matemáticas explicar el significado de la existencia? ¿Hay en la espiritualidad un trasfondo numérico? ¿Es posible dar con la fórmula que determine la concepción universal de los hombres y las mujeres? La solución a estas incógnitas facilitaría a los investigadores, en caso de obtener las respuestas adecuadas, la oportunidad de ganar más de un Premio Nobel. Pero el antiguo miembro de la compañía Monty Python no busca el reconocimiento académico (ya que, obviamente, su terreno no es el de los estudios avalados por la experimentación), y se contenta con las especulaciones a nivel cinematográfico. Así que, las encrucijadas enunciadas al principio han fermentado en la mente del director de Los héroes del tiempo la ambrosía de un largometraje de ciencia ficción, líquido divinizante enriquecido con los ingredientes de los manifiestos filosóficos (siempre según las consignas desplegadas en el estimulante guion firmado por el profesor Pat Rushin).
The Zero Theroem es el título de la película resultante de tan orwelliana empresa; con la que Terry Gilliam (Minneapolis, Minnesota, USA, 1940) regresa a la actualidad del séptimo arte, después de su obra circense bautizada como El imaginario del doctor Parnassus (fechada en 2009). El fresco que ha animado al responsable de Brazil para colgarse nuevamente del objetivo de una cámara es una historia de las de asfixia emocional y quirúrgica fisonomía, asumida por un futuro distópico constantemente controlado por entidades abstractas, identificadas con organismos de gobiernos omnipresentes.
La privacidad no existe en el mundo donde cohabitan los personajes del filme (rodado en escenarios minimalistas construidos en Rumanía); y la concepción de la libertad es un mero recuerdo de camposanto y polvorientas enciclopedias. En ese ambiente es en el que reside el protagonista: un individuo sometido a las normas ejecutivas del Management, que responde al singular nombre de Qohen Leth. Este figurado señor posee la peculiaridad de haber logrado una importante ecuación, destinada a despejar la incógnita en torno a la razón de la existencia de sus congéneres; trabajo de planetarias consecuencias que permanece en estado de secretismo absoluto, bajo el control de la presidencia de una corporación abstracta.
Ante el citado planteamiento, The Zero Theorem parece beber con fluidez de las fuentes literarias de George Orwell, Isaac Asimov y Philip K. Dick; todo con el ahelo de dotar de verosimilitud al paisaje desértico en emociones que presenta Gilliam (muy en la línea de movies precedentes del propio realizador, como la psicodélica y enérgica Brazil). Aunque este proyecto -realmente atractivo incluso en su boceto primigenio- estuvo a punto de acabar en el frigorífico de las producciones imposibles; más que por cuestiones presupuestarias, por pocas expectativas comerciales. Sin embargo, al final, el empeño del creador de El sentido de la vida hizo que los estudios de la familia Zanuck (en la persona de Dean) volvieran a interesarse por la película, a pesar de que habían perdido al actor principal por el camino (hecho que se materializó cuando Billy Bob Thornton dijo “no” al componente americano de Los caballeros de la Mesa Cuadrada).
De esta manera, con la sustitución del ex de Angelina Jolie por el germano Christoph Waltz (de moda tras la obtención del Oscar al Mejor Secundario por Django desencadenado), el rodaje adquirió velocidad de crucero y, en solamente 36 días, el peculiar Terry logró convertir en realidad su odisea matemática.
Aunque, junto a Waltz en la piel del ingenuo e inteligente Qohen Leth, la activación de los motores de la empresa también se vio favorecida por la determinación del resto del reparto contratado, en el que lucen su palmito de estrellas de tirón medio-alto intérpretes normalmente comprometidos con el riesgo profesional como Matt Damon (Management), Tilda Swinton (Dr. Shrink-Rem), Mélanie Thierry (Bainsley), Ben Whishaw y David Thewlis.
Probablemente, el visionado de The Zero Theorem siga sin aportar claridad (pese a los axiomas tecnológicos) respecto a la génesis de la existencia. No obstante, si TG logra hacer reflexionar al personal butaquero en torno a las preguntas que han atosigado a los individuos desde casi el nacimiento del pensamiento racional, el ambicioso propósito de enmienda del cineasta puede darse por cumplido.
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