0
0
The Rolling Stones recurren a las melodías callejeras, inspiradas en antros cargados de música atmosférica y aguardentosa, en su nuevo álbum de estudio: Blue & Lonesome (Polydor).
El disco, el primero de la banda en más de una década, está compuesto por doce temas, con ADN reconocible en el añejo caldo de cultivo de los maestros estadounidenses del blues.
Mick Jagger y sus muchachos se dejan llevar por la inspiración que los reunió como grupo hace ahora cincuenta y cuatro inviernos, cuando actuaban en locales ingleses con el repertorio bluesístico de los grandes talentos del género de las elasticidades eternas.
La verde campiña inglesa se encuentra totalmente ausente de la escena, como también los están los sudorosos escenarios guitarreros del rock eufórico de los setenta y ochenta.
La acuarela que diseña Blue & Lonesome es más de interiores distorsionados: espacios cóncavos y llenos de personas, donde la clientela acaricia tragos de nostalgia con cada acorde de piano y guitarra.
Lejos de la mera provocación pretérita, The Rolling Stones parecen abrir un diario colectivo de su propia trayectoria profesional, para rescatar memorias en sepia y con perfume de tabaco de fumar, siempre consumido en noches ahogadas por sonidos multicolores, e identificadas con letras procedentes de hatillos ajenos.
Con la colaboración de Don Was y The Glimmer Twins en el apartado de la producción, Sus Satánicas Majestades rompen su popular faz de chicos abonados al rock, para quedarse en los escenarios sombríos del blues de carretera y garitos, como si los cuatro isleños hubieran tomado la misma vitamina creativa que el incombustible Van Morrison.
De todo ello surge un disco que se percibe con la emulsión agresiva y enloquecedora de los Rolling de siempre, pero a la vez indica algo más. Y ese paso, que va más allá de la apostura mercadotécnica, está dirigido a las sensaciones, con que los oyentes imaginan las historias que Jagger desarrolla con sus trinos rasgados.
THE ROLLING STONES SE REINVENTAN
Horneado a medias entre Gran Bretaña y Estados Unidos, Blue & Lonesome vuela por las notas con la improvisación como manual de viaje: la misma con la que el cuarteto elaboró cada uno de los cortes que aparecen en el compacto. Esa necesidad de aferrarse a la frescura del momento llevó a los autores de Satisfaction a montar sesiones divertidas, en torno a las ideas que aparecían de repente en el estudio, y que los ingleses adoptaron con fluidez instrumental en Londres, o en las instalaciones de Richmond y de Eel Pie Island.
De tales reuniones, Mick Jagger, Keith Richards, Charlie Watts y Ronnie Wood pulieron un material que destaca por la solidez de su propuesta. La totalidad de los temas que nutren el álbum guardan una completa relación entre ellos, y lo único que les distingue es la distinta gradación argumental de cada uno.
En ese rompecabezas de estados de ánimo, hay lugar para los acordes somnolientos de Everybody Knows About My Good Thing (donde resuena la guitarra de Eric Clapton), los juegos ferroviarios de I Gotta Go o los alardes sensuales de Ride’Em On Down (sorprendente Kristen Stewart, al volante de un Mustang azul sesentero, en el vídeo de esta song). Y así hasta una docena de variaciones melódicas, que remiten a atmósferas coincidentes y a geografías humanas cambiantes, siempre voceadas por la garganta respondona de un Jagger menos elocuente que de costumbre.
El efecto rejuvenecedor que se han marcado The Rolling Stones posee la dimensión de recuperar el norte de los pretéritos afectivos; cuando la popularidad era escasa, y las ganas de triunfar permitían asumir riegos con independencia de los beneficios en la cuenta corriente.
Semejantes ingredientes activos hacen de Blue & Lonesome un producto claro y diáfano, alumbrado por la sabiduría rectora de unos tipos que ya cargan sobre sus espaldas más de cinco décadas de carrera en las ondas.
Vídeo sobre Blue & Lonesome, por The Rolling Stones
