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Jackson Browne desembarca en la Villa y Corte dentro de la programación del Madgarden Festival. El responsable de Running on Empty ofrecerá un espectáculo cargado de recuerdos.
Cuando la noche madrileña rasgue hoy su oscuridad urbana con las notas del autor de Stay, la banda sonora de un tiempo de grandes trovadores norteamericanos pasará -cual moviola activa- por la mente de muchos de los asistentes.
Legado y cancionero no le faltan a Jackson Browne (Heidelberg, Alemania, 1948) para animar una cita como la planeada por el Madgarden Festival, aunque sus gestas remitan a imágenes de pantalones de campana, de activismo mediático, de guitarras al viento y de melenas rebeldes enhebradas con los hilos de las utopías soñadas.
Los catorces discos de estudio que contemplan la carrera profesional del espigado rapsoda –amante declarado de la literatura de John Steinbeck– muestran la faz de un creador profundo, dotado con el carácter de los artistas imperecederos. Y eso a pesar de que la mayoría de sus hits acreditan más de treinta aniversarios.
JACKSON BROWNE NO SOLO TIENE PRETÉRITO
Aunque sus últimos éxitos dejaron su impronta multitudinaria allá por el lejano 1983 -al ritmo del excelente Lawyers in Love-, Browne no ha parado de escribir y de grabar líricas surgidas de su imaginación, excitada por las sinuosidades del folk y la fuerza del rock de carretera.
Las décadas transcurridas desde sus años de gloria han dibujado escamas de gravedad en la voz del antiguo componente de The Lovin’ Spoonful, y con ellas ha parido el álbum más reciente de su currículo: un trabajo horneado con la retranca de los espíritus incombustibles ajenos a las jubilaciones anticipadas, el cual lleva por título Standing in the Breach (Insidie Recordings). Esta obra, editada en octubre de 2014, exhibe la evolución de JB como la de un individuo de timbre más cercano al de su colega Bruce Springsteen que al de otros modelos de antaño, tales como Glenn Frey y James Taylor.
Los diez cortes del compacto vierten sus susurros adormecedores sobre realidades empañadas con la sobria resignación de los artistas, acompañadas de guitarras portadoras de cenizas sobre paisajes descoloridos, como sacadas de las extensiones inmensas y cainitas de Al este del Edén, o de las hambrunas existenciales y depresivas de Las uvas de la ira.
A lo largo de los temas de nuevo cuño hay pocos guiños a las épicas contagiosas narradas en These Days, Running on Empty o Shadow Dream Song; pero esto no resta interés al producto resultante, sino que lo alimenta con emociones distintas.
Aventura sin riesgos claros, que Browne ejecuta con el perfeccionismo de un francotirador de estrofas rimadas, continuamente atento a colaboraciones y préstamos de gente del calibre de Woody Guthrie (You Know the Night) y del cubano Carlos Varela (Walls and Doors).
No obstante, e independientemente de las innovaciones de Standing in the Breach, la parte más afectiva del concierto la protagonizará sin duda la correspondiente a la época en la que Jackson estaba en lo más alto de las listas, aposentado en el trono de la genialidad a golpe de estribillo.
Un pretérito de fantasía y talento en el que el estadounidense de adopción alumbró varias odas inscritas por méritos propios en la banda sonora contemporánea: sintonías tan impactantes como Take It Easy (song que JB elaboró junto a Glenn Frey, y que alcanzó la celebridad a través de la interpretación de The Eagles).
Más información, entradas y horarios en
http://www.madgardenfestival.com
