Alan Moore aparca su trabajo como dibujante, para presentar Jerusalem: una ambiciosa novela de más de mil páginas, con la que el autor de Desde el infierno afronta una de sus epopeyas más laberínticas.
La hermana de James Joyce, Samuel Becket, Oliver Cromwell, John Clare y Sir Malcolm Arnold son algunos de los personajes que aparecen en el texto.
El creador de Watchmen mezcla estilos narrativos y literarios, en una obra que evoca las visiones multidisciplinares y fantasmagóricas del magistral William Blake.
Una ansiedad humana y espectral parece avivar la inspiración del inventor de La liga de los hombres extraordinarios en la actualidad.
A Alan Moore ya no le atraen los universos concluyentes de las viñetas insertadas en los cómics, ahora lo que le motiva son las novelas con capacidad para visionar el pasado, el presente y el futuro; trabajos sin género concreto, ni lenguajes oxidados y reductores a los que acogerse.
Estas perspectivas son precisamente las que han potenciado la elaboración de Jerusalem (que en España publicará próximamente Planeta Cómic): un libro oscuro y coral, en donde el isleño construye una Torre de Babel poblada por seres heridos en la confusión de los tiempos, ubicados en una ciudad de Northampton que aún lame las heridas de las mitologías moribundas.
Así es como AM atisba el profundo tapiz que despliegan las 1.266 páginas de las que consta el mencionado volumen, donde la huella exploratoria de James Joyce y el incisivo pulso de John Bunyan son como un yugos de siembra precisa. Surcos en los que el responsable de V de Vendetta planta un conjunto extenso de palabras, capaces de generar brotes de reflexión y de sueños reforzados por la sinrazón voluntaria.
ALAN MOORE Y SU PARTICULAR BIBLIA POSTMODERNA
Intentar reducir los numerosos accesos argumentales de Jerusalem a una simple línea activa resulta -cuanto menos- un ejercicio incomprensible y absurdo. Sin embargo, sí se pueden puntualizar unas breves líneas temáticas, que desembocan en el caos generalizado, dentro del que Moore quiere situar la trama central.
A modo de traslación artística, la obra comienza con la incorporación de una pintora llamada Alma Warren, quien descubre cómo su rutina se altera exponencialmente ante la llegada de su hermano muerto. La resurrección de Michael es para la creadora plástica un motivo con el que diseñar cuadros, surgidos de las alucinaciones y los recuerdos del hombre revivido. Un vehículo para embarcar al lector hacia lo desconocido, y que a la vez sirve de pie para incorporar a la narración situaciones y roles de las más variada condición y estado.
Prostitutas obsesionadas con Jack el Destripador y Lady Di, almas adictas a las sustancias estupefacientes, políticos corruptos, monstruos depredadores, un poeta de mediana edad fracasado en sus aspiraciones juveniles, trabajadores solidarios, accidentes de coche… Estas y muchas más contingencias argumentales tocan de lleno la genética de la familia Vernall (a la que pertenecen los citados Alma y Michael).
En definitiva, un laberinto de huidas y asfixias medioambientales, que los fantasmas del pretérito se encargan de lubricar con el jugo de las metafísicas vacías y huecas.
Tal rompecabezas, de decorados convenientemente difuminados por la imaginación de Alan Moore, hace que las centurias no existan; y que se borre cualquier atisbo de conexión con género literario alguno. Un asunto que el autor de Desde el infierno aborda con total libertad de movimientos, y en el que la necesidad de virtuosismo continuo pasa factura al resultado final.
Por todos los efectos contenidos en sus capítulos, Jerusalem brilla con la intensidad de los neones inacabables en seducciones discursivas, cargados con el indiscutible talento de uno de los más fieles herederos de visionarios tan inmortales como William Blake.