Mads Mikkelsen, un fuera de la ley en la Alemania del siglo XVI
Cuando el 22 de marzo de 1540 Michael Kohlhaas (en realidad Hans Kohlhase) fue decapitado públicamente en la Sajonia de las escisiones nobiliarias, las lágrimas de los futuros súbditos del káiser Guillermo cayeron sobre la hierba de la injusticia. En ese momento, un clamor de orgullo humano (nada que ver con nacionalismos vacuos ni con posicionamientos políticos) recorrió las extensiones de lo que hoy en día se conoce como Alemania. Un oleaje rumoroso, a la par de violento en sus entrañas, que golpeó con la furia de la genialidad la pluma del dramaturgo, poeta y novelista Heinrich von Kleist (Frankfurt an der Order, Brandemburgo, 1777- Wannsee, Berlín, 1811), el cual dedicó -en 1811– una de sus mejores y más emotivas obras a la gesta del caballista rebelde: el prófugo que alzó su voz contra los poderosos, en una época de mordazas inflexibles y grilletes en las ánimas.
Un argumento con tal fuerza escénica debería estar llamado a ser objeto de numerosas adaptaciones cinematográficas. Pero la lógica no siempre lidera el universo del Séptimo Arte; por lo que, inexplicablemente, el texto del autor de la apasionante El príncipe de Homburg sólo ha conocido dos adaptaciones en formato de celuloide. La primera la llevó a cabo Volker Schlönforff en 1969, bajo el título de Der Rebell. Mientras que la segunda acaba de estrenarse el pasado verano en Francia, con el descriptivo nombre de Michael Kohlhaas. Aunque, en el camino, también hay un acercamiento televisivo en clave de western, movie bautizada con la etiqueta de Sin piedad (realizada en 1999, por el “discotequero” John Badham).
El Robin Hood prusiano
Dentro de poco, la segunda de las versiones citadas en el párrafo anterior hará nido en las carteleras españolas; y servirá para que los espectadores de la patria de Luis Candelas y José María el Tempranillo conozcan a base de fotogramas enlazados la vida de uno de los héroes más admirados de la literatura teutona, cuyos renglones de dolor colectivo hicieron estremecer de tristeza a maestros de la palabra como Kafka. Una historia cargada de sentimiento y marcada por el infortunio, que invadirá la salas a través de la batuta orquestal del francés Arnaud des Pallières (París, 1961).
Con la inestimable ayuda de Christelle Berthevos, el realizador de Parc y Adeu conforma un lienzo de tonos sombríos y mortuorios, tinturas de derrota y gloria en las que brilla con especial fulgor la interpretación del actor danés Mads Mikkelsen (Un asunto real, La caza); quien toma el testigo de David Warner, en la misión de encarnar la figura de Kohlhaas. Juramento de armas hidalgas para el que el nórdico presenta sus virtudes frente a la cámara, siempre al servicio de la verosimilitud. Todo para hacer comprensible el viaje de un hombre que vivió entre 1500 y 1540, y que se hizo célebre por reclamar lo que un ambicioso noble le había robado.
A medias entre una película del género de la capa y espada y un espectáculo real sobre seres vulnerables, el libreto del filme sigue la senda del protagonista a través de unos hechos que desencadenaron cierta controversia y reflexión en la Europa del siglo XVI. Unos acontecimientos que comenzaron con el aparentemente intrascendente desplazamiento de un humilde comerciante de caballos -llamado Michael Kohlhaas– a la Feria de Leipzig, donde éste esperaba poder vender parte de su mercancía. Sin embargo, el aristócrata Günter von Zaschwitz obliga al mercader a cederle dos de sus ejemplares. MK reclama sus equinos por la vía judicial, pero los tribunales se ponen de parte del portador de sangre azul.
Así, debido a las escasas alternativas que le ofrecen los gobernantes, Kohlhaas decide echarse al monte, para luchar contra el aristócrata que le dejó sin las ganancias correspondientes a su trabajo. Craso error que dará con los huesos de Michael en una prisión. Encarcelamiento que, pese a la intermediación del mismo Martin Lutero, no será más que una muerte anunciada destinada a amortiguar el germen de una revolución generalizada.
Presentada en la pasada edición del Festival de Cannes, Michael Kohlhaas (que cuenta en su reparto con rostros tan conocidos como el del español Sergi López y el del suizo Bruno Ganz) ha conseguido, entre otras distinciones, alzarse con el Premio Iris, conseguido en el Festival de Cine de Bruselas.
Tales distinciones otorgan un poco más de singularidad a la obra ideada por Des Pallières, con la que el director refresca un relato donde el cerebro de La marquesa de O expuso al planeta su posicionamiento respecto a las guerras napoleónicas del siglo XIX. Pero el transcurso del tiempo también lo han convertido en un testimonio capaz de regar la semilla de la dignidad individual, de los motines ciudadanos por cambiar el mundo, de las manifestaciones silenciadas por los organismos de poder… Algo que en este tercer milenio aún causa lágrimas de hiel; ríos amargos y salados, que ni siquiera pueden evitar las pantallas inodoras de los ordenadores.
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