Aquella mujercita llamada Elizabeth Taylor

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La protagonista de "Cleopatra" falleció ayer en Los Ángeles, a los 79 años
La protagonista de "Cleopatra" falleció ayer en Los Ángeles, a los 79 años

Fue la primera actriz en ganar un millón de dólares por interpretar un papel. Apenas llegaba al 1,60 de estatura, pero esta mujer de mirada violeta y cabellera azabache dominó con su perfecto rostro la pantalla durante varias décadas. Su belleza era como un animal sin domesticar, tocada con el salvajismo de un iris irrepetible, de los que cautivaban a propios y extraños; de esos que hipnotizaban al espectador independientemente del filme en el que recaía su impactante presencia.

Su vida estuvo marcada por los constantes vaivenes sentimentales
Su vida estuvo marcada por los constantes vaivenes sentimentales

Elizabeth Rosemond Taylor (Hampstead, Londres, 1932- Los Ángeles, California, 2011) estaba impregnada desde la cuna de ese polvo con el que se distinguen las estrellas. El hada azul, hacedora de sueños imposibles, tocó con su varita la frágil testa de esta genial fémina, cuando la pequeña dio sus berridos iniciales en la urbe del Big Ben. Que Taylor naciera en la vetusta Inglaterra fue simple casualidad; ya que sus progenitores estaban en la tierra de Shakespeare casi de paso. Pero sus raíces europeas le otorgaron a la coleccionista de matrimonios un aura distinta, dotada de un cierto exotismo que entusiasmó a los jefazos de Hollywood.

Se casó en numerosas ocasiones
Se casó en numerosas ocasiones

El estallido de la Segunda Guerra Mundial y los preparativos de la lucha armada hicieron que los progenitores de Elizabeth abandonaran el Viejo Continente, para regresar a Estados Unidos. Una vez allí, un amigo de los papás de la chica reparó en los sorprendentes rasgos físicos de la muchacha; y sus comentarios animaron a los Taylor a llevar a su chiquitina a una prueba de casting. Nada más poner sus pies en los estudios de la Universal, hasta el pertiguista fue consciente de que había surgido un sex symbol. La niña se creció ante los responsables del test y consiguió encauzar su debut en el séptimo arte, que tuvo lugar en la comedia resultona de carácter familiar There’s One Born Every Minute (Harold Young, 1942). Aún no había cumplido los diez tacos, y Elizabeth era una joya destinada a brillar con un fulgor incalculable. De eso se dieron cuenta los vecinos de la Metro; cuando birlaron a la new baby a Universal con el objetivo de sellar el futuro de uno de los iconos en versión de celuloide más planetarios e inolvidables de cuantos han poblado las salas de los cines.

Richard Burton fue el hombre que más marcó la existencia de Taylor
Richard Burton fue el hombre que más marcó la existencia de Taylor

De esta forma, Taylor puso su firma en las películas de MGM.  Debido a su edad, la guapa girl comenzó a forjar su carrera en largometrajes dedicados al público infantil y juvenil, tales como La cadena invisible (comienzo de la saga de Lassie, que la joven rodó a las órdenes de Fred M. Wilcox, en 1943), Fuego de juventud (en esta sentimental cinta conoció a Mickey Rooney, con quien compartió el protagonismo bajo la dirección de Clarence Brown, en 1944) y El coraje de Lassie (Fred M. Wilcox, 1943) . Aunque la nueva actriz también prestó su frágil figura para hacerse un hueco en el cine de adultos, con pequeñas caracterizaciones en Las rocas blancas de Dover (Clarence Brown, 1944) y Alma rebelde (adaptación de la novela Jane Eyre realizada por Robert Stevenson en 1943, y en la que la futura pareja de Richard Burton hizo la parte de Helen Burns).

Siempre conservó la perfección y armonía de sus rasgos físicos
Siempre conservó la perfección y armonía de sus rasgos físicos

Así, la londinense pasó su infancia entre focos, mientras su carisma iba ganando enteros conforme transcurrían los años. La aparición de Elizabeth Taylor como Lady Patricia en el drama histórico Beau Brummell (Curtis Bernhardt, 1954), al lado del galán romántico Stewart Granger, empezó a dar una idea del bello ser en el que se había convertido. La sensualidad de sus gestos y, sobre todo, la hondura de sus cuencas oculares la hicieron destacar en un cosmos profesional en el que la perfección física era algo común.

Debutó en la pantalla con apenas diez años
Debutó en la pantalla con apenas diez años

Hollywood halló en Elizabeth Taylor la estrella que siempre buscó, y ella se dejó querer por las cámaras. Su simple aparición en los fotogramas de una obra hacía que el público acudiera en masa a ver su faz divina, turbadora y pasional como pocas veces había registrado una persona humana.

Sus ojos cautivaron a millones de fans
Sus ojos cautivaron a millones de fans

La criminal y apasionada Un lugar en el sol (conoció a su amigo Montgomery Clift en el rodaje de esta obra dirigida por George Stevens, en 1951), la trágica La última vez que vi París (Richard Brooks, 1954), la aventurera La senda de los elefantes (William Dieterle, 1954), la mítica Gigante (donde tuvo la oportunidad de coincidir con James Dean y Rock Hudson, siempre con el objetivo pendiente de George Stevens detrás de ellos para sacar adelante el largo de 1956) y la epopeya El árbol de la vida (aunque no funcionó del todo esta apuesta por el espíritu de Lo que el viento se llevó grabada por Edward Dimitryk en 1957, sirvió para que Taylor lograra su primera nominación al Oscar como Mejor Actriz) fueron algunas de las películas más destacables de la entonces veinteañera.

Pese a su frágil figura, poseía un fuerte carácter
Pese a su frágil figura, poseía un fuerte carácter

La temporada de finales de los cincuenta marcó la unión de la carrera de la hija del tratante de arte con el dramaturgo Tennessee Williams. Las piezas teatrales del crítico escritor definieron uno de los mejores periodos curriculares en la vida de Taylor. La gata sobre el tejado de zinc caliente (Richard Brooks, 1958) y De repente, el último verano (Joseph Leo Mankiewicz, 1959) fueron las inolvidables interpretaciones –con sendas nominaciones a los Oscar- de la muchacha británica, ambas en la piel de personajes al borde de la locura creados por el responsable de Dulce pájaro de juventud.

Con "La gata sobre el tejado de zinc caliente" consiguió una nominación al Oscar
Con "La gata sobre el tejado de zinc caliente" consiguió una nominación al Oscar

El mencionado giro en sus caracterizaciones sirvió a Elizabeth para dotar de un lado más oscuro a sus papeles; algo que bordó con más que sobresalientes resultados en La mujer marcada (Daniel Mann, 1959). Su visión desnaturalizada de la seductora Gloria Wandrous, siempre siguiendo las indicaciones del novelista John O’Hara, le valió a la cría de la saga de Lassie su primer Oscar como Mejor Actriz, en 1960.

La década hippy comenzó con el imperio mediático de Taylor. Todos la querían en sus rodajes, y su agenda estaba repleta de proyectos jugosos. Tal era el frenesí por contratarla, que Joseph Leo Mankievicz tiró la casa por la ventana al sacar a los estudios el millón de dólares con el que convenció a Elizabeth para protagonizar Cleopatra (1963). El largometraje batió cualquier récord presupuestario; riesgo financiero que casi saló mal. Sin embargo, la estrella de Mujercitas quedó más que satisfecha; por lo menos desde el punto de vista emocional, ya que al año siguiente se casó con el actor que dio vida a Marco Antonio: el galés Richard Burton.

Estuvo muy unida, hasta la muerte de este, a Montgomery Cliff
Estuvo muy unida, hasta la muerte de este, a Montgomery Cliff

Los vaivenes sentimentales y los continuos escándalos fuera de los platós no ayudaron precisamente a la estrella inglesa para mantener el estatus logrado después de Cleopatra. Pero, su trabajo no se vio perjudicado en calidad; sino todo lo contrario. En 1966, Elizabeth Rosemond encarnó una de sus mejores y más celebradas actuaciones: la de la beoda y desilusionada Martha, en el filme ¿Quién teme a Virginia Woolf? (Mike Nichols). Las malas lenguas aseguraban que Taylor no había tenido que escenificar más que su propia realidad -o una muy similar-; pero la Academia sí que valoró el esfuerzo de la nacida en Hampstead, concediéndole su segundo Oscar como Mejor Actriz.

"¿Quién teme a Virginia Woolf?" le otorgó su segundo Oscar
"¿Quién teme a Virginia Woolf?" le otorgó su segundo Oscar

Tras numerosos fracasos en su vida privada con respecto a sus maridos, Elizabeth Taylor fue aparcando su senda delante de las cámaras, para encerrarse en el mutismo silencioso de los dioses con carne de fotograma. Sus continuos problemas de salud -junto a sus contadas apariciones en papeles pequeños de seriales de televisión y producciones normalmente europeas- fueron arrinconando la otrora gloriosa estela. Sin embargo, su recuerdo y la llama que desprendían sus ojos violeta siempre permanecieron ardiendo, sin perder ni un ápice de su fulgor. Ayer falleció en Los Ángeles una dama que era historia viva de las añoranzas de millones de ciudadanos, a los que no les importaba mucho los trapos sucios de sus excesos con el alcohol o sus constantes divorcios; legiones de amantes furtivos de sus medidas caídas de párpados, adormecidos con las agrupadas pestañas de la mítica Cleopatra.

A pesar de que sus enfermades la apartaron de las salas, nunca prescindió del contacto con sus admiradores
A pesar de que sus enfermades la apartaron de las salas, nunca prescindió del contacto con sus admiradores
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