Suspiria, impactante aquelarre
El filme de Luca Guadagnino transmite una atmósfera malsana y diabólica, desde una ciudad de Berlín hechizada convenientemente por el espíritu de la perversión.
Suspiria supuso en su momento el único alejamiento conceptual de Dario Argento, hacia las normas definitorias del giallo (subgénero cinematográfico propio de Italia, que mezclaba en sus guiones el terror y el thriller). Pese a que el responsable de Rojo oscuro y El pájaro de las plumas de cristal utilizó en el argumento una máscara de permanencia al estilo que le hizo célebre a nivel internacional, el padre de Asia quiso hacer algo diferente con la historia de Suzy Bannion; y tocar el terror de trascendencia milenaria y ancestral de una manera casi gótica, sin estar sujeto a la existencia de un asesino en serie.
El filme fue acogido de manera un tanto tibia, debido a la extrañeza de la trama central y al desarrollo barroco que Argento propuso como seña de identidad audiovisual. Sin embargo, con el tiempo, Suspiria se ha convertido en un título de culto, admirado por cineastas de la talla de Guillermo del Toro y de Luca Guadagnino.
Precisamente, este último es el responsable del falso remake de la recordada movie de 1977, que se encuentra en este mes navideño asustando a los espectadores en las salas de todo el mundo, más con sensaciones que con verdaderos monstruos amenazantes.
El director de Call Me By Your Name rescata las líneas básicas de la película del citado maestro del giallo, para construir un armazón de pesadillas continuas; en el que las piezas conjuntan un largometraje teñido metafóricamente por las oscuridad de las pinturas de Goya, el cual exuda protagonismo escénico en una ciudad de Berlín devenida en el infierno de Goethe.
La capital alemana aparece en la cinta partida en dos, por los efectos de la Segunda Guerra Mundial y de la ocupación soviética de la zona oriental. Pero en sus fachadas angulosas y su hieratismo ornamental existe una clara unión con el pasado nazi de la urbe, aunque en la trama se haga referencia a las acciones del grupo terrorista de la Baader-Meinhof y a las consecuencias del levantamiento del Muro de la vergüenza.
SUSPIRIA Y LAS MUSAS DEL BAILE
Como en la obra de Argento, el escenario principal de la movie sigue siendo una siniestra academia de baile, a la que acude una nueva alumna procedente de Estados Unidos: la joven Sussie Bannion.
Guadagnino retrata a la protagonista como una muchacha que se ha escapado de una comunidad amish, y a la que persiguen los fantasmas de una infancia marcada por el castigo y el pecado.
Desde que la chica norteamericana planta sus pies en la desangelada y tenebrosa escuela, los sucesos que acontecen introducen al espectador en una nebulosa de duermevela, en la que se enfatizan los misterios que esconden -con cautela y agresividad- las profesoras del lugar; y en especial la etérea y fantasmal Madame Blanc.
Tilda Swinton se encarga del personaje que la mítica Joan Bennett interpretó en el filme de Argento. Una labor que la actriz británica de Orlando efectúa con brillantez y valentía, poniendo de manifiesto su capacidad física y emocional para afrontar papeles retorcidos, tales como el de la maquiavélica y desconcertante Madame Blanc.
Por su parte, Dakota Johnson hace lo propio con el rol que le tocó en suerte a Jessica Harper, en el trabajo de Argento. La hija de Melanie Griffith y Don Johnson realiza una de las mejores actuaciones de su carrera, embutida en el chándal de una Susie Bannion mucho más peligrosa y seductora que la que mostró Harper.
Junto a Swinton (que acapara los papeles de Madame Blanch, el doctor Josef Klemperer y Helena Marcos) y a Johnson, el resto del elenco se ajusta adecuadamente a las consignas requeridas por Guadagnino; y que contribuyen a dotar de espectrales accesos a cada una de las secuencias que componen la película (un gusto por lo macabro que en algunos momentos recuerda a los sones shakespeareanos de las tres brujas de Macbeth, o a la comunidad vecinal partidaria de Satán de La semilla del diablo).
En ese terreno de la sugerencia milenaria es en el que Suspiria goza de su mayor baza, desde el punto de vista artístico. Perfecto en su exposición y en la invención de atmósferas creíbles y angustiosas, el guion únicamente pierde parte de sus sorpresivas virtudes con el exceso de parafernalia de monstruos surgidos del Averno, que el cineasta de Cegados por el sol acumula en el aquelarre definitorio.
Un sucesión de sustos innecesarios y sanguinolentos, que diluyen con su artificial barroquismo parte de las excelentes virtudes de la propuesta del creador transalpino. Error que Guadagnino consigue subsanar, con la recuperación del sentido poético y etéreo en las escenas conclusivas de la película.
Tráiler oficial de Suspiria, por Amazon Studios