Kirk Douglas aparece con la cabeza gacha, agotado por el calor y la sed, con las extremidades atadas a una cruz clavada en uno de los bordes del arenoso sendero. Entonces, Jean Simmons ordena a Peter Ustinov que detenga la carreta en la que esta viaja con su hijo. Con un paño sobre la cabeza, y ojeras de sufrimiento en el rostro, la mujer baja del transporte y se acerca al agonizante Douglas, con el pequeño entre sus brazos. Entonces, los ojos del que se definió en una autobiografía como el “hijo del trapero” cobran el fuego de la rebeldía y del amor de las victorias silenciosas, ante la imagen del infante. Es una única escena de apenas escasos segundos, dentro del extenso metraje del filme Espartaco (Stanley Kubrick, 1960); pero condensa a la perfección lo que fue la carrera profesional de esta estrella longeva y deslumbrante del Hollywood dorado, bautizada como Isuur Danielovitch Demsky.
Espartaco se dejó llevar al Más Allá cuando su enamorada le comunicó que su descendiente sería libre, y con lágrimas le pidió que muriese sin mayor resistencia que la necesaria. De similar manera a la narrada en el mítico filme, la existencia de Kirk Douglas se apagó el pasado miércoles, cuando “el loco del pelo rojo” hincó la rodilla ante la supuesta eternidad, sin fuerzas en el hatillo para derrotar una vez más a la dama de la guadaña.
Ciento tres años (cumplidos el pasado 9 de diciembre) y cerca de un centenar de películas condensan el sorprendente currículo de este mito de la pantalla, que no claudicó frente a las dificultades en ningún momento, tanto las económicas como las físicas. Un hombre que triunfó por su empeño y energía, y que dio lustre a un séptimo arte necesitado de gente a la que admirar.
El padre de Michael Douglas debutó en el cine a punto de cumplir las treinta primaveras, en El extraño amor de Marta Ivers, de Lewis Milestone; y, desde entonces, su rostro no abandonó las carteleras, hasta que la edad le impidió superar con garantías los rigores de un rodaje.
KIRK DOUGLAS Y LOS CLÁSICOS
Pocas estrellas del Hollywood de los grandes estudios se tomaban tan en serio su trabajo como Kirk Douglas. El actor del hoyo en la barbilla escogía metódicamente cada uno de los proyectos en los que participaba, y de esa manera se aseguró elegir cintas que con el tiempo serían consideradas auténticos clásicos del séptimo arte.
De esta manera, el patriarca de los Douglas hiló una trayectoria mediática de cotas sorprendentes, que incluyeron filmes del calibre de El ídolo de barro (Mark Robson, 1949); Cautivos del mal (Vincente Minnelli, 1952); El loco del pelo rojo (Vincente Minnelli, George Cukor, 1956); Duelo de titanes (John Sturges, 1957); Senderos de gloria (Stanley Kubirck, 1957); o Los vikingos (Edison Marshall, 1958). Una lista apabullante de míticas actuaciones que no sirvieron, no obstante, para que los académicos concedieran Oscar alguno al neoyorquino por las mismas (obtuvo solo tres nominaciones y un Oscar honorífico, en 1996).
Pero, si había un papel que caló especialmente en el interior de KD, ese fue sin duda el del esclavo tracio conocido por el nombre de Espartaco. La estrella nacida en la urbe del Empire State se tomó su participación en el filme de Stanley Kubrick como una manera de demostrar lo que había significado su paso por el mundo vital y cinematográfico: una caracterización que le dio pie para exhibir los constantes obstáculos que tuvo que superar, para llegar adonde estaba. Aparte, la película también le permitió posicionarse de forma sutil frente a la llamada caza de brujas del senador McCarthy; al contratar como guionista a Dalton Trumbo, condenado por el gobierno de USA por sus supuestas actividades comunistas.
Enérgico y brillante, Kirk Douglas alcanzó un estatus profesional y artístico fuera de la órbita de cualquier actor con ganas de triunfar. Un lugar entre los grandes, que la movie star siempre mantuvo muy aferrado a la superficie terrestre, y que no le importó arriesgar con acciones que otros en su posición nunca habrían emprendido (por ejemplo, protagonizó su primer desnudo integral a los sesenta y un años, en el filme de terror Holocausto 2000).