Pablo Picasso explota el brillo de su musa casi adolescente, en la Tate Modern de Londres
La antigua central eléctrica de la urbe del Támesis exhibe los retratos, que el pintor malagueño elaboró con Marie-Thérèse Walter como modelo.
Pablo Picasso conoció a Marie-Thérèse Walter casi por casualidad, frente a la concurrida entrada de las Galerías Lafayette, en el París de las vanguardias horneadas en la fragua de las primeras décadas del siglo XX.
En el momento en que las miradas de ambos se encontraron, ella era una aspirante a actriz de tan solo 17 años; mientras que él era un hombre casado de 45. Sin embargo, los lazos de las pasiones desatadas atraparon con fuerza el destino de la chica con la faz soleada, y del joven maestro de los pinceles.
Marie-Thérèse alumbró en Picasso un flujo de imágenes surgidas de la creatividad cromática de privacidades en penumbra: sensuales escenas de desnudeces impactantes, que la Tate Modern de Londres ha conseguido reunir en la atrayente exhibición Picasso 1932- Love, Fame, Tragedy.
Encuadrada dentro del plan museístico programado con la Ey Foundation como aliada, la institución capitalina ha hecho un esfuerzo considerable para poder mostrar las obras que el genio malagueño ideó en las prolíficas jornadas de 1932, cuando elevó la presencia sensual de Marie-Thérèse Walter a las eternidades inmaculadas del deseo primigenio.
Más de cien pinturas, esculturas, dibujos y material de archivo acompañan a los testimonios de aglutinantes y pigmentos que narran la historia de amor mantenida entre el artista español y la muchacha francesa.
Un periodo que no se prolongó más de un lustro, en el que la paleta de Pablo Ruiz Picasso decoró con sobresaliente imaginación la efervescencia salvaje de su pulso, alimentado únicamente con emparedados de intimidad y galanteo pictórico.
PABLO PICASSO Y SUS SUEÑOS PROHIBIDOS
Según la estructura pensada para desplegar los tentáculos sensuales de Love, Fame, Tragedy; un lienzo toma el protagonismo por encima de los demás. Se trata de El sueño: una composición de milimétricos elementos sensibles, donde la figura reculada de Marie-Thérèse Walter se impone a los puntos de fuga, con una postura que incita los anhelos de la pasión; y que Picasso remata con la partición de la cabeza de la mujer por lo que parece un pene (juego de asociaciones realmente interesado e ilustrativo).
El genio andaluz consigue con ello potenciar la fantasía del espectador hacia decorados de privacidad amatoria, con los que sugiere un viaje plagado de lujuria voluntaria, y de ternura envuelta en figurados terciopelos de tacto perceptible.
A través de El sueño, los visitantes toman constancia de una Marie-Thérése desnuda frente al mundo, en un sincero homenaje -en formato de lienzo- dedicado en su totalidad a la anatomía femenina; y que acerca la producción de Picasso a los retratos las “majas” de Goya.
Las diferentes perspectivas, con que el maestro malagueño inmortalizó cada poro de piel de su musa, revelan un calor anímico que sitúan 1932 como un año particularmente determinante en el currículo del insigne creador.
Una brasas de inspiración que agotaron su combustible en 1935, cuando Pablo Picasso conoció a su siguiente modelo: la surrealista Dora Maar.
Nota.- The Ey Exhibition. Picasso, 1932- Love, Fame, Tragedy estará en la Tate Modern de Londres, hasta el próximo 9 de septiembre de 2018.
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