Richard Armitage no ha sido un actor especialmente inclinado a colaborar en películas de terror.
La carrera de este polivalente intérprete británico ha transitado con fluidez por otros géneros, en los que los espíritus demoniacos son solo parte de la faz interior de seres humanos retorcidos por su conciencia.
Sin embargo, cuando el horror llamó a la puerta del célebre Thorin, este no pudo por menos que escuchar su propuesta: una actitud más que comprensible, sobre todo si una de las empresas involucradas en el proyecto es la mítica Hammer Films.
Precisamente, el influjo inolvidable que las producciones de la recordada firma inglesa esparció a lo largo de más de dos décadas hizo que Richard Crispin Armitage se sintiera especialmente interesado por participar de forma activa en el suculento filme ofertado, el cual llevaba por título The Lodge.
Una aventura en clave de celuloide, que además partía de inicio con la dirección de los aclamados Severin Fiala y Veronika Franz (ambos, autores de la genial y macabra Goodnight Mommy).
Rodada en localizaciones de Canadá, la película nació a partir de una idea original de Sergio Casci (American Cousins), que desarrollaron Fiala y Franz, con su singular sentido para los decorados fantasmagóricos.
La pareja de cineastas dio el toque agobiante de la obra, la cual restringe su línea de acción a un único espacio, donde los personajes agitan sus creencias para escapar de la atemorizante presencia que los persigue.
RICHARD ARMITAGE NO TEME AL BOSQUE
Los niños Jaeden Lieberher (It) y Lia McHugh (American Woman) son los encargados de iniciar la historia que narra The Lodge.
Los pequeños acaban de perder a su madre, y tienen que pasar una noche aislados en una cabaña, en compañía únicamente de la prometida del padre de estos (papel que ha recaído en la canadiense Katelyn Wells, a quien se ha podido ver en La habitación).
Rodeados de silencio turbio y con los nervios a punto de estallar por lo extraño de la situación, los críos y la joven madrastra tendrán que lidiar con sus propios miedos; al tiempo que una presencia satánica trunca sus deseos de pasar una jornada razonablemente serena y familiar.
Fiala y Franz juegan con los recuerdos y las tensiones evidentes del trío protagonista, y lo sumergen en una espiral de progresivo abandono, hacia los abismos infernales de lo desconocido.
Muy en la línea de La bruja y la reciente Hereditary, The Lodge pretende desde su gestación desplegar unas sensaciones de verismo electrizante, que han adornado a parte del terror del siglo XXI con una desafiante atmósfera indie, capaz de revitalizar un estilo de cine perjudicado seriamente por los productos efectistas y de fácil consumo.
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