Don DeLillo desconecta a USA

El narrador neoyorquino publica "El silencio" (Seix Barral): un relato de protagonismo coral, donde DeLillo somete a sus personajes a veinticuatro horas sin móvil, televisión o Internet.

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Don DeLillo
Don DeLillo analiza la falta de comunicación real, que existe en el siglo XXI

Don DeLillo es consciente de que el mundo actual se ha convertido en un universo de pantallas esclavizadoras y alienantes, donde los seres humanos se han acostumbrado a ser testigos binarios de sus propias existencias.

Casi todo lo que ocurre en el tecnológico siglo XXI, incluso las actividades más cotidianas, va parejo a un proceso tecnológico que mediatiza la realidad, que la exprime en píxeles o combinaciones de ceros y unos, y que la encapsula en forma de placebo digitalizado.

Ante lo expuesto, cabe preguntar qué pasaría si los hombres, mujeres y niños no accedieran a ese licor de ambrosía proporcionado por Internet, y sus tentáculos de comunicación asociados. Una cuestión que lubrica la última aventura literaria de Don DeLillo, titulada El silencio (Seix Barral): pesadilla situacional de carácter futurista, en la que se pone de manifiesto la imposibilidad para solventar con recursos analógicos la ausencia del móvil o de la televisión.

A sus cerca de ochenta y cuatro años (los cumple el próximo 20 de noviembre), el autor neoyorquino de Cosmópolis bucea por la psique de cinco personajes, encerrados en un contexto oprimido y asfixiante, metamorfoseado en las coordenadas de un apartamento.

Semejante grupo de tipos supuestamente instruidos se ve martirizado por un siniestro apagón, que les obliga a mirarse a los ojos mientras hablan; a gestualizar y a mantener la presencia física; y a centrar la atención en las palabras y frases que vuelan por la estancia.

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Don DeLillo exhibe su dominio del lenguaje, en las 122 páginas de “El silencio”

A tenor de la tesis fundamental de El silencio, el hedonismo tecnológico ha creado una sociedad con miedo cerval al aburrimiento; sometida a los dictados impetuosos de lo urgente, de lo que no requiere más que unos minutos de atención. Un universo de ventanas múltiples a las que asomarse, con el cambio constante como única regla omnipresente y anímica.

A ese cosmos de rapidez vertiginosa, DeLillo le opone la importancia de la artesanía idiomática; y la incorporación obsesiva de la figura de Albert Einstein, y de los pasos que este siguió para dar con la teoría de la relatividad.

DON DELILLO EXPONE LOS MIEDOS DEL TERCER MILENIO

El argumento de El silencio transcurre en Manhattan, en el año 2022. En un piso de la gigantesca isla neoyorquina, cinco amigos quedan para ver la final de la Superbowl. Los asistentes a la reunión son Diane Lucas (una profesora de Física jubilada), su marido Max Stenner (inspector de edificios y apostador contumaz), Martin Dekker (exalumno de Diane, y experto en la teoría de la relatividad), y Jim y Tessa Kripps (matrimonio que está a punto de desembarcar de un vuelo procedente de París).

Este quinteto de intelectuales cree que la jornada va a ser interesante, con charlas intrascendentes y visceralidad televisiva, frente al partido más seguido del año del fútbol americano en USA. Pero algo se tuerce, cuando un terrible apagón deja la ciudad a oscuras, sin posibilidad de establecer conexión alguna a través de la red eléctrica. Un hecho que pone a los amigos en la difícil tesitura de ser ellos mismos, durante un período de veinticuatro horas.

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Albert Einstein aparece en “El silencio” como una figura que obsesiona y atrae

Los miedos a caer en la incomunicación, más la ansiedad que supone perder un tiempo sin acceder a lo que se ha denominado como aldea global y redes sociales, llenan las páginas de El silencio de reflexiones cortantes y depresivas, casi abismales. Palabras esgrimidas con inteligencia y fantasía por un prestidigitador del lenguaje, como es Don DeLillo.

El responsable de Ruido de fondo y Los nombres deambula entre el verismo y la ficción con esta distopía ligeramente futurista, la cual es en realidad un retrato certero del presente.

Según las entrevistas concedidas a diversos medios de comunicación, el literato neoyorquino confiesa que terminó el libro antes del confinamiento en Estados Unidos por la pandemia del coronavirus; pero el resultado remite con determinación a parte de las sensaciones que experimentaron los ciudadanos, en el mencionado encierro por razones sanitarias. Un confinamiento que en la obra es el arma perfecta para sacar los temores que coartan al ser humano del tercer milenio; lastrado intrínsecamente por la profunda soledad y aislamiento, que alientan la dependencia vital hacia un mundo interminable de pantallas multicolores.

Más información en

https://www.planetadelibros.com/editorial/seix-barral/9

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