Fernando Aramburu anima el verano
El autor de "Patria" tiene previsto el lanzamiento de "Los vencejos" (Tusquets Editores), para el próximo 25 de agosto: una novela de recuerdos e introspecciones personales, protagonizada por un hombre decidido a suicidarse.
Fernando Aramburu nunca ha sido un autor especialmente condicionado por el éxito, ni por la premura en el tiempo a la hora de acudir al mercado editorial. El narrador donostiarra es más un metódico orfebre de historias cercanas: caladas por diálogos sonoros incluso en sus silencios y pausas, y vestidas por descripciones de prosas sibilantes y cautivadoras.
A muchos lectores les sorprendió que la carrera del creador vasco no arrancara con la celebrada Patria (Tusquets Editores), en 2016; y que antes de la aparición de este hito en ventas hubiera un grupo contundente de argumentos, horneados al calor de su peculiar naturalismo costumbrista, y defendidos con la veracidad de un artesano sensible, y pendiente de los más mínimos detalles.
Tal cuidado por mantener la coherencia (más allá de explotar historias de manera artificial) parece percibirse en la gestación de Los vencejos (Tusquets Editores): una novela surgida del aislamiento, y que estimuló el parón vital que supuso la expansión de la pandemia del coronavirus. Un producto perfumado con esperas infinitas y horas ahogadas en imágenes, que llegará a las librerías españolas a partir del próximo 25 de agosto.
No parece casual la utilización de los vencejos para el título de la novela. Estas aves nacidas para volar, que emigran con gran rapidez y que incluso llegan a mantener sus relaciones sexuales mientras surcan el aire, son unos seres que suelen pasar inadvertidos a los ojos de los habitantes comunes; pero que resultan fascinantes, pese a su aparente anonimato.
Tales pájaros propios de Eurasia y África se asemejan en su invisibilidad y ansiedades al protagonista del texto de FA, quien construye un potente nido de memorias y anhelos, antes de la hibernación definitiva.
FERNANDO ARAMBURU ALIMENTA LA CERCANÍA
El éxito de Patria dio a conocer de manera exponencial el suave dramatismo que se adueña de la narrativa de Fernando Aramburu, sin por ello frenar el ritmo interno de los sucesos que componen cada uno de sus relatos; como si erigiera una quietud impostada, a punto de romperse en cualquier momento.
Semejante costumbrismo cercano y verosímil cautivó a millones de lectores, quienes accedieron a la terrible realidad del País Vasco en los tiempos del terrorismo de ETA desde una perspectiva desprendida de moralejas y consignas, y en la que quedaba enfatizada solo la necesidad de mostrar el dolor humano que causó la violencia extremista en la tierra de Pío Baroja (un maestro con el que Aramburu mantiene la conexión de las eternas preguntas sobre el comportamiento de hombres y mujeres).
Ese ingrediente confesional a pie de campo, sin máscaras que oculten la amargura y la desesperanza, moldea igualmente la trama de Los vencejos; aunque esta obra quede situada en un contexto menos infernal y explosivo que el orquestado en Patria.
La España “siempre madrastra” (como cantaba Ana Belén, en España, camisa blanca) se convierte en el escenario escogido por Aramburu para desarrollar la historia de Toni: un profesor solitario de instituto, que decide poner fin a su vida, cuando se cumpla un año desde el comienzo de su experimento analítico.
Sin mencionar lugares concretos, y con el lapso temporal que media entre los veranos de 2018 y 2019, Los vencejos ilustra un rompecabezas coral y emotivo, de personajes concebidos entre la realidad y la ficción, que acuden para dejar constancia de la corporeidad de Toni. Un mosaico de caras y expresiones, en el que se incluyen los padres del citado profesor, el hermano al que no soporta, su exmujer, su problemático hijo Nikita, su amigo Patachula, y la aparición inesperada de la misteriosa Águeda.
Semejante cuadro de entes supuestamente familiares y trascendentales da textura a un volumen en el que sin duda discurrirá la prosa atenta y calórica del autor donostiarra, comprometido con atisbar destellos de la esencia humana.
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