María Callas imaginada por Boadella
Albert Boadella llega a los madrileños Teatros del Canal, con "Diva": un espectáculo a medias entre el teatro y la ópera, que recrea los momentos más duros y angustiosos en la existencia de María Callas.
María Callas comparece en la Sala Roja de los Teatros del Canal con la demacrada faz de una mujer en busca de unos recuerdos tintados de falsedad, ansiosa por localizar en su interior los sentimientos que le niega el tiempo presente.
Así es como ve Albert Boadella a la diva del bel canto de origen griego, la cual apostó todo a una pasión condenada a la ruptura: un enamoramiento ofrecido a la persona equivocada, que condujo a la cantante a un infierno de heridas nunca cerradas. Este hombre adquiere, en el texto del que fuera fundador de Els Joglars, los rasgos maquillados de un Aristóteles Onassis escondido tras la careta del repetidor personal de la protagonista, el esforzado Ferruccio. De esta manera, y en clave privada, Callas y el disfrazado Onassis acompañan al público por los laberintos emocionales de “La divina” en sus años más difíciles, cuando ya había perdido su voz, y los conciertos se habían convertido en una mera huella deformada de un pretérito lejano e imposible de recuperar.
Aislada en su residencia parisina, María Callas aborda su caída en las muertes anunciadas y prematuras, mientras juega con Ferruccio/ Onassis a vivir las existencias soñadas de algunos de los personajes operísticos que la llevaron a la fama.
Un escenario desnudo, salvo por algunos muebles, tintado de un fondo oscuro que dramatiza el contexto configura la localización principal de un espectáculo que parece surgido de un delirio operístico del cineasta Federico Fellini. Una fábula de glamur hundido, en la que adquieren determinación épica los gestos, los requiebros de garganta y los movimientos coreografiados de María Rey.Joly y Antonio Comas (los brillantes intérpretes que se encargan de la caracterización de María Callas y Aristóteles Onassis).
MARÍA CALLAS Y LA SOLEDAD COMO COMPAÑERA
Albert Boadella prescinde de la ironía habitual de sus espectáculos, para afrontar el retrato de María Callas como un cuadro de escenificación medida y tenebrosa, en el que sobresale la profunda desesperación de la protagonista, abandonada por el hombre al que quiso y por los que admiraban sus virtudes vocales.
Tales sensaciones se concitan en el libreto a través de unas precisas líneas argumentales, que tienen lugar en los momentos finales en la existencia de la diva del bel canto; la cual fue hallada muerta en su casa, debido a un fallo cardíaco, en 1977.
Las secuencias que reproduce Diva conforman el amargo crepitar de una dama acostumbrada a los aplausos, que interpreta en privado algunas de las arias que la convirtieron en una de las sopranos más aclamadas del planeta. Un cuerpo sonoro en el que comparecen frenéticamente extractos de Tosca, Il Trovatore, Norma o Madame Butterfly; siempre afectados por un halo de despedida fúnebre, que preludia la anunciada conclusión de un viaje cargado de nostalgia.
Las brillantes caracterizaciones de Antonio Comas y María Rey-Joly contribuyen a dotar de verosimilitud y desbordante humanidad una obra que nunca se advierte como polémica, y a la que sienta bien el poso romántico que revela su evolución dramática.
Un trabajo de elegancia comprensiva, donde se nota la labor de Manuel Coves, como director musical, y de Silvia Brossa, responsable de un grupo de coreografías que recuerdan vagamente a los míticos bailes ejecutados en el film Ginger y Fred (Federico Fellini, 1986).
Nota: Diva estará en la Sala Roja de los madrileños Teatros del Canal, hasta el próximo 21 de febrero de 2021.
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