El British Museum y los imperios perdidos
El British Museum juega el rol de entidad pitonisa, y anticipa la quiebra del potencial social de USA, en la exposición The American Dream. Pop to the Present.
La institución capitalina reúne conocidas obras de artistas tan valorados en el mercado internacional como Andy Warhol, Jaspers Johns, Robert Rauschenberg, Ed Ruscha y Willem de Kooning, entre otros.
La tesis que fundamenta el recorrido remite figuradamente a la nostalgia de épocas pretéritas, relativas a las luchas en pos de los derechos civiles y del pacifismo mundial.
En los tiempos actuales, donde el rostro pixelado en naranja y amarillo del presidente Donald Trump domina las televisiones del planeta, resulta difícil pensar en USA sin asociar su imagen con la del gobernante millonario.
Ni el águila salvaje en barras y estrellas, ni el Monte Rushmore, ni el Capitolio, ni la Estatua de la Libertad; los iconos de la nación consumista por naturaleza están como ensombrecidos ante el proteccionismo auspiciado por la era Trump, anhelantes de la irresoluble busca y captura de un sueño cada vez más alejado de las manos de la supervivencia.
El retroceso gestado por el gigante de las hamburguesas y los perritos calientes, a través de las consignas su reciente comandante en jefe, ha animado al British Museum a identificar el principio de zozobra del American Way of Life: sistema encumbrado a los altares de la devoción terráquea, desde los candelabros deslumbrantes del cine, la música y la literatura.
Así pues, cabe preguntar qué es lo que queda del espíritu rebelde y contestatario de los ilustradores contraculturales de los sesenta, setenta y ochenta. Esos señores y damas de aerosoles valerosos y pinceles emulsionados con los cromatismos aguerridos, con los que compusieron el decorado de unos Estados Unidos siempre hambrientos de reivindicar libertades coartadas, de denunciar persecuciones raciales, de incinerar guerras injustas, de resistirse a la mortandad mediada por el amor y la marginalidad llamada Sida…
Esa frontera de nostálgicos y crepusculares trazos es lo que esboza con soltura la exposición The American Dream, que cuelga carteles de desidia esperanzadora en la urbe del Támesis, hasta el próximo 18 de junio.
EL BRITISH MUSEUM NO SENTENCIA
A base del talento de maestros de la ocurrencia a golpe de socialización, como Robert Rauschenberg y Jasper Johns, el recorrido propuesto por la institución británica siembra de incertidumbres el ambiente, con el pálpito de asistir a la crónica de la muerte anunciada de un imperio de connotaciones contemporáneas, como es el estadounidense.
La historia tiene la costumbre de ser cíclica, y si civilizaciones tan potentes como la de los romanos, los griegos o los vikingos sucumbieron a su techo de hormigón propiciado por el tiempo de consumación ante la llama del éxito; ¿por qué el país de las barras y estrellas iba a ser una excepción?
A modo de moviola, las impresiones de los puntales del Pop Art (con el mediático Andy Warhol a la cabeza) recuerdan la faz disuelta de una tierra de vitriólicas reacciones; ahora en continua duermevela de silencio cultural y artístico.
Al igual que se puede perecer de decadencia, igualmente es factible fenecer por exceso de bonhomía capitalista. Una realidad a la que se asoma la patria de Abraham Lincoln y John Fitzgerald Kennedy en el siglo XXI, motivada por la ausencia de sueños alentadores a los que acogerse.
Sin embargo, en cuestión de hipnotismos reveladores, las evocaciones pretéritas también pueden servir para despertar a un pueblo adormecido por los dardos de la opulencia y de las soluciones fáciles.
Sensaciones que el British Museum potencia con el espejo de sinceridad alarmante, que supone el conjunto de obras colgadas bajo el emblema de The American Dream.
Nota.- The American Dream estará abierta al público hasta el próximo 18 de junio, en la sede londinense del British Museum.
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