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Britney Spears presenta Glory (RCA/ Sony Music): un disco con el que la treinteañera pretende marcar su territorio.
La cantante estadounidense baja la intensidad de trabajos precedentes, para instalar sus composiciones en los ritmos a medio tono.
Con la ayuda de Chantal Kreviazuk y Simon Wilcox, Britney Jean logra dotar al álbum de una coherencia amparada en el pop ligero y seductor.
Mucho más que una simple estrella de las ondas, Britney Jean Spears es ante todo una diva con caché y patente de corso, con los que ha conseguido situarse por encima de los dilemas comunes a la mayoría de sus colegas de oficio.
No en vano, la muchacha de Misisipi es de las pocas que levanta ríos de tinta con cualquiera de sus apariciones mediáticas, independientemente de que éstas se encuentren avaladas por alguna actuación más o menos brillante de la gachí en los escenarios.
Pero la antigua Lolita y rebelde sin causa de Baby One More Time ya no acredita veinte primaveras, como para que la simple gracia de su impostura sea el artificio adecuado para mantenerse en el candelero. Y en ese terreno de los renacimientos es en el que Britney hunde su ímpetu actual, cuando se acerca a los treinta y cinco aniversarios.
Spears es una mujer extraña, capaz de lo mejor y de lo peor en cuestión de segundos, ya sea por cantar en playback disfrazado de riguroso directo o por meterse en limusinas sin ropa interior que cubra sus partes bajas, cual Isabel II de España en los balcones palaciegos.
Precisamente, esa dicotomía constante -en la mujer que protagonizó su propia película (la olvidable Crossroads) y que comanda un espectáculo de tronío en Las Vegas (Piece of Me)- es la que dota a su novena obra discográfica de una contagiosa y atrayente atmósfera sonora.
Britney parece haberse dejado la piel para levantar el irregular curso musical que había iniciado en la década presente, y lo corrige a base de buenas baladas de divismo evidente, más un puñado de songs de vértigo limitado, que hacen de Glory un compacto sincero y estimulante.
BRITNEY SPEARS PARECE MADONNA
Desde el primer tema del disco (el singular Invitation), la sensación es la de entrar en un selecto escenario, donde los comensales portan la bandera de lo cool hasta en el color de los calcetines. Un decorado en el que BS ejerce como la adecuada anfitriona venusiana, surgida de un molde compuesto por referencias claras a las grandes damas del pop y del r&b en el siglo XXI.
Dentro de semejante ambiente de transformismo voluntario, la garganta de Spears juega a potenciar sus esencias artísticas, con disfraces tan variopintos para sus cuerdas vocales como los de Madonna, Janet Jackson, Beyoncé e incluso Rihanna. Solución con la que la treinteañera nacida en McComb potencia los diecisiete cortes de los que cuenta su nueva producción.
Tales influencias hacen que funcionen las coloristas estrofas de líricas tan acogedoras como Invitation, Man on the Moon, Clumsy y la cosmopolita Coupure Électrique (sí, Britney se atreve a cantar en francés y en español).
Pero estas exploraciones en pos de distinguir su estilo por la senda del triunfalismo de otras compañeras no son lo suficientemente claras o determinantes; por lo que la autora de In the Zone no duda en alterar el ralentizado curso general con un grupo de tracks contorsionados en la impostura, como Hard to Forget Ya y What You Need.
Una fórmula efectiva y pegadiza que eleva a Glory por encima de anteriores obras de la estadounidense, y que augura un futuro realmente interesante en la carrera de esta fémina creada para escandalizar.
Vídeo oficial de Make Me…, proporcionado por BritneySpearsVEVO
