Spike Jonze introduce el espíritu indie en la carrera hacia los Oscar
La soledad del corredor de fondo sedujo a toda una generación de escritores, un grupo inteligente y rebelde de individuos que fueron -en los cincuenta y sesenta- los azotadores más contundentes de las convenciones clasistas, sin mayor parapeto que el de las palabras y la literatura. Y así, con el verbo de pica, gente como Allan Sillitoe y John Osborne alumbraron el movimiento de los Young Angry Men; todo para plantar cara a la Inglaterra de los estilos marmóreos y el servilismo anímico. Su gesta de atalayas de papel ha volado por las décadas; pero no ha silenciado esa sensación de aislamiento en los huesos, la cual lubricó el famoso movimiento. Una corriente motivada por los refugios emocionales y afectivos.
El responsable de la excelente Cómo ser John Malkovich, Spike Jonze (nacido como Adam Spiegel, en Rockwell, Maryland, USA,1969), atrinchera su última obra cinematográfica (Her) en un similar contexto existencial al planteado por los citados autores británicos; y eso a pesar de que el protagonista del filme sea un hombre contemporáneo, nutrido de códigos binarios y al que únicamente le queda la esperanza de la informática, para comunicarse con el mundo exterior. Un ser que adquiere -a través de las escenas- los rasgos de un gurú de los amores de laboratorio, de los sueños mediados por las pantallas y los teclados.
Rodada entre Holanda y Estados Unidos, la película del realizador de Donde viven los monstruos bebe en las aguas del mestizaje genérico, siempre conviviendo con soltura entre los márgenes de la comedia y la ciencia ficción. El guion, firmado por el propio Jonze (las diversas tensiones con Charlie Kaufman tras la finalización de El ladrón de orquídeas, probablemente le llevaron a confiar más en su cosecha creativa que en los vaivenes de mentes ajenas), versa sobre un tipo algo peculiar, a quien le cuesta un potosí mantener el contacto físico con sus semejantes. Este problema lleva al singular héroe a construir un sistema operativo en su computadora, acoplado con una voz de las que quitan el hipo. Un hecho que irremediablemente desencadenará un sentimiento de atracción, del ser de carne y hueso hacia la figurada mujer de plástico y bytes.
Los paisajes extraídos de un futuro indeterminado sirven el cineasta de Maryland para montar un argumento en el que el personaje principal adquiere una omnipresencia complicada y peligrosa. Razón más que comprensible para que el autor de algunos de los mejores vídeos musicales de Björk haya confiado en el polifacético Joaquin Phoenix, para encarnar al solitario y tecnológico Theodore. El actor de The Master no puso muchos inconvenientes para colaborar con uno de los directores más aclamados de la nueva hornada hollywoodiense; un profesional de las cámaras que ha logrado hacerse con una sólida reputación en la industria audiovisual, a la vez de ser considerado el líder destacado de un team en el que igualmente se hallan maestros del tallaje de Michel Gondry y Charlie Kaufman.
Junto a la estrella de Gladiator, el reparto acumula una galería de mujeres eficaces y heterogéneas, que han copado con sus virtudes de plató gran parte de los mejores títulos del último lustro, tanto en la categoría de blockbuster como de producciones indies. Un cuadro de celuloide en el que sobresalen los rasgos de Rooney Mara (la chica de Efectos secundarios se mete en la piel de Molly), Olivia Wilde (Amelia), Amy Adams (Emily) y Samantha Morton.
Es posible que -a más de uno- la historia de Her le recuerde a la de Simone (Andrew Niccol, 2002), o bien a esa escalofriante movie protagonizada por Julie Christie, conocida como El engendro mecánico (Donald Campbell, 1977). No obstante, la apuesta de Adam Spiegel se adentra por caminos diferentes a los planteados en esos largometrajes; ya que introduce en la cubitera los toques románticos, hebras de futurismo excéntrico y algo de humor teñido de vivencias etílicas. En realidad, es como si Jonze imaginara qué habría pasado si Ripley se hubiera apasionado en Alien con el androide caracterizado por Ian Holm; o si Keir Dullea hubiera hecho algún mimito fuera de lugar al neurótico HAL 9000, en 2001: Una odisea en el espacio. Asuntos de aislamiento virtual y cibernético, que demuestran que el cuore puede estar involucrado incluso en cualquier distopía.
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