Zack Snyder tenía muy claro que La liga de la justicia que se pudo ver en las salas en 2017 no era más que un tímido e inexacto reflejo de lo que él quería trasladar a la pantalla. Su ambicioso y tenebroso sueño de cuatro horas se había quedado en un producto de fácil consumo y duración cercenada; algo que había dejado en el camino de los desperdicios secuencias enteras de importante trascendencia para esculpir el mensaje final de la obra original.
Con independencia de las virtudes y defectos de este Snyder ‘s Cut, el experimento resulta interesante como muestra de lo que supone en la actualidad el cine de superhéroes, cuyos títulos pueblan las taquillas del planeta, y generan millones de euros en beneficios derivados de la exhibición y del mercadeo asociado.
A tenor de los números que cosechan estas obras con carne y cuerpo de viñeta, que no parecen conocer períodos de zozobra, cabe preguntarse: ¿Dónde reside el atractivo de las aventuras de estos indestructibles seres, que se enfrentan a la maldad desde una perspectiva de altruismo a prueba de bombas?
Esta disquisición de índole argumental también lleva implícita otra cuestión de naturaleza analítica, y que invita a chequear cómo han evolucionado los cómics cinematográficos a lo largo de las décadas, siempre sujetos a los vaivenes de las historias que estos narran.
Desde las primeras hazañas de alto componente político (época de dibujos y guiones correspondientes a los años de la Guerra Fría y a la dinámica de bloques) a los acercamientos más oscurantistas y épicos de la actualidad, los films basados en los enfrentamientos de Superman, Batman, Spider-Man o La Masa han resistido al paso del tiempo por su capacidad para modificar sus presupuestos conceptuales y estéticos, y someterlos al propio desarrollo existencial de los espectadores que suelen consumir este tipo de producciones.
Pese al cuidadoso engranaje visual heredado de Matrix y de las novelas gráficas de esforzado acabado pictórico, La liga de la justicia que se estrenó en HBO el pasado 18 de marzo remite sutilmente a los relatos de la mitología clásica, con un grupo de semidioses y hombres sometidos a la dictadura de infernales antagonistas; a la vez que procura establecer una dinámica creativa, que evoca de forma leve el cine noir de los años cuarenta.
A tenor del uso de semejante fórmula creativa, es apropiado apuntar que las cintas de superhéroes gozan de un amplio reconocimiento del público por la facilidad que tienen para aglutinar géneros. Bajo semejante paraguas de tintes colectivos, los terrores de esencias metafísicas; las aventuras en lugares espectrales; los dramas tamizados por pasados y presentes discordantes; y las comedias en pequeñas dosis están muy presentes en La liga de la justicia, configurando a lo largo de su relato nuevos sigfridos y prometeos provenientes del mundo del cómic.
ZACK SNYDER APUESTA SOBRE SEGURO
En sus inicios, las tiras impresas protagonizadas por Superman, Batman o Spider-Man eran una sucesión de historias sencillas, sin complicaciones existenciales profundas, y cuyos laberintos emocionales y filosóficos no solían ir más allá de las situaciones planteadas. En definitiva, un conglomerado de secuencias que quedaban enfocadas a través de las dualidades de los protagonistas, los cuales se debatían entre su faz de ciudadano normal y la de luchador invencible con poderes sorprendentes.
Tras este prisma a lo Doctor Jeckyll y mister Hyde, los lectores -principalmente niños y adolescentes- imaginaban un sinfín de aventuras y escapadas imaginativas, con las cuales huían por unos minutos de las estrecheces de su vida cotidiana. Fruto de esta persecución del entretenimiento sin dobleces, surgieron films como Batman (Leslie H. Martinson, 1966): un acercamiento pop y neurótico al personaje creado por Bob Kane y Bill Finger, que inmortalizó el inolvidable Adam West.
Este interés en atraer a los espectadores más jóvenes empezó a quedar superado en 1977, con la serie de televisión de El increíble Hulk. Pese a que la producción de Universal TV recreaba las coloristas historietas ideadas por Stan Lee y Jack Kirby, el resultado de su traslación a la pequeña pantalla se convirtió en un brillante melodrama de acción; enfocado a una audiencia adulta, más que reservado únicamente a los infantes de la casa.
Semejante cambio de tercio se antojaba comprensible desde una óptica comercial: los lectores originales de los cómics publicados en los años cincuenta y sesenta habían crecido, y las tramas de los largometrajes de superhéroes debían tener en cuenta el hecho de que sus seguidores ya no vestían pantalón corto.
No obstante, el factor del paso del tiempo en los potenciales fans no fue el único que ocasionó la metamorfosis del género de superhéroes; ya que otro aspecto a tener en cuenta fue el del cambio en la dinámica propia del séptimo arte.
Una película que ejemplifica a la perfección el anterior comentario es Superman. Si se analiza la versión de Richard Donner, estrenada en 1978, los mayores atractivos de la imaginativa movie residían en la posibilidad de ver volar a un individuo, mientras su fuerza descomunal y sus peculiaridades extraterrenales salvaban a los habitantes de Metrópolis. En contraposición, El hombre de acero (Zack Snyder, 2013) presenta a un Superman distinto, con el traje descolorido y aspecto de soportar sobre sus hombros un millar de amarguras. En esta versión del siglo XXI del superhéroe construido por Jerry Siegel y Joe Shuster, más que los efectos especiales de antaño, lo importante sucede en el interior del titán de la S en el pecho, y la acción está mediatizada por el oscurantismo existencial que domina al hijo de Jor-El.
Esto mismo se puede precisar con respecto a Batman, si se ponen en una misma balanza las visiones de Tim Burton y de Christopher Nolan. Una apuesta por las personalidades desangeladas, que no parece contagiar todavía en exceso a los personajes de Marvel, quienes aún conservan un cierto espíritu desenfadado.
Tales virajes hacia los argumentos sombríos que practica DC en su acceso a las pantallas cinematográficas también han ocasionado algún que otro desajuste, muy claro cuando se trata de introducir tipos más humorísticos, como es el caso de Aquaman (James Wan, 2018).
Por todo lo apuntado anteriormente, la metamorfosis transversal del género de superhéroes se ha convertido en una de las principales causas del éxito de estas películas, en las taquillas planetarias. Algo que se puede observar con notable precisión en el experimento titulado La liga de la justicia, que Zack Snyder estrenó en la plataforma de HBO Max el pasado 18 de marzo.
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